Loba Herida

Capítulo 5 Los obreros castratis

No lo creía. Nada de lo que le decían del misterioso pueblo no lo creía... hasta mirarlo con sus propios ojos.

Andrew es una persona que solo cree la realidad de lo que ha vivido, a sus 27 años no creía en fantasmas ni espíritus chocarreros, como le respondió al comisario.

«Condenado viejo Montfiel, quizas él ya conocía a este pueblo»

Una sonrisa maniática, salía de su interior cuando contemplaba con admiración todo lo que se visualizaba a su paso, ya lo hubieran internado en un manicomio si no estuviera con sus amigos que también fueron testigos de la entrada a ese pueblo.

Era una mañana diferente de la que estaba acostumbrado en Tefé. Allá la lluvia es diaria, el frío es helado y el viento es fuerte todo el tiempo.

En Cityville era un día de verano esplendoroso.

Las nubes en el cielo pintadas de un azul palido rodeaban al sol que salía por el horizonte. Una tierra fértil con pastos verdes brillantes y muchos árboles frondosos se veían en la pradera del lado sur por donde cruzaba el río.

En Cityville eran las 9:00 de la mañana, inclusive su reloj funcionaba con la hora actual del pueblo.

El camión hace un desvío en la carretera entrando por un campo cerrado deteniéndose frente a un edificio de cuatro pisos.

Un guardia da la orden de que salgan del camión y se formen en fila. Luego por una bocina escuchan que deben organizarse para entrar de uno en uno al edificio. Al llegar a la puerta les despojan de sus pertenencias dejándolos completamente desarmados.

«Nuestras armas»

Se preocupa por no tener ningún armamento para defenderse.

Luego los mandan a quitarse la ropa y los hacen entrar al baño a asearse. Ellos aprovechan y sacan toda la suciedad de su cuerpo, mandando por la centrífuga las ultimas esquirlas de barro seco de su querido pueblo Tefé.

Frente al espejo Andrew observa su cuello, dos puntos de colmillo adornan su cuello.

Él, es ese niño de cinco años que fue mordido por una serpiente. Fue aterrador ese día. Su padre ya estaba haciendo ritos fúnebres porque pensaba que iba a morir. Estaba en mal estado, se había hinchado y su cuerpo no reaccionaba a ningún antídoto, ni curandero, ni rezo a los dioses.

Luego como un milagro divino, dos días después pudo mover sus extremidades y levantarse poco a poco de la cama. Fue un regalo de los cielos que sobreviviera al veneno de la serpiente.

Cuando termina de secar su cuerpo, lo hacen entrar desnudo al consultorio de un médico para un examen general y ver su capacidad física.

El médico con una mascarilla en su rostro lo examina por todas partes. Él no tiene cicatrices, ni tatuajes. La venda que llevaba en la pierna se la había quitado y la piel estaba nueva, suave y reluciente.

—¿Qué te pasó en el cuello? Parece una mordedura—. Le pregunta intrigado, anotando en una hoja.

En realidad era su única cicatriz.

—Fue una serpiente. Hace mucho tiempo— contesta frotando esa parte. Quiso desaparecer esas marcas haciéndose un tatuaje, pero se enlistó al ejército y se olvidó de esa cicatriz. Es la única que no ha podido borrar.

En el ejército tuvo una fractura de brazo, recibió dos disparos de tropas enemigas, lo encañonaron con una granada que casi perdía sus extremidades inferiores y, sin embargo, no había quedado ninguna cicatriz de esos acontecimientos.

—¿Qué tipo de serpiente?— inquiere el médico y le inyecta una sustancia en su brazo derecho.

—No lo sé. Solo tenía cinco años ¿Que me ha puesto?—. Pregunta con su rictus serio. Sintió algo sólido que era introducido en su piel.

—Es un Protocolo para todo extranjero que llega al pueblo—. El médico sigue anotando en una hoja. Andrew sabe que le instalaron un rastreador en su cuerpo. ¿Tanto protocolo para un oficio de obrero?.

—¿Un rastreador para nosotros? ¿Puedo saber que más sorpresas nos tienen?

Le chocaba la arrogancia del médico que no lo miraba a los ojos cuando le hablaba, también se daba cuenta que los guardias los trataban como si fueran una plaga y que decir de Esmeralda tuvo un cambio total apenas bajó del camión, su rostro se puso severo y miraba a todos los obreros por encima del hombro.

Un hombre se le acerca a ella y tienen una acalorada discusión. Andrew nota un cambio de color en sus ojos, ella nota su mirada y discretamente se va caminando con el hombre hasta entrar al edificio.

—Preguntas demasiado Andrew Kane. Fin del chequeo— le responde el médico señalandole una ropa en la cómoda. Se pone su pantalón, la camisa, calza sus botas y sale del consultorio con un vil presentimiento.

La misma bocina les da la orden de entrar a un salón grande con una ventana de vidrio transparente que dividía la sala y del otro lado podía ver a Esmeralda acompañada de aquel hombre vestido formalmente.

Andrew se junta con sus amigos que olían a flores de jazmín, Tony se les acerca ya no se veía como ese joven maleante, sucio y mal vestido que habian conocido en el viaje. Ahora, los muchachos lo saludan con empatia y lo hacen parte de su equipo de amistad.

Esmeralda habla por el micrófono y presenta a Eleazar como el director de la Komarca, luego comienza a leer las normas:

—Extranjeros de tierra hostil. Su unica finalidad en este pueblo es trabajar de sol a sol como obreros, recibirán una paga, alimentación y una habitación donde vivir.

—Habla como una diosa—susurra Louis admirando a ojitos verdes y pelo dorado. Andrew rueda los ojos al verlo y su mente repasa "¿tierra hostil?"

—Los extranjeros no se mezclarán con los nativos del pueblo, el lugar de su vivienda es un lugar aislado llamado la Komarca, ubicada en el lado norte de la llanura. No pueden salir de la Komarca, si alguno de ustedes sale afuera no volverá a entrar.— Enfatizó en esto último que dijo.

—¿Nos está amenazando?—pregunta Andrew arqueando una ceja.

—Si, creo que nos amenaza con su dulce voz de ángel— responde Luis. Ya no es una diosa, ahora es algo menor.




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