Lobo.

Sombra (2)

Lanzó mi bolso y las llaves del auto sobre mí cama. Rápidamente me deshago de mi ropa mojada y corro hacia el baño.

Cierro mis ojos al sentir como el agua caliente corre por mi cuerpo y relaja mis músculos. De inmediato mis pensamientos regresan a lo sucedido hace una hora, y nuevamente un escalofrío me recorre. El solo hecho de pensar en que atropellé algo y no encontrar nada después de bajarme del auto, me pone nerviosa. Al principio pensé que solo era mi imaginación, pero ver los estragos de lo causado en mi coche me hizo saber que todo había sucedido en realidad.

Salgo del baño con mi cuerpo enrollando en una toalla y me encamino había mi closet, de este saco ropa interior, sin importar color.  Rápidamente vuelvo a tomar la toalla y comienzo a secar mi cabello, hasta que el timbre de mi celular comienza a sonar.

 

—¿Qué quieres papá?

 

—Eira, ¿cómo puedes faltarle el respeto a Samantha así? ¿Acaso no te eduqué bien?

 

—Mamá me educó, tú nunca estuviste en casa, así que no tienes ningún derecho a cuestionar el como trato a la hipócrita de tu esposa.

 

—Samantha no se merece esto, eres una malagradecida que.......

 

—Si soy una maldita malagradecida, ¿porqué me llamas? Me mudé de casa para estar en paz, pero parece que no a funcionado y estoy harta de que solo se te ocurra llamarme cuando tú esposa te llena la cabeza de estúpideces —hablo alterada.

 

—Escúchame bien Eira, no quiero.....—nuevamente lo corto.

 

—No. Escúchame tú papá, ya no los soporto, si tanto problema te causo con tu esposa, lo mejor será que te olvides de mí, porqué no estoy dispuesta a vivir así mi vida —mi respiración se calma.

 

—Eira, cariño, yo solo.......solo quiero que todo esté bien, pero tú lo pones tan difícil yo......—todo queda en silencio al otro lado de la linea.

 

—Adiós papá —sin esperar respuesta corto la llamada.

 

Mis ojos arden y un nudo se cuela en mi garganta.

El hueco que dejó mamá cuando murió, lo único que hizo fue distanciarnos en vez de unirnos. Extraño abrazar a mi padre cariñoso que se preocupaba hasta por lo más mínimo y me brindaba todo lo necesario. Ahora ya no queda nada, solo un pasado doloroso, en donde los dos perdimos a una misma persona tan importante en nuestras vidas.

Las lejanas memorias que tengo de nuestros momentos felices cada vez se tiñen más de gris y comienzan a desaparecer, por más que trate de conservarlos tal y como sucedieron. 
Cada día que pasa me siento más vacía, tanto que deje de viajar a Wolfgang a visitar la tumba de mi madre, hacerlo me recuerda como desde que ella se fué, todo en mi vida se a ido desmoronando poco a poco, hasta encontrarme como ahora, con un corazón roto que solo se dedica a palpitar para mantenerme con vida.

A veces me aborrezco por ser tan falsa y sonreír a quien lo hace de forma sincera, pero ya no me queda nada más que dar, ahora solo existo. Tengo miedo de que un día me deje de importar todo y me vuelva un mounstro sin sentimientos.

Me acuesto en mi cama y me cobijo con el edredón. Extiendo mi mano izquierda y apago la lámpara.

Suelto un suspiro.

 

«¿Cuándo va a terminar todo esto?

 

Giro mi cabeza en dirección a mi ventana y la miro fijamente, hoy hay una gran luna en el cielo, a lo lejos se pueden escuchar aullidos de lobos, pero jamás ninguno se a dejado ver. Son tan misteriosos y peligrosos, pueden seducirte con su belleza y luego destrozarte como una presa indefensa.

Aparto mi vista de la ventana y la pongo en el techo.

De pronto una fuerte brisa mueve de modo voraz los árboles y se detiene de forma terrorífica.

Mi pulso se acelera al notar como una sombra se mueve en mi ventana, tragó saliva con dificultad. No hay ningún árbol cerca de mi ventana. Lentamente apartó el edredón de mi cuerpo y apoyo mis pies sobre la cerámica fría.

No logro identificar la sombra, la cortina azul la distorsiona tanto que me es imposible ver con claridad, que es lo que se encuentran de pie, en mi balcón.

Doy pasos lentos, y la sensación de ser observada me invade. Los bellos de mis brazos se alzan y un escalofrío recorre mi columna, deteniéndose en mi cadera.

Con el poco valor que me queda, tomo uno de los extremos de la cortina y tiró de ella sin importar nada. Cierro mis ojos. El miedo de lo que pueda encontrar me inunda y no soy capaz de ni siquiera hablar.

Una nueva ráfaga de viento corre, está lo hace de forma calma, acariciando mi rostro con lentitud y sin esperar más abro mis ojos, pero para mí sorpresa no hay nada. Me encuentro frente a mí ventana esperando encontrar algo que talvez solo imagine.

La sola idea de tener a alguien vigilandome día y noche me horroriza. Una vez más el miedo y me mente se juntan para desestabilizar la poca paz que tengo y que logra mantenerme cuerda.




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