La tumba de los olvidos
Samantha tenía nueve años cuando su madre murió.
El ataúd descendió bajo la lluvia, hundiéndose en la tierra fría, su padre, un hombre que siempre había sido un pilar inquebrantable, sollozaba sin contención, Samantha lo abrazó, buscando consuelo, creyendo que aún se tenían el uno al otro.
Se equivocó.
Esa noche, la casa se sintió más fría, más vacía, su padre no la miró, no le habló, se encerró en su habitación y bebió hasta que su dolor se transformó en furia, al principio, fueron solo palabras llenas de odio hacia ella y su madre muerta:
"Deberías haber muerto con ella"
"Tu madre murió por estúpida"
"Todo es tu culpa"
El primer golpe llegó dias después, una bofetada tan fuerte que la dejó en el suelo con la mejilla ardiendo solo por demarrar un vaso de agua, luego, la primera noche sin cenar, después, la primera vez que la encerró en el sótano, en completa oscuridad, ignorando sus gritos.
Pero eso fue solo el principio.
Con el tiempo, su padre perfeccionó la manera en que la quebraba.
Si tenía hambre, la dejaba sin comer, si lloraba, la golpeaba hasta que no le quedaban lágrimas, si intentaba huir, la encerraba sin agua ni luz durante días.
Pero nada de eso se comparó con la noche en que la tomó por primera vez.
Samantha tenía once años.
Él estaba borracho, como siempre, bajó las escaleras del sótano con una mirada que ella no había visto antes, un brillo depredador, cuando la agarró del brazo, ella gritó, pero la casa estaba vacía, no había nadie para escuchar.
Después de eso, su mundo se ahogo en miseria y sus lagrimas.
El hombre que se hacía llamar su padre su convirtió en un mounstro, en su propio mounstro, cada día, cada vez perfecionaba su tortura, los golpes se transformaron en cortes y quemaduras, los abusos se volvieron más insoportables, huesos rotos que nunca fueron atendidos, cortadas que se infectaban, días en fiebre donde los abusaso nunca paraban, una vida insostenible.
Había perdido la cuenta de las veces que lloraba rogándole a dios o a quien fuera que la ayudara, que la sacará de ese lugar, pero nadie nunca la escuchó, la dejaron en ese infierno creado por su padre, no importa cuánto imploro, cuando suplico, nunca fue escuchado, todos se olvidaron de ella.
Se convirtió en un objeto, en un juguete roto que su padre podía usar a su antojo y cuando él se cansó, comenzó a compartirla, un mounstro se convirtieron en muchos.
Al principio, eran solo unos pocos amigos, hombres con ojos hambrientos y sonrisas enfermas luego, el círculo creció una red de monstruos que pagaban con favores, con silencio, con sangre.
—Sé buena, Samantha. —Su padre le susurraba mientras le ataba las muñecas—. O no comerás en una semana.
Había noches en las que venían varios, la usaban, reían, bebían y cuando terminaban, la dejaban tirada en el suelo del sótano, cubierta de moretones y suciedad.
Samantha dejó de contar los días.
Dejó de llorar.
Dejó de ser una niña.
A los catorce años, comprendió que nunca saldría de ese sótano, que nunca vería el sol sin que el horror la siguiera como una sombra, era su infierno personalizado ¿Pero que hizo para merecerlo?
Con el tiempo aprendió que los hombres hablaban mas de la cuenta, todos sabían que ella nunca saldria de ese lugar, por eso algunos descargaban sus frustraciones y secretos pero el peor de todos, fue el de Martin Lancaster.
Se podría decir que era diferente a los demás, más calculador, más frío, se notaba que era un hombre de buena familia por su forma de hablar y la ropa que llevaba, pero no significaba que fuera mejor que los demás, era igual, una basura de persona.
—Quieres que te confiense un secreto —le susurró una noche, con los ojos entrecerrados, su tono era humoristico como si estuviera contando un chiste — Ese hombre, Jhoan, no es tu verdadero padre, por eso puede hacerte todo esto sin sentirse mal, lo usa como una forma de castigar a tu madre, despues de la muerte de tu madre descubrio la traicion de su esposa, su mente se colapaso por completo —rio relajado
Samantha no dijo nada, se paralizó, su mente comenzo a dar vueltas y su cuerpo se sintio mucho mas pesado, muchas cosas, no, todo comenzo a tener sentido, su padre... o Jhoan siempre habia sido bueno con ella, de hecho era el mejor padre que uno podria desear, pero despues de la muerte de su madre es como si otra persona hubiera tomado su cuerpo, el maltrato llego sin aviso, cada fractura fisica y mental le fue dada sin explicacion, y que ese hombre recostado en la cama despues de abusar de ella desprocupadamente se lo dijiera le provocaba nauseas.
— ¿Que.. Quien es? — tartamudo, Martin solo sonrió con malicia hacia el techo.
— El gran hombre — dijo y sin más se paró y se fue, despues de esa ecasion jamas volvio a ir, ella jamas tuvo el valor para confrontar a su padre o si quiera preguntar quien era El gran hombre. .
Samantha siguió undida en ese infierno lleno de abusos y tortura, hasta que un angel la rescato, un angel vestido de negro con cabello rojo, ella se convirtió en su esperanza, su salvación ya que fue la única que la escuchó, la única que la salvó en ese mundo de moustros.
---------
Editado: 29.05.2025