Rory estiró los brazos hacia arriba, desperezándose con un gruñido cansado. A su derecha, descansaba una taza de té a medio tomar junto a unos trozos de manzana oscurecidos por la oxidación. Frente a él, tenía un manuscrito abierto con dibujos alegóricos sobre procesos químicos que estaba lejos de comprender. Levantó la vista hacia Augusto, sentado en la punta de la mesa, semi-oculto tras una pila de libros antiguos:
—Gov estaría fascinado con todo esto —comentó—, pero para mí es demasiado. ¿Qué tal tú? ¿Encontraste algo que pueda servir remotamente?
—¿Eh? —dijo Augusto, saliendo de su ensimismamiento.
—Que si encontraste algo —repitió Rory.
Augusto no contestó. Se levantó de la mesa y fue hasta el pequeño ventanuco, espiando hacia afuera. Rory se dio cuenta de que a su amigo le preocupaba algo más que encontrar la forma de devolver a Morgana a su estado original. Se levantó también y se acercó al joven Alquimista:
—¿En qué piensas? —le preguntó suavemente desde atrás.
—¿Cómo pudo pasar, Rory? —meneó Augusto la cabeza.
—¿Lo de Morgana?
—No, Lyanna. ¿Cómo pudo dejarse convencer por Nemain? ¿Cómo pudo creer que Clarisa y yo…? —su voz se apagó, dejando la frase sin terminar.
—Lyanna no es infalible, Gus —le apoyó la mano en el hombro Rory para confortarlo.
—Siento como si todo esto fuera mi culpa.
—¿Tu culpa? ¿Por qué piensas eso?
—Ella piensa que la dejé por Clarisa, Rory, piensa que la abandoné. Si no me hubiese dejado manipular… si hubiera permanecido a su lado… no habría tenido la necesidad de unirse a Nemain para sentirse querida.
—¿Crees que se unió a Nemain por despecho? —cuestionó Rory, escéptico.
—Por más que le doy vueltas al asunto, no veo otra explicación —suspiró Augusto.
—¿No te parece una reacción un poco drástica? Por lo que conozco de Lyanna, no es una mujer fácilmente perturbable.
—No, no lo es —admitió Augusto—, pero una persona muy querida me hizo notar en Baikal que Lyanna solo se sale de su eterno balance cuando se trata de un asunto que tiene que ver conmigo.
—Gus —lo tomó Rory de los hombros, girándolo hacia él para mirarlo a los ojos—, lo que sea que ella haya interpretado sobre tu relación con Clarisa, ¿no crees que es lo suficientemente inteligente como para tratar de hablar contigo del asunto primero, antes de lanzarse a formar parte de un instrumento de destrucción masiva?
—Tal vez estaba demasiado dolida como para pensar con claridad —aventuró Augusto.
—No, Gus, no la subestimes.
—Tengo que hacerlo, Rory, tengo que pensar que esto es una reacción de celos descontrolada, porque la alternativa es inconcebible.
—¿Y cuál es la alternativa?
—Que el dulce ángel que es Lyanna se ha corrompido de tal manera que ya no puede distinguir lo que está bien y lo que está mal, que no puede encontrar felicidad en la vida y en el amor, sino en la destrucción y la muerte. Para ella todo es neutral y válido, Rory, todo es simplemente experiencia. ¿Qué tal si decidió que los actos oscuros y depravados de la Tríada son más atractivos que nuestra tranquila vida en Baikal?
—Ya veo —contestó Rory—. Prefieres echarte toda la culpa a considerar la mera idea de que Lyanna sea un monstruo.
Augusto no contestó.
—Lyanna no es un monstruo, Gus —continuó Rory—. Y si es verdad que eres tan importante para ella como para perturbar su raciocinio, en vez de culparte, deberías intentar hablar con ella, hacerle entender que las cosas no son lo que ella supone.
—Ya intenté eso y no funcionó —respondió Augusto con amargura.
—Te diré lo que te diría Liam en este momento —le dijo Rory—. Si te das por vencido en el primer y único intento que hiciste por recuperar a la mujer que amas, eres un completo idiota y no la mereces.
Augusto no pudo evitar sonreír:
—¿Crees que yo puedo llegar a convencerla? —se permitió una luz de esperanza.
—No si te la pasas culpándote en vez de estudiar estos libros para sanar a Morgana y así unirte más rápido a la partida de Lug en el Círculo.
Aquellas palabras funcionaron. Augusto asintió con la cabeza y volvió a sentarse a la mesa, volviendo con más ahínco que nunca al estudio de la página que estaba traduciendo con gran esfuerzo.
Pero aunque las palabras de Rory lo habían alentado y habían suavizado en gran medida su culpa, había otra posibilidad que acechaba su mente, una posibilidad a la que no se atrevía a dar voz: ¿qué tal si el poder de Nemain excedía incluso al de Lyanna? ¿Qué tal si Nemain era la única persona capaz de doblegar a su esposa y forzarla a hacer cosas que normalmente no haría? Si ese era el caso, ni él, ni sus padres, ni todos los poderes del Círculo podrían devolver a su amada Lyanna a la Luz.
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Editado: 11.12.2019