El día de su vigésimo cumpleaños comenzó como cualquier otro. Se despertó antes del amanecer, preparó las hierbas que la bruja le había enseñado a mezclar, y salió al bosque, buscando un momento de tranquilidad lejos de las miradas hostiles. Pero esa mañana, el aire estaba cargado de algo diferente.
Mientras caminaba entre los árboles, una sensación extraña la envolvió. Su corazón latía más rápido, como si algo en su interior intentara despertarla. Cerró los ojos, sintiendo un calor recorrer su cuerpo, y de repente, lo escuchó: un susurro profundo, gutural, que venía de lo más profundo de su alma.
—Lira…
La voz era femenina, fuerte y llena de poder, pero también parecía frágil, como si hubiera estado atrapada durante demasiado tiempo. Lira cayó de rodillas, lágrimas rodando por su rostro. Era su loba. Finalmente, después de años de espera y desesperanza, había llegado.