Locura de Amor [saga Arévalo #12]

Capítulo 5

Gema

Sentía furia en su máxima expresión ¿cómo era posible que Adán siguiera viendo a Raquel como cuando éramos niños?

— ¿Estás bien? — respiré profundo y luego me giré para mirar a la chica de Marcelo.

— Si — pasé mi lengua por mis labios, miré de reojo y mordí mi labio al ver la pobre flor estrujada junto al florero.

La chica no dijo nada acerca de la flor sólo se acercó a mi.

—Soy Lalita — extendió su mano, sonreí y estreche la de ella, era alguien agradable.

— Soy Gema — ambas sonreímos.

— Iré a dar un paseo, aún no conozco bien la hacienda.

— Te acompañó,  necesito salir — caminamos en silencio hacia el porche, acomodé un mechón de mi cabello detrás de mi oreja y me tense al ver a Adán sentado en la silla mecedora con la mirada perdida en el horizonte, escuchó nuestros pasos y giró su rostro para vernos.

Sonrió y mi corazón latió a mil al ver esa sonrisa que me cautivo desde que lo conocí.

— ¿Dónde van? — Lalita se detuvo y enarcó una ceja.

— ¿Marcelo te ha dejado vigilandome? — Adán negó — Bien, iremos al río.

Él se recostó en la mecedora y estiró sus piernas.

—Con cuidado chicas — bajó el ala de su sombrero y continuó meciéndose.

Antes de bajar los escalones, miré sobre mi hombro y podría jurar que Adán me estaba viendo, pero por la sombra que hacia el ala de su sombrero no podría asegurarlo.

Adán

—Otra vez tomando — levanté la mirada y me encontré con Barry que me miraba con preocupación.

—Eres un mal dueño de negocio, vendes licor y casi me echas a patadas por venir a tu cantina.

Barry suspiró y se sentó frente a mi, sonrío un poco.

—Lo sé, pero a ti te conozco desde que eras un chico, creciste en Mina el Limón — frunció el ceño por un momento — ¿Tu madre está bien?

— Lo está — tomé la botella y me servi otro trago — ¿Quién servirá ron hoy? — Barry se encogió de hombros y apoyo los codos en mi mesa.

— ¿Qué pasa Adán? — fruncí los labios y negué.

— ¿Ahora eres psicólogo? — él volvió a sonreír.

— No te imaginas cuántas tristes historias he escuchado en esa barra a través de los años, he dado consejos que han sido acertados, así que, se podría decir que soy psicólogo — silbe, pero al ver su expresión sería y preocupada, solté el aire y desvié la mirada por un momento.

—Me siento solo, eso es lo que pasa — volví a verlo esperando una sonrisa de burla, pero está no llegó, en su mirada había comprensión.

—Se lo que se siente — pasó una mano por su cabello gris — Cuando enterré a mi esposa, la soledad se alojó en mi vida.

—Lo lamentó Barry — nos quedamos en silencio por un momento, luego él sonrió.

— Sabes que yo la conocí desde que eramos niños, yo era mayor que ella, así que la miraba como una hermana menor, pero ella me amaba y yo nunca lo supe — él estaba perdido en sus recuerdos —Ella se cansó de esperar que yo la mirará como algo más que una hermana y un día decidió darse una oprtunidad con alguien más, cuando la vi con otro, sentí celos, rabia, enojo y supe que no sentía eso por que la veía como una hermana, era por que la amaba.

Sonreí y bebí un largo trago.

— ¿Y que hiciste?

— Luche por ella por que no estaba dispuesto a perderla.

— ¿Cuantos años eras mayor? ¿tres? ¿cinco?— Barry sonrió y negó.

—Doce años — fruncí el ceño y esta vez deje de luchar con mi mente y permití que el recuerdo de aquella chiquilla invadiera mis pensamientos, no entendía la razón ya que ella me odiaba.

—Era una niña

—No lo era, cuando me casé con ella era una mujer de quién me sentía orgulloso llevar del brazo.

—Debo irme — saque un billete y lo puse en la mesa, la fuerte mano de Barry se posó en mi antebrazo y me detuvo.

— Adán, eres joven aún, el amor puede llegar en cualquier momento.

— Quizás no fue hecho para mi, he conocido Muchas mujeres y lo sabes. He sido mujeriego, pero no he amado.

— El amor llega cuando menos lo esperamos.

—Pues el mio debe andar perdido, sin ningún mapa para dar conmigo.

Barry se quedó en silencio mientras su mano caía a su costado. Pusé mi sombrero y salí de la cantina.

Llegué al rancho y ya todos dormían, pegué la frente en el timón de la camioneta y cerre los ojos. No entendía por que ese hueco en mi pecho, por que la sensación de que me faltaba algo, suspiré y miré hacia la casa, solo había una luz encendida y era la de la habitación de Gema.

Me recosté en el asiento de la camioneta, y mi mirada se quedó fija en esa ventana. Marcelo aseguraba que Gema era alguien dulce y que no menospreciaba a nadie por su clase social, pero está chica desde que me conoció sólo golpes me recetaba, la última maldad que me hizo fue cuando ella tenía dieciséis años, yo había recogido un gato que habían abandonado, ella llegó a los establos y acarició al gatito. Lo tomó entre sus brazos y por un momento se transformó en alguien amable, dulce, pero llegó Raquel y ella de repente me tiró al gato y este arañó mi rostro cuando fue apartado de su comodidad.

Solté un suspiro largo y bajé de la camioneta, quizás había bebido demasiado para estar pensando en Gema.

Cuando entre por la puerta de atrás, subí a tropezones las escaleras y trate de hacer el menos ruido posible, cuando pasé por la habitación de Gema, sin evitarlo miré y la puerta estaba entreabierta, me quede de pie frente a su puerta y sin evitarlo me acerqué y miré hacia dentro, ella estaba acostada boca abajo leyendo un libro.

No evité admirar su cuerpo enfundado en una pijama de color pastel, su cabello caía como seda sobre su espalda, sus formas ya no eran las de una chiquilla, su redondeado trasero se miraba tan apetecible que ... sacudí mi cabeza.

Frunci el ceño al darme cuenta de lo que estaba haciendo, estaba espiando a una chica, retrocedí y seguí mi camino, sintiéndome culpable, esté no era yo. No acostumbraba espiar, quizás el ron donde Barry me había hecho delirar.




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