Luigi conducía uno de los dos coches. Juliana iba a su lado y Lug iba acostado en el asiento trasero, con su cabeza apoyada en la falda de Dana, quien acariciaba su cabello y le murmuraba palabras cariñosas para hacerle sentir su presencia. Liam, Bruno y Polansky los seguían de cerca en el segundo coche.
—Estoy muy orgulloso de ti —le dijo Luigi a su esposa.
—¿Por qué? —frunció el ceño ella, sin comprender.
—Por haber permitido que Gus fuera a ayudar a Morgana sin hacer un escándalo del asunto y por haberme dejado ir a rescatar a Merianis. Sé lo difícil que eso debe haber sido para ti. Lo tomaste con gran madurez y entereza, restringiendo tus tendencias sobreprotectoras —le sonrió Luigi.
—¿Estabas probándome con lo de Merianis? —inquirió ella, no muy contenta al descubrirse manipulada.
—No, me estaba probando a mí mismo —contestó Luigi.
Ella lo observó con perplejidad:
—¿A qué te refieres?
—En estos últimos años, la posibilidad de cruzar al Círculo estuvo por primera vez a mi alcance, pero nunca me atreví a pedirte ni a ti ni a Lug que me permitieran conocer ese extraño mundo que ha sido prácticamente el centro de nuestras vidas —explicó Luigi.
—Pensé que no te interesaba.
—Mi falta de interés era fingida —confesó él—. La verdad es que la idea me atraía y me aterraba a la vez.
—¿Por qué?
—El Círculo es un mundo muy diferente al nuestro. No estaba seguro de poder manejar su bizarra naturaleza ni sus peligros. Lo siento, Juli, pero tu marido es un cobarde —confesó él.
—Luigi, ¿cómo puedes pensar semejante cosa? Eres un hombre valiente, con convicciones claras, dispuesto a arriesgarse por sus ideales. Los peligros que has enfrentado por mí y por Lug demuestran claramente que no te falta coraje.
—No me intimidan los peligros, siempre y cuando permanezcan en este mundo, un mundo cuyos funcionamientos conozco y puedo prever, pero el Círculo… El Círculo representa para mí una experiencia demasiado extraña y ajena, algo que solo pertenece a los libros, no a la realidad. Creo que en el fondo, mi temor siempre ha sido tomar contacto con esta fantasía y descubrir que es tan real como este mundo, forzándome a admitir que no puedo negarla. Siempre sentí que aceptar ese mundo, aceptarlo de verdad, podría llevarme a perder la cabeza, Juli.
—Luigi —apoyó ella una mano sobre el hombro de él—, nunca me dijiste que te sentías así.
—Te conozco. Si te lo hubiese explicado, no habrías descansado hasta obligarme a cruzar al Círculo y enfrentar el asunto —declaró él—. No estaba listo para eso.
—Luigi, si prefieres no cruzar, si decides quedarte, me quedaré a tu lado —le prometió ella.
—No, quiero ir —aseguró él.
—¿Estás seguro?
—Lo estoy ahora. Merianis me convenció. Es una criatura formidable.
—¿Qué fue lo que te dijo?
—Prefiero que esa conversación quede entre ella y yo —dijo Luigi, incómodo—, si es que no tienes objeción —agregó a modo de disculpa.
—Claro —asintió ella, aunque no le fue fácil aceptarlo.
—Gracias —le sonrió él.
Después de más de dos horas de viaje, llegaron sin contratiempos al bosque de Walter. Estacionando los coches en un camino de tierra cercano, se bajaron, adentrándose en el bosque muerto. Bruno y Polansky cargaron a Lug en silencio. Dana iba a su lado, sin soltar una de sus manos inertes. Los árboles secos no hicieron más que acrecentar la angustia de Dana, como ominosos recordatorios de que Lug era ahora como esos árboles: una cáscara vacía y sin alma. Liam caminaba con pasos rápidos, adelantándose a los demás, guiando el camino con la seguridad de quien tiene un plan infalible. Su confianza era en alguna medida contagiosa y era lo único que sostenía al grupo en un mínimo estado de esperanza en aquel lúgubre ambiente reseco y gris.
Pero la esperanza se apagó por completo al llegar a la cúpula. Como Liam iba liderando la partida, fue el primero en toparse con la barrera invisible que lo tomó por sorpresa y lo hizo caer hacia atrás.
—¡Liam! —corrió Juliana hacia él.
—Estoy bien —apoyó un codo en la tierra Liam, para ayudarse a levantarse del suelo.
Luigi le tomó la mano y lo tiró hacia arriba para que terminara de ponerse de pie.
—¿Qué pasó? —preguntó Polansky.
Dana soltó la mano de Lug por un momento y se acercó con cautela a donde Liam había chocado contra algo, a escasos metros del emplazamiento de la cúpula. Levantó una mano y avanzó con lentitud. Al tocar la barrera, retiró la mano abruptamente:
—Campo de fuerza —anunció.
—¿Quién pudo haber…? —comenzó a preguntar Polansky, pero se calló ante la obvia respuesta.
—La Tríada se nos adelantó —gruñó Luigi.
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Editado: 11.12.2019