El Peso del Pasado
El hombre asintió lentamente, llevándose el vaso a los labios. Su mirada era penetrante, como si intentara descifrarla. Camila sostuvo su mirada con calma, sin una pizca de nerviosismo, había vivido este momento en su mente muchas veces.
—De todos los lugares ¿Que te llevó a escoger Black Hollow? — pregunta el.
—Se podría decir que para encontrarme a mí misma —respondió ella con un deje de burla en su tono.
La mirada de el era penetrante
—Eso es interesante, más con lo que está pasando últimamente —comentó él, con un matiz de curiosidad en la voz.
Camila fingió sorpresa y horror bebiendo un sorbo de su cerveza antes de responder.
—Pensé que este era un pueblo tranquilo.
—Las apariencias engañan —dijo con simpleza, echando un vistazo al resto del bar.
Camila lo estudió con disimulo, notando la rigidez en su postura, la forma en que sus dedos tamborileaban contra el vaso.
—Por cierto, mi nombre es Jack Johnson —dijo él, extendiendo su mano con una leve sonrisa.
Ella estrechó su mano sin vacilar. Estaba caliente, firme.
—Camila Battaglia —se presentó con la misma sonrisa medida.
—¿Y tú? No te había visto antes. —Camila giró su cuerpo ligeramente hacia él, estudiándolo con más detalle—. ¿También viniste a encontrarte a ti mismo?
Jack sonrió con un aire casi irónico antes de sacudir la cabeza.
—Ojalá, crecí en este pueblo… pero llevaba años sin volver.
Camila captó la nostalgia en su tono, el peso de recuerdos que prefería no mencionar. Pero ella no estaba aquí para respetar silencios.
—¿Por qué te fuiste? —preguntó sin rodeos, fijando sus ojos en los suyos.
Jack pareció tensarse un poco. Se tomó su whisky de un solo trago, dejando el vaso sobre la barra con más fuerza de la necesaria.
—Se podría decir que estaba escapando de algo —respondió, sin dar más detalles.
Camila sonrió, sintiendo algo oscuro y retorcido agitarse en su interior.
—Interesante —murmuró, llevando su cerveza a los labios una vez más.
Jack la observó con atención, como si intentara decidir qué pensar de ella. Camila no le dio tregua.
—Entonces… ¿qué te trajo de vuelta? —preguntó con ligereza, como si la respuesta no tuviera importancia.
Jack exhaló, pasando una mano por su mandíbula.
—Trabajo, nada personal.
Ella asintió lentamente, pero en su mente, la pieza encajó en su lugar. Jack Johnson no estaba ahí por casualidad ella lo necesitaba aqui, he hizo todo para asi fuera.
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—A veces me asusta hasta dónde puedes llegar —murmuró Mauro desde la puerta.
Camila apenas reaccionó. Sus ojos seguían fijos en las pantallas frente a ella, observando atentamente las imágenes en tiempo real de varias cámaras distribuidas por el pueblo. Casas, calles, algunos negocios. Todo estratégicamente colocado. Todo bajo su control.
Rodó los ojos sin molestarse en mirarlo.
—Dramático como siempre —respondió con desgano.
Mauro entró en la habitación secreta, cruzándose de brazos mientras la observaba trabajar. Su pequeña figura contrastaba con la frialdad con la que ejecutaba sus planes. A veces olvidaba de lo que era capaz hasta que la veía en acción.
—Vi lo que hiciste con el fiscal —soltó, refiriéndose a Lucas Lancaster.
Camila se encogió de hombros, indiferente.
—Era una paso necesario.
Mauro sintió un escalofrío recorrer su espalda Es mejor tenerla de amiga que de enemiga pensó. Había trabajado con muchas personas en su vida, algunas de las más peligrosas del bajo mundo, pero ninguna como Camila. Ella jugaba a otro nivel.
—Por cierto, ¿cómo está la chica? —preguntó sin apartar la vista de las pantallas.
Hacía días que no veía a Samantha. No es que le importara demasiado, pero necesitaba monitorearla.
—Bien… o tan bien como puede estar, considerando lo que ha vivido —respondió Mauro con cierta cautela.
Camila asintió levemente, pero no dijo nada.
Él suspiró y se apoyó en la pared. No podía salir mucho al pueblo sin llamar la atención, y menos ahora, después de lo sucedido en la plaza. Si alguien desconocido aparecía justo después de los asesinatos, todos los ojos se posarían sobre él y sería sospechoso de inmediato. No pensaba ir a la cárcel por la pelirroja, por mucho que la apreciara.
—La niña está traumatizada —continuó Mauro tras unos segundos—. Se mueve, come y reacciona solo si le digo que es una orden tuya.
Camila alzó una ceja, por primera vez interesada.
—¿Solo si cree que viene de mí?
—Así es. Debe haber desarrollado algún tipo de apego contigo, porque si le pido algo sin mencionarte, lo ignora por completo.
Camila apoyó el codo en la mesa y se frotó la sien con la mano. Mauro no pudo evitar preocuparse por lo que eso significaba. Si Samantha dependía de Camila a ese nivel… ¿qué pasaría cuando ella ya no la necesitara?
Decidió no decirlo en voz alta. Camila no reaccionaba bien a la presión. Si se sentía acorralada, actuaría… y no de la mejor manera.
Miró alrededor de la habitación y sintió una urgencia creciente de salir del pueblo cuanto antes.
Siempre había seguido su instinto, y en ese momento, su instinto le gritaba que Camila estaba jugando con fuego.
Se cruzó de brazos y la observó en silencio.
Un año despues de que ella salio del orfanato lo había encontrado de una forma que aún hoy no lograba entender, nadie debería haber sabido dónde estaba, pero ella lo localizó. Le pidió que la pusiera en contacto con sus jefes, que eran de las personas más peligrosas que él conocía. Lo hizo, aunque nunca supo qué se habló en esas reuniones, qué tratos hizo Camila o qué precio pagó.
Lo único cierto es que después de ese día no la volvió a ver hasta años después, cuando ella tenía 24.
Había cambiado.
Se había convertido en alguien más peligroso, más calculador, más temido.
Editado: 29.05.2025