Aquello era, realmente, hacer compras.
Como iba con Georgina, no tenía límites en cuanto a los gastos, y Heather sintió que entre las dos vaciaron las tiendas de aquél centro comercial.
Debido a que la mayoría de almacenes tenían el servicio de entrega a domicilio, no tenían que andar con bolsas para arriba y para abajo. Georgina realmente tenía buen gusto y la asesoraba muy bien cada vez que señalaba algo que le llamaba la atención.
—Cariño, me temo que para ti están vedados los tonos naranja y amarillo. ¡Eres pelirroja! –le dijo Georgina cuando se quedó mirando una chaqueta en un tono naranja pálido.
—Tienes razón, a veces lo olvido. Pero… en mi guardarropa había de todo esto.
—Porque eras una rebelde sin causa, y nadie, sin excepción, podía decirte algo al respecto.
—Cada vez me gusto menos.
—No digas tonterías, ahora eres un espectáculo de mujer, bella no sólo por fuera, sino también por dentro—. Heather sonrió. Aquello se parecía mucho a lo que Tess solía decir. La miró y encontró que estaba mirando una chaqueta color marfil de botones grandes y negros considerando si llevarla o no.
— ¿Tú no vas a comprar nada?
—Estamos aquí por ti.
—Pero mira… hay lencería bonita.
— ¿Lencería? ¿Para qué?
— ¿Cómo que para qué? Estás casada, ¿no? –Georgina torció el gesto.
—No te preocupes. No necesito nada de eso –Heather frunció el ceño, dejó la ropa que estaba mirando y se acercó a su madre.
—Tú y papá no…
— ¿Es bastante extraño hablar de esto contigo, sabes?
— ¿No tienen intimidad? –Georgina dejó salir el aire.
—Hace milenios tu padre no me toca.
— ¡Qué estúpido! –Georgina la miró de repente, como sorprendido de que alguien se atreviera a llamar estúpido a Phillip, pero claro, era Heather—. ¡Mírate! ¡Eres tan joven, y tan hermosa! ¡Quisiera tener tu cuerpo a tu edad! ¿Cómo puede él ignorarte? –Georgina se alzó de hombros, aunque sus mejillas se habían sonrojado un poco, tanto por el tema de conversación, como por el cumplido de su hija—. No me digas que tiene a otra—. Georgina se volvió a encoger de hombros.
—Tal vez.
— ¿Tal vez?
—Nuestro matrimonio no fue por amor, de todos modos. Fue casi como será el tuyo. Ya te acostumbrarás.
— ¿Y en todo este tiempo no conseguiste que se enamorara de ti?
— ¿Por qué me atacas de esa manera?
—Porque también veo que tú eres tonta.
—No me parece justo que me trates así, ¿sabes? Tú definitivamente no conoces a tu padre.
— ¿Y tú sí? –Heather resopló de manera poco femenina y se fue de nuevo a admirar la ropa que se compraría. Georgina miró la roja cabellera de su hija haciéndose mil preguntas. Realmente nunca había intentado seducir a Phillip, y en el fondo, creía que ya era un poco tarde para ponerse con esas tonterías.
Aunque… había veces que lo miraba y anhelaba algo más.
Heather tenía razón, era tonta, porque al contrario que Phillip, ella sí se había enamorado de su marido.
Llegó la noche del sábado y Heather se estrenó uno de sus tantos trajes nuevos; un vestido de falda volada y sin mangas color verde botella bastante oscuro que contrastaba perfectamente con su piel pálida y color de cabello. Éste lo llevaba más o menos recogido en un moño alto, dejando que se escaparan mechones rojos por algunos lados del peinado.
Estaba un poco nerviosa. Su prometido iba a llegar y ella no sabía cómo actuar frente a él.
Lo que todos le habían dicho era que se odiaban el uno al otro, pero y si… ¿y si él quería darle un beso? ¡O peor! Si decidía que, ya que eran pareja, él tenía todo el derecho de llevársela a la cama. ¡No sabría qué hacer! No sabía si Heather había tenido relaciones antes, aunque era muy probable, la juventud de hoy en día no era para nada como la de su época.
¿Qué hacer?