Locura de amor

-26-

Phillip esperaba fuera de las oficinas de Raphael Branagan, llevaba en sus manos una carpeta con documentos, fotografías, y evidencias.

Se había presentado allí sin anunciarse, sin contarle nada a Georgina para no preocuparla más. Sabía que Raphael estaba en una reunión, y por eso esperaba. No había querido ir a Richard a ponerle la queja del comportamiento de su hijo, venía directamente a él para obtener respuestas, pues no sólo no había ido a ver a Heather al hospital, sino que también habían empezado rumores donde se decía que Raphael se devolvía a Londres indefinidamente.

O él estaba dando por sentado que Heather nunca despertaría, o simplemente no le importaba lo que fuera de ella en el futuro, y no sólo estaría incumpliendo con su palabra, y la palabra de su padre si eso era así, sino que se estaba portando como el peor de los canallas.

La secretaria le anunció que ya Raphael podía recibirlo y él traspasó la puerta de la oficina. Al interior, lo que vio lo sorprendió un poco; Raphael había bajado de peso; tenía ojeras, como si llevase días sin dormir, y un aspecto un poco desaliñado, con las mangas arremangadas y el cabello un poco desordenado. No creía que se debiese a problemas financieros, los Branagan habían ganado millones en su última negociación. Entonces este aspecto cansado y de quien no ha dormido ni comido bien se debía a otra cosa.

—Hola, Phillip –lo saludó él—. Pensé que irías directamente a mi padre.

—No eres un niño de cinco años para que vaya a ponerle quejas a Richard; eres un hombre adulto. Y si me recibes con esa frase, es que sabes a lo que vengo—. Raphael sonrió de manera torcida y le señaló los muebles, luego, él mismo se puso en pie y se sentó en el sofá.

—Vienes a reclamarme el no haber visitado a tu hija estos días, ¿no? También sospechas que quiero cancelar el compromiso, y es cierto. No me casaré con tu hija.

Phillip respiró profundo, y miró la carpeta que sostenía en la mano.

—Eso lo vamos a ver –dijo simplemente, en tono un poco ominoso mientras tomaba el asiento que Raphael le brindaba. Raphael torció sus ojos, sabiendo que nada de lo que Phillip le dijera le haría cambiar de opinión—. Samantha Jones –dijo de repente Phillip, y a Raphael se le erizó la piel— era una afable mujer de ochenta años, vecina de Tess Warden. Sus apartamentos quedaban una puerta frente a la otra. Eran amigas y vecinas desde hacía más de seis años—. Phillip miró a Raphael, y encontró que éste apretaba su mandíbula intentando disimular la sorpresa, pero Phillip no se dejó engañar—. Es decir, podría ir ahora mismo a la policía, para que apresen a Tess…

— ¡Ni se te ocurra!

— ¿Por qué no? Podría ser que Tess se confabulara con esa anciana para que intentara asesinar a mi hija, ¿no?

—Jamás. Tess no es una asesina, ¡y Samantha menos!

—Es decir que conocías a la mujer.

—Mira, Phillip…

—No, no… Déjame terminar –Raphael se puso en pie y le dio la espalda dando unos pasos. Phillip siguió—: Samantha estuvo en el hospital por tres meses, los mismos tres meses en que mi hija… Heather… tuvo un comportamiento inusual. Fue buena, ayudaba a los niños pobres y enfermos, salió de repente con una mejor amiga, y no una cualquiera, ¡sino Tess Warden! Madre de tres hijos, y vecina de la antigua Samantha… —vio a Raphael pasarse una mano por la cara, masajeándose—. Cuando Samantha murió –siguió Phillip— Tess asistió al funeral con dos de sus hijos… y tú, Raphael, tú estuviste en el sepelio.

—Phillip…

—He investigado, me ha tomado dos semanas tener todos los datos, o todos los que he podido. Ni tú ni mi hija conocían de antes a esta anciana, pero me encuentro con que no sólo tú vas a su funeral, sino que mi hija pagaba con su dinero la hospitalización de la mujer.

— ¡Mierda!

—Heather sí la conocía, fue a visitarla varias veces al hospital, las enfermeras lo corroboraron, y como tú y ella estaban tan unidos y no tengo a quién más preguntarle, por eso te pregunto a ti. ¿Qué relación había entre esta mujer, Heather y tú? –Raphael se echó a reír, y eso sorprendió un poco a Phillip.

—Menudo triángulo –dijo Raphael entre risas, pero no era una risa llena de humor, vio Phillip. Él estaba lleno de amargura, y en un momento lo vio darle la espalda y servirse un whiskey. No le ofreció uno a él, aunque bueno, era temprano aún.




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