Lorcaster - Libro 7 de la Saga de Lug

PARTE III: EMBOSCADA - CAPÍTULO 14

—¿En qué piensas? —preguntó Polansky.

Liam levantó la vista de la taza de café a medio tomar que había estado mirando absorto por más de cinco minutos.

El grupo había llegado a Baikal hacía más de seis horas, en medio de la noche, recibidos por un Mercuccio totalmente fuera de sí que trataba de explicar en acelerados borbotones la intrusión de una entidad llamada Lorcaster en el santuario. La noticia había hecho palidecer al grupo, causando gran preocupación, especialmente por la imposibilidad de Lug de lidiar con el asunto en su estado.

Dana era la que más agitada estaba, dividida entre tratar de traer de vuelta a Lug y enfrentarse a Lorcaster por su cuenta para lograr su ayuda, mientras Juliana la urgía a enviar un mensaje a Augusto, revelándole su paradero y la presencia de Lorcaster, con la excusa de que Morgana podría tratar con la entidad de forma más efectiva que cualquiera de ellos.

Ante las acaloradas discusiones que se desataron en el comedor de la residencia principal, acerca de cuál era la acción más urgente, fue Nora la que finalmente puso un poco de orden, haciéndoles ver que acababan de llegar de un viaje agotador, con los nervios crispados y suficiente cansancio como para no permitirles pensar con claridad. Así que les ordenó a todos un descanso obligatorio y envió a Mercuccio a preparar habitaciones para los fatigados y abrumados huéspedes. Ninguno quería irse a dormir, pero Nora impuso su voluntad y todos terminaron obedeciendo, aunque no sin explícita reticencia.

Pusieron a Lug en la habitación de Lyanna y Augusto, que era la más amplia y tranquila, y Sandoval se quedó con él toda la noche, vigilando constantemente sus signos vitales y tratando de encontrar la forma de ayudarlo. Dana fue separada de él y puesta en otra habitación a pesar de su obstinación por permanecer junto a su esposo. Sandoval tuvo que darle un sedante para forzarla a descansar en vez de permanecer en vela junto a Lug en un estado de extenuación aguda que la había puesto al borde de la histeria.

Seis horas después, Liam había sido el primero en levantarse, intranquilo por algo que carcomía su mente, algo que escapaba a la coherencia. Se había hecho un café, con la esperanza de despertar a su cerebro lo suficiente como para encontrar una posible explicación escondida, y estaba meditando sobre el asunto cuando Polansky apareció en el comedor, sentándose frente a él y expresando su curiosidad ante el ensimismamiento de Liam.

—Las acciones de Lyanna —dijo Liam, tamborileando sus dedos sobre la mesa—. Hay algo que no encaja.

—¿A qué te refieres? —inquirió Polansky.

—Al hecho de que dibujó una cruz con su dedo sobre el corazón de Lug.

—¿Y?

—Lyanna no necesita de rituales ni símbolos para ejercer su poder —explicó Liam.

—¿Crees que lo hizo de forma deliberada para que alguno de nosotros lo viera? ¿Para indicarnos lo que había hecho?

—Cuando la conocí en Praga, entró en mi mente y pudo ver todo lo que yo le había hecho a Lug, pudo ver el Ritual de Obstrucción. Ella sabía perfectamente que yo reconocería el gesto de dibujar la cruz, lo que significaba y cómo contrarrestarlo —explicó Liam.

—¿Piensas que trataba de darnos una pista para ayudar a Lug?

—Eso pensé al principio —asintió Liam—, excepto que no funcionó. Ella debió saber que no funcionaría.

—Entonces, ¿para qué lo hizo? —lo cuestionó Polansky.

Liam suspiró:

—Para forzarnos a usar el Tiamerin —declaró.

—¿Pero con qué fin? —siguió interrogando el otro.

—Eso es lo que estoy tratando de dilucidar —respondió Liam—. Por alguna razón, ella creyó más conveniente poner a Lug en este estado ambiguo que matarlo directamente. Pero no alcanzo a comprender por qué.

—Debe beneficiar a la Tríada de alguna forma —sugirió Polansky.

—Ella debió también saber que intentaríamos cruzar al Círculo y se nos adelantó. Guió nuestras acciones para que termináramos en Baikal, para que nos encontráramos con Lorcaster —razonó Liam—. Hemos estado jugando su juego sin saberlo.

—Pero dijiste que Lorcaster era el más temido enemigo de Nemain —objetó Polansky—. ¿Por qué guiarnos hasta él?

—Mercuccio dijo que Lorcaster solo hablará con Lug, y Lug no puede hacerlo en su estado. Tal vez todo esto sea una distracción para darle tiempo a la Tríada para que tome el poder del Círculo.

—¿Pero qué otro curso de acción podíamos tomar que no fuera este, Liam? ¿Qué otra opción teníamos?

—Exacto —le apuntó con un dedo Liam—. Lyanna arregló las cosas para que no viéramos otro camino aparte del que ella quería que viéramos.

—¿Cómo podemos hacer para romper con el destino que ella nos trazó? —preguntó Polansky, preocupado.

—No lo sé —suspiró Liam, desalentado.




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