El sonido del despertador resonó por toda la casa. Un joven somnoliento, batallando contra el sueño, intentó apagarlo.
—¡Qué sueño tengo! Pero tengo que prepararme para los exámenes. Si no, no podré entrar a la universidad... ¡carajo! —pensó.
Con un gran bostezo, se levantó de su cama y se dirigió hacia su mesa de estudio. Era lunes por la madrugada. El sol aún no salía, eran las 4 de la mañana. Estaba frío y oscuro, pero aun así tenía que estudiar para los exámenes que serían en unas horas.
Estaba muy concentrado en sus estudios hasta que un ruido llamó su atención.
—¿Qué pasa...? Tal vez sea el gato.
Al principio no le dio mucha importancia, pero el sonido seguía ahí.
—¿Qué demonios es esto? ¿Eres tú, Peluso?
Bajó las escaleras, pero no encontró nada. Aun así, los sonidos seguían resonando en su cabeza. Los buscaba por todas partes, tratando de encontrar de dónde provenían, pero no lo lograba.
—¿Qué está pasando...? ¿De dónde viene ese ruido, justo ahora que estoy más ocupado?
Buscó por toda la casa, sin éxito. Al regresar a su habitación, dispuesto a continuar sus estudios, el sonido se produjo nuevamente... pero esta vez, venía claramente desde su cuarto. Con cautela, se fue acercando poco a poco. Al entrar, no había nada.
¡PUM!
Un estruendo lo hizo temblar de miedo. Al darse la vuelta, vio a su gato.
—¡Ah! ¡Eres tú! Me asustaste, gato tonto. Así que eras tú el que estaba haciendo ese sonido. Ven acá... ¡sal y no me molestes, estoy estudiando!
El gato salió de la habitación rápidamente, y él cerró la puerta detrás de él.
—¡Por fin puedo estudiar!
Al sentarse en su silla, una gota oscura cayó del techo directamente en su cuaderno.
—¿Qué es esto...?
Al levantar la cabeza, una criatura oscura con ojos brillantes y una sonrisa diabólica lo observaba desde arriba. Y gritó:
—¡Pin Pin!
...Era el sonido de la alarma.
Exaltado, saltó de la cama. El sonido del despertador lo había despertado. Parecía que todo había sido un sueño.
Respirando agitado, empezó a darse cuenta de que había sido solo una pesadilla.
—Solo fue una pesadilla... pero fue tan real.
El miedo seguía presente por la figura de esa criatura. Sus ojos y su sonrisa lo perseguían. Se dio una bofetada para calmarse, ya que su cuerpo no le respondía bien.
—Cálmate... fue solo una pesadilla. Eso es todo. Y todavía tengo que estudiar para mis exámenes. ¡Los exámenes son los verdaderos monstruos, y para poder acabar con ellos necesito estudiar! Vamos a comenzar.
Poco a poco se fue calmando. El miedo iba desapareciendo. Mientras más estudiaba, más se tranquilizaba.
Pero nuevamente, ese sonido volvió a surgir.
Al escucharlo, su sangre se heló, se puso pálido y empezó a temblar.
—Esto debe ser un sueño... o mi mente me está jugando una mala pasada. Tranquilo... tranquilo...
Se dio una bofetada.
—¡Ouch! Bueno, parece que esto no es un sueño. ¿Peluso, eres tú?
Con las piernas temblorosas, nuevamente se dirigió a ver qué provocaba ese ruido. Su cuerpo no le respondía por completo, su mente titubeaba, pero ese sonido no paraba. Tenía que saber qué lo provocaba.
Volvió a buscar por todas partes, pero no encontraba la fuente. El sonido no se detenía.
Cuando finalmente cesó, empezó a subir nuevamente a su habitación, con la duda aún presente. Al subir las escaleras, escuchó el sonido en su cuarto. Como un déjà vu, cayó de rodillas por lo que escuchaba y por lo que recordaba.
Era como su sueño.
Su mente le gritaba que se moviera, pero su cuerpo no respondía. Gateando poco a poco, llegó hasta su cuarto. Al entrar, no había nada.
Nuevamente sintió algo detrás de él. Su cuerpo se paralizaba, le costaba mucho mirar hacia atrás. Algo rozó su pie, y con ese impulso dio un salto hacia adelante, con mucho susto.
Al mirar atrás, solo vio a su gato, nuevamente.
Pero esta vez no se calmó al verlo. Era exactamente lo mismo que había vivido en su sueño.
Poco a poco levantó la cabeza hacia el techo, esperando no encontrarse con esa criatura.
No había nada. Empezó a calmarse lentamente.
El gato se acercó a él, fregándose contra sus piernas, tratando de llamar su atención. El joven lo acarició, intentando relajarse.
—Peluso, me diste un gran susto... esto me está volviendo loco... y tú ahí, como si nada, gozando de la vida...
De pronto, el gato empezó a comportarse de forma extraña. Se quedó quieto, como una estatua.
Al darse cuenta, el joven empezó a apartarse.
—¿Peluso...? ¿Qué te pasa?
El gato empezó a moverse hacia adelante. De pronto, su cabeza comenzó a girar lentamente... luego más rápido. Se escuchó un crujido horrible. La cabeza dio una vuelta completa.
Él no podía creer lo que veía. Empezó a apretar los puños con tanta fuerza que sus uñas traspasaron su carne y empezó a sangrar... pero no sentía dolor. Solo terror.
La mirada del gato se oscureció, y una sonrisa se formó en su boca. De pronto:
—¡Mauyo! ¡Miau! ¡Miau! —se repetía una y otra vez.
El joven se tomó la cabeza con ambas manos.
—No puede ser... no puede ser... ¿¡qué está pasando!?
Hasta que un gran maullido salió:
—¡Miau!
Y nuevamente despertó en su cama.
Ahora, con el cuerpo temblando, se negaba a creer que eso hubiera sido otro sueño. Las heridas en sus manos habían desaparecido.
Ya no sabía si estaba dormido o despierto. Se volvió a abofetear, esta vez con más fuerza, intentando asegurarse. Pero el dolor se sentía real.
El miedo no se iba.
—¡tranquilizate ! Solo fue un sueño... un maldito sueño. ¡Esta vez sí estoy despierto!
Aunque lo repetía, su mente no estaba segura.
Pasaron las horas... no se movía. Solo estaba en su cama, mirando cómo corría el tiempo. Sus exámenes eran en cuestión de horas, pero él no podía calmarse.
El ruido nuevamente volvió a aparecer.