Lobo.

Sueños y realidad (9)

Miro la pantalla del plasma sin interés. Agatha está a mi lado con un tazón de palomitas sobre su regazo.

 

—¡Mira es la mejor parte! —chilla.

 

Frunsco el ceño al mirar como un hombre levanta a una mujer del suelo y está enreda sus piernas al rededor de su cadera. 

 

—¡Genial! —grita Agatha extasiada.

 

Levanto mis cejas en sorprersa al ver cómo el chico por el que mi amiga grita como loca, golpea la espalda de la chica de forma violenta contra la pared, mientras la besa de forma voraz y descontrolada.

 

—Así que tu parte favorita es ver como dos extraños tienen sexo de forma violenta —concluyo.

 

Agatha me mira con la boca abierta y el puño lleno de palomitas.

 

—Primero que todo, Morgane y Rupert no son extraños, son mi inspiración con Almery —hago una mueca de desagrado—, y segundo es muy, pero muy excitante.

 

—No quiero saber a qué te refieres con lo de “inspiración” —digo haciendo las comillas con mis dedos—, y eso no es exitante es violencia. Imagina como quedará la espalda de esa chica después.

 

—Son las chispas del sexo —alega, lanzándome una palomita.

 

—¿Acaso eso es lo que haces con el podré de tu esposo? —pregunto—. Ya entiendo porque accedió tan fácilmente a dejarte aquí por la noche, el podré solo quería escapar.

 

Agatha me mira achicando los ojos y con una risa de guason.

 

—Número uno: Con Almery es fácil, o yo voy arriba o no hay nada y segundo: podrá irse a dónde sea, pero siempre vuelve a mí. Me necesita hasta para respirar—le miro con una ceja arqueada al escuchar lo último.

 

—Lo último sonó algo exagerado y aterrador, pero si Almery soporta todo eso...—digo levantando del sofa.

 

—¿A dónde vas? —pregunta con la boca llena de palomitas.

 

—Son las cuatro de la tarde y ayer no dormí bien —confiezo dirigiéndome hacia las escaleras—. Mi cama me llama.

 

—Bien, haré la cena —grita—. Espaguetis con camarones.

 

—Gracias, mujer indispensable —suelto antes de encerrarme en mi habitación.

 

Abro mi closet y de el saco un suéter de tela fina, color púrpura. Me lo pongo mientras miro hacia la ventana, está cerrada y la cortina está corrida hasta la mitad.

 

De pronto el recuerdo de yo de pie en la oscuridad, frente a un ser extrañó que cada vez que está cerca me llena de un increíble calor que opaca cualquier frío y sin olvidar a mis inquietas manos deslizándose por su prominente pecho.

 

Tan recuerdo mi pesadilla, los colmillos de mi agresor cerca de mi cuello y al encuentro con mi visitante en el lago. Mi piel pegada a la suya y mis manos delineando su rostro y sus...colmillos

 

¡Sus colmillos!

 

¡Él tambien tiene colmillos!

 

Un escalofrío entra por la planta de mis pies y me obliga a correr hacia mí cama. En cuanto mi cabeza toca la mullida almohada mis párpados empiezan a pesar y en minutos se cierran, llevándome a un profundo sueño.  

 

Talvez en mi delirio del sueño, empeze a sentir cosas extrañas. Como una fuerte y agitada respiración cerca de mí, y el inflable calor ardiente que entra por mí espalda.

Intento moverme y abrir mis ojos, pero al parecer mi cuerpo está decidido a desobedecer y el sueño que siento está más que dispuesto a consumirme en el cueste lo que cuente.

 

Abro mis ojos de golpe al sentir un frío exagero deslizarse por mís brazos y piernas. 

 

Suelto un jadeó al darme cuenta que ya no estoy en mi cama, sí no en medio del bosque. Me levanto de inmediato del suelo húmedo y sacudo de mis manos la tierra pegada a ellas.

 

Nuevamente me encuentro en una fina bata, pero esta vez de color negra. Observó mis pies. Estoy descalza, pero lo que sorprende es ver mis uñas maquilladas de blanco.

 

—Mi madre siempre me dijo: mente débil, mujer débil.

 

Me giro y miro a la bella mujer del deportivo rojo.

 

—¿Quíen es usted? —tartamudeo.

 

Ella me sonreí de forma macabra mientras arrastra por el suelo su imponente vestido azul tinto de manga larga y empieza a rodearme.

 

—La pregunta aquí es: ¿Quién crees que soy? —sulta rodando una manzana en sus manos.

 

—Y-yo..No lo...sé

 

Sus carcajadas provocan que me extremesca. Sin entender comienzo a sintir mis manos húmedas y llenas de espesor.

 

—Mira tus manos, quería Eira —ahogo lo que me dice y me sobresaltó al verlas llenas de sangre—. Tranquila, te entiendo. Yo también querría matar a quienes me han escondido la verdad de quien soy y a quien estoy totalmente segura, perteneces.

 

—¿Q-Qué? Yo no...entiendo —escucho un jadeó de dolor detrás de mí, pero antes de que pueda voltear, la mujer peliroja me toma la barbilla de forma brusca. Enterrado sus largas uñas en mis mejillas.

 

—No sabes cuánto me divierte verte así tan inocente y tan estúpida, tan débil —llevo mis manos hacia su muñeca, tratando de apartar su mano de mi rostro—. Verlo a él, roto, bestial e inútil, que lástima que quién tiene que liberarlo sea solo una escoria que huye.

 

 

—¡Sueltame bruja! —exclamo abofeteandola, pero ella solo se dedica a sonreír.

 

Aparta su mano de mí y se lleva la uña del dedo anular a su boca.

 

—Asqueroda e irritantemente dulce —murmura—. Te diré un secreto Eira. De nada sirve correr si tu destino ya está escrito, solo queda aceptalo, pero por lo que veo tu ya lo hiciste. Mira a nuestro alrededor, si que te lusiste querida.

 

Observó a nuestro alrededor sin entender a qué se refiere hasta que nuevamente el jadeó llega a mis oídos y me obliga a mirar el suelo.

 

—¡Oh, Dios mío! —mi garganta se seca al ver cuerpos humanos y de animales a mi alrededor—. No, no, no.

 

 

—Sí, sí. Es muy real —susurra en mí oído—. Es lo que pasa cuando reconoces quein eres en realidad, Eira. 




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