Locura de Amor [saga Arévalo #12]

Capítulo 4

Adán

Flexione mis músculos y giré mi cabeza de un lado a otro, aún no amanecía, pero ya me había duchado por que no podía dormir.

Pasé mi mano por mi dorso y decidí no ponerme la camisa, todos dormían en la casa aún.

Bajé los escalones y entre a la cocina, a nadie se lo decía, pero me sentía sólo, quizás era la edad, quizás el deseo de tener una familia.

Calente la comida del día anterior y me senté a comer, al poco rato apareció la chica que hacia a Marcelo rabiar, me sorprendía que hubiera madrugado.

— Adán 

— Me asustaste—sonrei, mientras ella se acercaba al refrigerador.

— Lo siento, cuando me levanté para beber un poco de leche, no pensé que me encontraría con alguien en la cocina.

— A veces me levantó a esta hora— puso a calentar leche y luego se sentó frente a mi.

— Ya está amaneciendo— ella desvió la mirada hacia la ventana.

— Hummm—respondí y seguí comiendo.

— ¿Él se levanta temprano?— me encogí de hombros.

—De hecho no tardará  en aparecer por esa puerta y buscar a hacer café —Lalita asiente y se levanta para sacar el bote de café y enciende la cafetera, Marcelo se sentirá feliz de que al fin alguien le preparé café que no era la Señora Morgan.

—¿Lo bebe cargado?

Asenti, después de unos minutos, se sentó frente a mi y ambos nos quedamos en silencio.

Se escucharon los pasos apresurados bajar las escaleras.

—Buenos días — Marcelo saluda, pero su voz suena un poco molesta, no era de extrañar, raro sería que él se levantará con una gran sonrisa.

— Buenos días Marcelo, el café ya estará en un momento — debería estar brincando en una uña, porque la chica estaba pendiente de él.

—¿Tú lo has preparado?—rodé los ojos, obvio que si, yo no lo preparaba por que decía que era agua con azúcar.

—Así es —respondió ella.

— ¿Te robaron la ropa?—levantó la mirada y me encuentro con el rostro duro de Marcelo, suspiró y ya sabia por donde iba.

— Que yo sepa no, pero termino de desayunar y revisó mi closet — luche por no soltar una carcajada ya que la cara de furia que él tenía era única...asi que él sentía celos.

—No quiero que andes por la casa sin ropa Adán.

—No me imaginé que se levantarian temprano, además solo no llevó la camisa —me encogo de hombros, estaba jodido el asunto si Marcelo se pondria en el plan de que deberia de vestir con armadura para que Lalita no me mirara ni la piel del cuello. Di un saltó al escuchar el golpe de una taza al estrellarse en el suelo, ¿habré exteriorizado mis pensamientos?

Miró a Marcelo quién no se ha inmutado por la taza, su mirada es oscura.

—¿Estás bien?— enarcó una ceja al verla que se levantó para recoger los restos de la taza, pero él no lo permitió.

— Yo lo recogo — llevó mi vaso de jugo a los labios mientras los veo mirarse como si nadie más existiera a su alrededor, lleve un bocado de comida a mis labios mientras ellos se contemplaban, vaya mi propia telenovela personal, hasta yo estaba expectante para ver que pasaba.

Quise darme un golpe en la frente al escuchar un auto acercarse, era el colmo, el día que me levanté más temprano para tener un momento a solas con mis pensamientos, todo el pueblo madruga y no puedo andar sin camisa según la orden de Marcelo.

Marcelo abre la puerta de la cocina y lo veo quedarse en el umbral y susurrar.

Quién quiera que sea, no traía malas noticias a juzgar por la alegría que se oía en la voz de Marcelo, algo no muy común, Lalita está pendiente, sonrío, seria interesante ver a mi primo enamorado.

—Pasa Raquel — mi mirada se fija en ella, se veía más bonita que la ultima vez que la vi, su sonrisa tan radiante, esperé sentir una patada en el estómago, pero no sentí nada, detrás venía Gema, sólo pude ver sus ojos que se desviaron cuando se encontró con mi mirada, ella creció despreciandome y al parecer seguia sintiendo lo mismo, pero no iba a prestar mas atención a su desprecio asi que las saludo con un movimiento de cabeza y continuó llenándome la boca.

— Lamento llegar así Marcelo, sin avisar, pero es horrible este problema en el rancho. No tenía a donde ir

— No te preocupes Raquel, tú y Gema son bienvenidas en mi rancho — se acercó a la cafetera y les sirvió café, pero mi mente se había quedado en las ultimas palabras, se quedarían en el rancho, podría mirar a Raquel todos los días y averiguar mis sentimientos.

Cuando mi primo saco tres platos para servirles desayuno, me puse de pie y me sorprendi que Lalita lo hiciera, rode los ojos al escuchar hablar a mi primo.

— ¿No desayunaras Lalita?—

—No, me iré al trabajo con Adán— rápidamente la mire con sorpresa y antes que hablara, ella me sujetó del brazo y me sacó a rastras que no tuve mas remedio que seguirla.

— ¡Adán! — me rascó  la nuca ante el gritó furioso de Marcelo. En la mirada de Lalita hay una súplica silenciosa, bien, hagamos rabiar a mi primo.

— Ya bajó Adán, ponte una camisa — asiento, mientras Lalita sube los escalones casi corriendo.

— ¿Qué mierdas haces? — suspiró y miró a Marcelo.

—Nada, la ignoras y luego te molestas por que ella se marcha del comedor, regresa con Raquel y Gema, yo la llevó al trabajo.

— ¡Ni hablar!— apreta sus puños y se acerca —No te metas Adán.

Sonreí

—Bien — me giré y caminé a mi habitación que estaba en la planta baja.

Me cepille los dientes, puse mi camisa y salí a las caballerizas.

Revise los caballos, sentí pasos, pero no me giré, sabía quién era.

—Hay un potrillo —seguí cepillando a la yegua sin responder —¿Tiene nombre?—dejé de cepillar y miré a todos lados ¿era conmigo? Aparentemente si, era el único en las caballerizas.

—Trueno —ella se acercó y me sonrió, la miré y me di cuenta que era una joven preciosa, Raquel era una belleza clásica, pero Gema era única, la manera en que se curvaban sus labios, su mirada brillante... la chiquilla había crecido, pero aún era muy joven.




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