Lorcaster - Libro 7 de la Saga de Lug

PARTE IV: RESURRECCIÓN - CAPÍTULO 21

Tras el incómodo silencio que la retirada de Dana había dejado en el amplio comedor, fue Sandoval el que primero habló:

—No es posible que todo dependa de una sola persona. Tiene que haber algo que podamos hacer mientras Lug se recupera.

—¿Algo como qué? —levantó Liam las manos en frustración—. Sólo él tiene el poder para disolver la barrera que no nos permite llegar a la cúpula para cruzar al Círculo.

—Y Lorcaster se niega a hablar con cualquiera que no sea él —añadió Mercuccio.

—Tal vez sea posible convencer a Lorcaster para que acepte a otro interlocutor —dijo Augusto, lanzándole una significativa mirada a Morgana.

—¿Qué os hace pensar que querrá hablar conmigo? —dijo Morgana.

—Ya has tratado con él antes —le retrucó Augusto.

—¿Es eso cierto? —abrió la boca Liam, asombrado.

—Eso me temo —bajó la vista Morgana. No estaba exactamente orgullosa de sus interacciones con Lorcaster.

—¿Por qué no dijo eso antes? —la cuestionó Mercuccio.

—Porque mis antiguas negociaciones con Lorcaster no fueron estrictamente… positivas —contestó Morgana, aunque esa no era exactamente la palabra que expresaba lo que tenía en mente.

Merianis se dio cuenta de inmediato que Morgana estaba ocultando algo, pero se mantuvo en silencio, con el rostro impávido.

—¿Tiene Lorcaster realmente el poder para detener la Tríada? —preguntó Juliana.

—Sí —asintió Morgana.

—Entonces, creo que debemos hacer el intento de hablar con él —propuso la madre de Augusto—. Entre más tiempo pase, más estragos hará la Tríada en el Círculo. Liam tiene razón: no tenemos el lujo de esperar a que Lug se recupere.

—¿Negociar con Lorcaster a espaldas de Lug? ¿Es eso prudente? —intervino Polansky.

—No, no negociar —dijo Augusto—, sólo ver qué se trae entre manos, allanar el camino, ganar tiempo —propuso.

—¿Estarías dispuesta a intentarlo, Morgana? —le preguntó Clarisa.

—Tal vez —entrelazó sus delicados dedos el hada.

—¿Tal vez? —repitió Liam.

—Necesito considerarlo —replicó Morgana.

—¡Por supuesto! ¡Tómese todo el tiempo del mundo! —exclamó Liam, sarcástico—. ¿Qué puede pasar si nos seguimos demorando? ¿Que mueran miles de personas? ¿Que otros tantos miles sean esclavizados para servir a los execrables propósitos de la Tríada?

—¡Liam! —lo reprendió Augusto.

—Liam tiene razón —admitió Morgana con un suspiro triste—. Si mi intervención sirve de alguna ayuda, contad conmigo.

—¿Estáis segura de esto? —apoyó una delicada mano sobre su brazo Merianis.

—Nemain debe ser detenida cuánto antes —asintió Morgana—, y la respuesta es Lorcaster —sentenció.

————0————

Dana se sobresaltó al escuchar los suaves golpes en la puerta de la habitación donde estaba con Lug. La abrió y dejó entrar a Nora con una bandeja que apoyó en la cama, frente a Lug, con una sonrisa:

—Guiso de lentejas —anunció orgullosa—. Si esto no te pone a funcionar… —bromeó, pero dejó la frase sin terminar al ver los rostros serios de la pareja—. ¿Todo está bien?

—Bien —trató de sonreír Dana—. Yo me encargaré —dijo, tomando la cuchara y cargándola con guiso caliente para dársela a Lug.

—Puedo comer solo —tomó Lug la cuchara de la mano de ella.

—Claro, por supuesto —bajó la mirada ella.

La tensión entre los dos no le pasó desapercibida a Nora. Estuvo a punto de preguntar otra vez si todo estaba bien, pero Dana se le adelantó, cambiando bruscamente el tema:

—Lug va muy bien —mintió—. ¿Cómo están las cosas allá en el comedor?

—¡Uf! La ansiedad los tiene caminando por las paredes —meneó la cabeza Nora—. Ahora están esperando que Morgana vuelva.

—¿Que vuelva? ¿A dónde fue? —arrugó la frente Dana, sorprendida.

—A intentar hablar con Lorcaster —respondió la otra.

—¡¿Qué?! —saltó de la cama Dana—. ¿Por qué no la detuvieron?

—¿Detenerla? Tengo entendido que todos votaron para que fuera —dijo Nora, confundida.

—Nora, quédate con Lug, por favor —la urgió Dana, dirigiéndose a la puerta de la habitación—. Tengo que hablar seriamente con los demás.

—Claro, claro —trató de tranquilizarla Nora—. Ve tranquila.

—No lo dejes solo, no le quites los ojos de encima ni por un momento —le advirtió Dana con un dedo en alto.

—Lo cuidaré bien, no te preocupes —prometió Nora.




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