Lobo.

Desconocido (4)

—Es una pena que no esté mi talla señora Stromberg —digo mirando el lindo abrigo rojo—. De otra forma lo compraría.
 

—No te preocupes cariño, me aseguraré que para la próxima tu talla esté en mi tienda.

—Gracias, creo que ya debo irme, es tarde y debo manejar casi una hora —ratifico caminando hacia la puerta.

—Ten cuidado linda, últimamente los animales están saliendo del bosque, espero verte mañana —se despide desde su mostrador de joyería.

—Nos vemos.

Camino hacia mí auto mientras saco las lleves de mi bolso, en cuanto estoy dispuesta subir, un mano se posa en uno de mi hombros haciéndome voltear de golpe.

—¡Maldición, Gregory! Casi me mates de un susto —digo controlando mi pulso cardíaco.

—Lo siento preciosa—murmura dejando un beso en mi mejilla derecha.

Gregory Canaviri era el tipo de hombre apuesto, que con tan solo mostrar su sonrisa derrite a cualquiera, pero lo más preciado de él, es que una vez que lo conoces, jamás se alejara de ti y siempre estará ahí, para darte todo su apoyo.

Nuestra relación de amigos a no ido más allá, aunque una noche de tragos en su casa, nos hizo despertar desnudós en su cama. No obstante ha intentado de todo para subir de puesto en mi vida desde ese día, pero sería injusto para él que lo engañara haciéndole creer que lo amo y injusto para mí, al atarme a alguien a quien solo quiero como un amigo.

A ceves lo entiendo, un hombre como Gregory no es fácil de encontrar. Tiene treinta y cuatro años, es el único dentista Coulant, y al parecer no tener muchos pacientes le da mucho tiempo libre, además que desde que su hermano Almery se casó con Ágata, no a parado de dar vueltas a mí alrededor. Casi siempre que salimos trata de persuadirme, pero no estoy dispuesta a casarme todavía, ni ha hacerle daño aceptando cosas que no son entre nosotros.

—Quería invitarte a cenar, si no te molesta, hermosa —aclara mostrándome una de sus blancas sonrisas.

—No creó que hoy pueda, es muy tarde —suelto sin mirarle—, pero mañana saldré más temprano y estaré libre por la tarde.

Gregory se ve decepcionado, pero rápidamente recupera su postura y se hacerca a mí, tomandome por la cintura.

—Gregory, sabes que esto no...

Sus labios chocan contra los míos callándome. Trato de empujarlo, pero este solo me sujeta más fuerte. De pronto un sonido de tras de su espalda me hace mirar por su hombro.

La sombra de un hombre de pie junto al poste de la lámpara me congela. De pronto Gregory se separa de mi y me mira a los ojos, rápidamente reacciono y estampo mi mano contra su cara.

—Olvídalo, no me busques —escupo molesta, subiéndo a mi auto—. Parece que aún no entiendes que no hay, ni abra nada entre nosotros.

—Eira, yo... Perdón, perdí la cabeza por un momento —se escusa, mirándome por la ventana desde fuera del auto—. Prometo no volver ha hacerlo, pero sal conmigo mañana, por favor.

Enciendo el auto, mientras miro detrás de su espalda buscando la sombra.

—Lo pensaré —respondo avanzando por la carretera.


 


 

Ya en media hora, me encuentro a la mitad del bosque Cobog. Después de lo sucedido ayer por la noche. No puedo evitar mirar por el retrovisor a cada momento, el recuerdo de la lluvia y el golpe de mi auto contra algo me pone nerviosa.
 


—Estas paranoica, cálmate, fué solo un venado sí, solo...¡Oh Dios!

Pido el pedal de freno y cierro mis ojos.

—¡Malditacea! —mi grito resuena en el interior de mi auto—. ¿Quién demonios es?

Desabrocho​ mi cinturón cabreada y salgo de mi coche, cerrando de un golpe la puerta.

—¿Quién carajos eres? ¿Y porqué siempre te apareces frente a mi auto? —interrogó hacia el desconocido, que se mantiene entre las sombras—. ¿Qué clase de persona se atraviesa para que lo arrolle un coche?

La adrenalina a sustituido el miedo y empiezo a dar pasos apresurados hacia la sombra, pero en cuanto escucho un gruñido me detengo asustada, el miedo regresa y mi corazón palpita desbocado.

—¿Qué quieres? Si eres a quién golpeé con mi auto ayer, me disculpo, la lluvia no me dejo ver nada.

Otro gruñido se escucha y empiezo a retroceder, pero sin previo aviso mi coche se apaga y todo queda en la oscuridad.

—No por favor —susurro con voz ahogada​.

La única luz que hay, es la que proviene de la gran luna blanca sobre nosotros, pero aunque así, no es suficiente como para que pueda reconocer a quien esta frente a mí.

Mantengo fija la vista hacia el frente, forzandola al máximo, de pronto un par de ojos se encuentran con los míos. Uno es amarillo, pero el otro es verde, ambos brillan con mucha intensidad en la oscuridad.

Inesperadamente desaparecen de mi vista y mis piernas se vuelven de gelatina. Gotas de sudor caen por mi espalda.

Rápidamente giro sobre mis talones con la intención de llegar a mí auto, pero una superficie caliente y dura me detiene de golpe. Ahogo un grito de horror a ver el mismo par te ojos a centímetros de los míos.

—¡Santa mierda! —susurro sin apartar la mirada.

Sus grandes pupilas se encuentran tan dilatadas que casi la parte amarilla y verde, desaparece de sus ojos.

Contengo la respiración al escucharlo aspirar con fuerza frente a mí y como si eso no le fuera suficiente, el espacio entre el desconocido y yo se rompe y lo que reconozco como su nariz, se pega a mi cuello. Se queda inmóvil ahí, pero inesperadamente un aullido a la lejanía lo hace apartar bruscamente de mí y soltando un gruñido, al final lo escucho desaparecer entre el bosque.

Estoy paralizada, mi mente se encuentra en blanco, mi pulso se encuentra desestabilizado y mis ojos están puestos en la nada. El miedo se desborda de mi interior y las dudas comienzan a atacar, esperando alguna respuesta cuerda para mi misma.

¿Qué fue éso?
 




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