Locura Indemne

Capítulo 11: Conociendo a tu familia, parte II

Toc, toc, toc

— ¿Talos? —llamó Atelia al llegar frente a su puerta. Al no recibir respuesta se adentró lentamente en la habitación, pero se encontró con la sorpresa de que el hombre no estaba por ninguna parte. O al menos eso pensó hasta que un ruido proveniente de una puerta a la derecha del cuarto llamó su atención, pero nada la pudo preparar para lo que vio.

La ojinegra se quedó congelada en su sitio al ver aparecer a Talos con solo una toalla amarrada a su cintura, secándose el cabello con otra, por lo que todavía no se había percatado de su presencia

Gotas de agua recorrían sus fuertes brazos y su marcado torso lleno de músculos, para perderse luego por el borde de la toalla. Sus piernas no se quedaban atrás mostrándose bastante ejercitadas y fuertes. En ninguna de ambas partes había ni un solo vello y cuando el hombre se giró pudo apreciar de lleno su espalda notando de inmediato un magnifico tatuaje, logrando que Lía se preguntará en su pudor ¡¿cómo carajos fue que no lo vio aquella noche?! Pero pues lo que si podía afirmar es que se le veía muy bien y no podía llegarse a imaginar el escenario que le había dicho a Lucas donde el tatuaje perdería la gracia cuándo llegará a viejo, era algo casi imposible de imaginar. Pero cuando vio que tenía intenciones de quitarse la toalla fue como si algo hiciera corto en su mente, y muy sonrojada por fin reaccionó.

— ¡AH! ¡Perdón! —chilló girándose velozmente, tapándose los ojos con las manos avergonzada.

Talos se giró en guardia cuando escucho el grito, pero se quedó impactado al encontrarse con Atelia en su cuarto. Su mandíbula tocó el piso al ver que venía ataviada con un bellísimo vestido morado.

El vestido se ataba detrás de su cuello por dos tiras gruesas de encaje blanco, que seguían hasta la zona del busto donde se dividían al aparecer un escote de barco y se volvían a unir justo debajo de sus senos finalizando en forma de flecha. La tela del vestido se adhería a su piel marcando todas sus curvas y dejando, de paso sea dicho, la espalda al descubierto en un escote que le llegaba hasta la mitad de esta. El vestido terminaba en las rodillas en una falda ni ajustada ni demasiado suelta. Y para rematar la imagen, estaba usando unas sandalias negras de tacón bajo que se amarraban a través de unas tiras que subían unos centímetros por sus tobillos, dando la impresión de que sus piernas eran más largas de lo que medían en realidad.

Al estar de espaldas a él no podía ver su cara, pero podía afirmar que estaba igual de exquisita que todo lo demás y más al estar de seguro con un bello sonrojo, pero lo que si alcanzaba a ver era que se había recogido el cabello en un moño alto… ¿qué había hecho él para que semejante ángel se escapará del cielo y llegará a acompañarlo en su casa? No estaba seguro, pero lo que si podía afirmar es que con todo gusto iría al infierno una vez que lo hubiera conquistado.

Se iba a acercar para alagarla, pero cayó en la cuenta de que él estaba solo con una toalla rodeando sus caderas y ella estaba con un vestido de tentación. ¿Cuántas veces no soñó con algo así cuando era adolescente? (Aunque últimamente tampoco podía negar que tenía los mismos tormentos por las noches).

Aclarándose la garganta y rogando por misericordia a los cielos, le habló.

—Lí-Lía ¿qué haces aquí? —preguntó tratando de sonar seguro.

La mujer se sonrojo más de ser posible, pensando incansablemente lo mismo, hasta que gracias a Dios recordó lo que había provocado eso…

No sé por qué tengo la idea de que Rin lo hizo con premeditación” pensó sin saber si agradecerle o regañarla…

—Ri-Rin me pidió que te viniera a buscar para irnos. Pe-pero disculpa que haya entrado así no sabía que tú, que yo, este… ¡te esperamos abajo! —exclamó por fin la morena demasiado nerviosa por estar ahí.

— ¡Espera! —Antes de poder predecirlo Talos la había aprisionado contra la puerta de su cuarto y podía sentir a su espalda el fuerte torso del doctor todavía mojado, que por lo mismo hacía que pequeñas gotas humedecieran la espalda del vestido, pero en esos momentos no le podía importar menos. Pensó con la respiración acelerada.

Talos no estaba mejor que ella pues sin proponérselo tenía todo su torso pegado a su espalda y podía oler libremente su fragancia tan característica quedando hechizado. Su plan original había sido retenerla por el brazo suavemente, pero al ver que tenía intenciones de irse una tremenda adrenalina recorrió su cuerpo y antes de darse cuenta había chocado con el perfecto cuerpo de su mujer… aunque ella todavía no supiera lo del “su”.




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