Locura de amor

-21-

—Señor Branagan –anunció la secretaria—, la señorita Calahan está aquí.

Aquello lo tomó por sorpresa.

Ah, esperaba fervientemente que ella se lo pensara, que reflexionara, pero no imaginó que a la tarde siguiente ella estaría aquí. Esperaba que fuera para decirle lo que él ansiaba escuchar.

—Hazla pasar –ordenó, y segundos después apareció ella, Sam, pero que prefería ser llamada Heather. Llevaba un sencillo conjunto verde limón, y sandalias que casi dejaban al desnudo sus pies, pero que eran preciosas. Toda ella estaba hermosa, y él sólo pudo hacer una mueca.

—No te esperaba por aquí –le dijo. Ella elevó su mirada hasta él y encontró en ella incertidumbre.

—Pensé… Pensé que estarías tan enojado conmigo que no me recibirías.

—Ah, ¿de veras?

—Y realmente no me preparé para… hablar contigo –eso lo hizo reír.

—Pero tenías que decirme algo…

—Te amo –soltó ella de pronto. Raphael se quedó en su sitio como si le hubiesen clavado los pies en el suelo—. Siento haberte hecho creer anoche que eres menos importante para mí que mi sentido de la justicia –él frunció el ceño, confundido.

—Haces todo esto por… ¿tu sentido de la justicia? –ella miró en derredor, caminó hacia los muebles y se sentó. Respiró profundo varias veces y eso lo preocupó. Se sentó cerca de ella, en silencio, esperando cualquier cosa que tuviera que decirle.

—Cuando tenía trece años –empezó ella— conocí a Ralph Branagan, tu abuelo –eso le hizo alzar sus cejas, sorprendido—. Sus padres llegaron desde otra ciudad y se instalaron en la casa al lado de la nuestra. Cuando eso, los espacios entre casas eran más amplios, así que nosotros teníamos mucho jardín para jugar. Yo… me enamoré de él al instante, pero nunca se lo dije –cerró los ojos y volvió a respirar profundo, como si simplemente buscara fuerza para seguir—. Nunca se lo dije –repitió—, así que cuando cumplí diecinueve años, llegó una hermosa rubia de ojos azules que me quitó a Ralph.

—Mi abuela.

—Sí –Heather sonrió con tristeza—. Yo lo amaba, pero ella era más hermosa que yo, era buena, sabía cocinar también, y sus padres eran importantes. Tenían dinero… no mucho, pero algo sí. Y Ralph se enamoró de ella, y no lo culpé. Deberías ver mis fotografías de joven, era realmente muy simple, cabello castaño y sin ninguna gracia –Heather, aunque ahora a quien veía era a Samantha, cerró sus ojos con fuerza y siguió—. La noche antes de la boda… Dios, voy a destrozar la imagen que tienes de tu abuelo…

—No importa, quiero saber.

—Esa noche él fue hasta mi casa. Se asomó por la ventana de mi habitación y yo lo dejé entrar, tal como siempre hacía, aunque… —se apresuró a aclarar— sólo era para charlar o hablar, nunca fuimos más allá de los besos.

—Comprendo.

—Él me dijo esa noche que estaba confundido. Que no estaba seguro de casarse a la mañana siguiente.

— ¿Te dijo eso?

—Sí, no te estoy mintiendo.

— ¿Y tú qué hiciste? Ah, espera –interrumpió él antes de que ella pudiera hablar—. Le dijiste que se casara con mi abuela, que era lo correcto. A que sí.

Heather se mordió los labios.

—Y una parte de mí lo lamentó por el resto de mi vida.

— ¿Y qué aprendiste de eso, Heather? –ella se echó a reír.

—Hice bien, en parte, también.

— ¡Mierda, Heather! –exclamó él levantándose de su asiento.

—Ellos se casaron y fueron felices; tuvieron a Richard… y Richard te tuvo a ti. Hice bien –ella se puso en pie y caminó hasta él, que la miraba entre furioso y confundido—. Es cierto que luego quise haberle tomado la mano y metido en mi cama para seducirlo. ¡Lo habría hecho! Pero no pude, y… si se repitiera la historia, seguro que lo volvería a hacer.

— ¿Por qué?

—Porque mi error no fue haberlo dejado ir esa noche. Mi error fue no haber luchado por él desde el principio. Tuve sesenta largos años para reflexionarlo, sesenta largos años hasta que pude conocerte. Por eso desde el mismo instante que te vi, supe cuál era mi destino ahora… mi destino era luchar por ti; y no al final, sino desde el mismo inicio, tal como no hice por tu abuelo. He estado contigo sólo tres meses de mi vida, y han sido los tres meses más hermosos, y si tuviera que esperar otros sesenta años para estar contigo otra vez así, lo haría.




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