El pueblo Cityville ha estado oculto de las civilizaciones humanas desde tiempos antiguos. El alfa Orus Azullian y los demás ancianos de la manada fueron los encargados de mantener en secreto al pueblo citadino, llamado así por su arquitectura otomana y sus edificaciones urbanas.
Este pueblo se encuentra en lo más recóndito del bosque y ha sido el único clan que se ha mantenido puro mientras los otros clanes se han desviado y han procreado con los humanos, trayendo maldición a su descendencia y destrucción a su propia raza.
El niño nativo de Cityville antes de aprender hablar ya conoce muchas historias de pueblos destruidos y desaparecidos de la faz de la tierra, desde pequeños se les enseña cada norma y cada decreto, les inculcan a tener miedo y respeto por la constitución reglamentaria del pueblo.
En todos los libros que se enseñan en la escuela se cuentan historias horrendas sobre reyes y príncipes de sangre pura que perdieron su poder y su fuerza al unir sus vidas con los seres humanos.
Se les enseña el valor del coraje y de la razón que están por encima de todo sentimiento o afecto que puedan sentir.
A eso se refiere Zhura cuando dice que si su pareja destinada es un humano, ella dejará de lado todo afecto y lo matara por sus propias manos.
¿Si será capaz de hacerlo? ¿Su loba Rihanna se lo permitirá?
Un lobo que se encapriche con un humano es por qué su naturaleza es débil y merece morir.
Los humanos han sido catalogados como esclavos, son una raza inferior a ellos que son seres sobrenaturales.
Sus genes envejecen muy rápido y tienen un olor característico que los identifica. “cianuro”
En la escuela les enseñan a odiarlos y a mirarlos con desprecio. Los someten a trabajos pesados hasta que se queden sin energía y mueran.
Ese es el fin de todo humano que llega a Cityville. “No salen vivos de aquí”.
Mientras Zhura leía un poco de historia de sus antepasados, los sonidos de un piano llegaban a sus oídos. Cosa que no la sorprende, ya sabe que es su padre tocando las mismas notas musicales de cuando ella era una bebé.
Coloca su libro en el estante y se va a la planta baja y ahí mira a su padre, moviendo con soltura sus dedos en el piano con sus ojos cerrados y meneando su cabeza de un lado a otro.
—Papá buenos días, no esperaba encontrarte en casa, ¿Te quedaste a dormir anoche?— Pregunta con intriga sentándose al lado de su padre en el taburete. Orus abre sus ojos con nostalgia y ella se lo queda mirando como si tuviera un profundo océano en frente. No puede ni adivinar que es lo que esconde en su interior, ojalá y la diosa Luna la hubiera dotado de ese don.
—Zhura mi pequeña princesa, mi cachorrita— Susurra soltando el teclado y acariciando la cabeza de su hija.
—Ya no soy una niña Papá, ya cumplí 20 años. No me sigas llamando cachorrita— le reprocha —sabes que me avergüenza que me llames así delante de mis amigos.
—Si lo eres mi pequeña. Aún recuerdo el día que naciste...
—Vamos Papá no traigas esos recuerdos, luego terminas melancólico y escondiéndote en el subterráneo terminando todas las botellas de vino. Mejor me voy a la academia, estamos practicando para la obra de teatro que tiene preparada la secundaria Santa Rosario para todo el pueblo— Adiós Papá. Adiós nana—, Se despide sin ninguna otra conversación.
—Mi niña...— la llama la nana Kasandra pero ella no le contesta, su mente iba centrada en la comunicación casi tan nula con su padre, unas lágrimas rodaron por sus mejillas.
Cuando él se pone a tocar en el piano la misma nota musical que escuchaba desde que estaba recién nacida, siente un dolor profundo en su corazón y mejor prefiere salir huyendo antes de verlo sufrir por la muerte de su madre, aparte de que todavía su papá no reconoce que ya ella creció y es una adulta que puede tomar sus propias decisiones.
Cuando llega a mitad de camino, su estómago ruge de hambre, se detiene en una tienda a comprar panecillos y malteada. Killian y Artemisa se acercan a ella, despues de saludarse, su amigo Kilian le da una gran noticia.
—Zhura estoy feliz porque encontré a mi mate— exclama con una felicidad envidiable. Este joven ha cumplido 21 años, su familia son de la clase beta entrenados para la guerra. Su sueño anhelado se le ha cumplido y no tuvo necesidad de esperar la fiesta de apareamiento que se estará festejando en dos meses.
—¿Es una loba?— es lo primero que pregunta Zhura.
Desde pequeños han vivido atemorizados por las leyes y los decretos que se deben seguir en el pueblo.
A todos los nativos los obligan a ver la sentencia final que sufren aquellos que rompen las reglas, es por eso que estos jóvenes viven con miedo desde niños, ya que no quieren ser una decepción para sus familias.
—Es una loba y pertenece al clan de los manchados. Se llama Aurora y sus ojos son bicolor tan hermosos como un arcoíris.
—Hasta poeta romántico te volviste Killian—le dice Artemisa, sonriendo y alegrándose por la dicha de su amigo.
Luego le hizo una mirada a Zhura como si hablaran telepáticamente y ambas se agarran de la mano para animarse los nervios que corren debajo de su piel.
Asi como Zhura, Artemisa tampoco ha encontrado a su pareja destinada.
“Estúpidas reglas. Algún día Cityville será un mejor pueblo donde nuestras generaciones puedan crecer libres de toda opresión” pensaba Zhura apretando sus labios y haciendo un juramento en voz baja.
Los tres jóvenes se fueron caminando hasta la academia y de lejos observan a un grupo de obreros, todos humanos caminando del otro lado del valle a varios kilómetros de ellos, es decir, bastante alejados de los nativos.
Están construyendo un gran edificio que da con la parte trasera de la academia. Desde lejos ellos pueden percibir el olor del humano. Es un olor a alcantarilla, a fétido. El olor es a cianuro.
—Van a ampliar la academia zhura. Será más grande que la escuela— afirma Kilian, emocionado por las remodelaciones que están haciendo detrás de la academia.
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Editado: 26.08.2024