Poco a poco sentí como mi cuerpo despertaba de la inconsciencia y una vez que conseguí abrir los ojos, todavía aturdida, vi a mi alrededor encontrándome con que estaba acostada en un hermoso y gigantesco cuarto.
El lugar era cubierto por una peluda alfombra blanca, y tenía unos amplios ventanales por donde entraba libremente la luz al estar recogidas unas cortinas rojas que parecían bastante caras. Con cuidado y sintiendo el cuerpo molido me senté en el colchón. La cama era de dosel y tenía un maravilloso acabado de madera parecido a los del sigo XV, las sabanas eran suaves al tacto y complementaban la demás decoración de la habitación en donde predominaban el rojo y el blanco por sobre los demás colores que había. Dos pequeñas mesitas de madera estaban postradas a los lados de la cama donde fácilmente podrían entrar diez personas. En el medio del cuarto había dos sillones y una mesita de té, que parecía proceder de occidente….
Carajo ¿Dónde estaba? En su vida había visto una habitación tan lujosa, parecía de la realeza, por lo que seguí mirando a mi alrededor para ver cuando iba a aparecer la reina de Inglaterra.
Una puerta se abrió a mi derecha, pero no fue precisamente la reina quien entró.
Con la ira creciendo en mi interior recordé todo lo que había pasado y el cómo habían destruido su casa… al menos Rin nunca podrá estar otra vez en manos de esa perra. Eran los pensamientos de Atelia mientras veía avanzar tranquilamente a Anastasia quien parecía ignorar la presencia de la chica, pero lo que esta no sabía es que nunca en su vida la pelirroja había estado más consciente de ella que en ese momento.
— Es bueno ver que estás despierta Atelia —comenzó Anastasia—. Nunca creí que lograrías causar tanto desastre en tan poco tiempo, incluso siento como si te tuviera que aplaudir —pronuncio con sorna.
— ¿Dónde estoy? —preguntó secamente Atelia con la frialdad cubriendo su cara.
— ¿No es obvio? Estás en el manicomio —anunció con una retorcida sonrisa la mujer—… Aaa supongo que estas todavía medio dormida por el somnífero que te di, pero también supongo que tu desconcierto tiene que ver con que estás en la suite del cielo —explico Anastasia viendo con una sonrisa cómo el color abandonaba la cara de la chica.
La… suite del cielo. Atelia se dejó caer pesadamente en el colchón sintiendo que le faltaba el aire. Pensaba que era solo un rumor, un cuento que crearon los centinelas para asustar a los pacientes, cavilaba Atelia inquieta y por primera vez en mucho tiempo, temerosa.
Se decía que ese lugar se llamaba así porque era el último sitio donde estabas antes de ir al cielo. Irónico nombre ¿no? Nadie había salido de ese cuarto y lo había contado, por eso se decía que ni siquiera existía dicha suite. El lugar era tan cómodo y elegante porque estaba diseñado con la idea de permitir que las víctimas descansaran lo suficiente y se repusieran de las torturas a las que eran sometidas. Las dosis de drogas que les suministraban ahí eran lo suficientemente altas como para que pensarás que tu cuerpo no era tu cuerpo y que podías doblar la realidad del mundo. ¡¿Entienden lo fuerte que es eso?!
La desesperación estaba comenzando a hacer mella en Atelia quien no podía parar de pensar que preferiría estar en un calabozo lleno de ratas a en ese cuarto tan lujoso.
—Huy, parece que has escuchado de este sitio —dijo Anastasia divirtiéndose con la desesperación que parecía comenzar a dominar a la paciente luz naranja.
—Sáquenme de aquí —habló Atelia con los ojos sin ningún brillo y una película de sudor en la frente.
—Por supuesto que te sacaremos de aquí —concedió la pelirroja provocando que el corazón de Lía se parará—. Lo haremos una vez que tu mente se desbloquee y me digas lo que tanto tiempo he esperado —completó con una sonrisa maquiavélica.
—LO QUE TE VOY A DECIR ES QUE ERES UNA MALDITA PERRA BASTARDA —rugió Atelia al lanzarse contra la mujer una vez que termino de escuchar sus palabras. Con lo que no contó fue que dos enfermeras salieran de la nada y le inyectaran algo que la hizo retorcerse.
— ¿Te agradan? Son un regalo, tanto las enfermeras como la inyección. Ellas estarán única y exclusivamente a cargo de ti, por lo que no te tienes que preocupar acerca de que algo te haga falta en tu estadía… indefinida —pronunció Anastasia viendo como súbitamente la chica comenzaba a gritar sudando copiosamente y las enfermeras se encargaban de encadenarla a la cama mientras empezaba a convulsionar sin dejar de gritar agónicamente…
Las drogas y “medicinas” que ahí guardaban eran especiales para doblar la mente de los pacientes, y que vivieran… en todo su esplendor, lo que era la Red Nightmare sin necesidad de estar en ella…