Lorcaster - Libro 7 de la Saga de Lug

PARTE V: ENTREVISTAS - CAPÍTULO 25

Morgana se había refugiado en una habitación que Nora le había asignado amablemente en el ala este de la residencia. Aunque había aducido la necesidad de descanso, en realidad, solo se había encerrado en la habitación para esconderse de las miradas inquisitivas de los demás, que no cesaban de acosarla para que revelara todos los detalles de su conversación con Lorcaster. Por supuesto, su solitaria paz no duró demasiado. Apenas habían pasado quince minutos cuando alguien golpeó suavemente en su puerta.

Morgana abrió la boca para protestar por la intrusión, pero la puerta se abrió antes de que pudiera echar a quien sea que se había atrevido a molestarla: era Merianis.

—Entiendo que no deseáis hablar de Lorcaster —dijo Merianis con las manos en alto—. No he venido a interrogaros, solo a haceros compañía —prometió.

—Entrad —suspiró Morgana—. ¿Hay alguna noticia de Lug?

—No. La casa sigue sellada —informó Merianis, cerrando la puerta tras de sí y tomando asiento en una silla junto a la cama donde Morgana estaba reclinada.

Hubo un prolongado silencio en el que Merianis no hizo ningún intento por hablar. Finalmente, la propia Morgana reinició la conversación:

—Me equivoqué, Merianis, y mi error es imperdonable —dijo con amargura.

—Ningún error es imperdonable —dijo suavemente Merianis.

—El mío lo es —insistió Morgana—. Me engañé a mí misma por mucho tiempo, asignando mis culpas a otros, pero ya no puedo escapar de mi responsabilidad.

—¿Vuestra responsabilidad como reina? —inquirió Merianis.

—Mi responsabilidad como asesina —aclaró Morgana—. Todas las vidas cegadas por mi mano en nombre de la Tríada… Todas mis hermanas de Avalon aniquiladas…

—Esa es una carga que no os pertenece —dijo Merianis—. Es como si yo fuera culpable de todas las mitríades que murieron a manos de los Antiguos durante mi reinado. Si os culpáis de todo aquello que está fuera de vuestras manos, nunca podréis encontrar la paz.

—No, no entendéis. Esas muertes ocurrieron con mi consentimiento —respondió Morgana.

—¿De qué habláis?

—En mi afán de encontrar la forma de deshacernos de Aillil y de los demás Antiguos, acepté la propuesta de Lorcaster y formé parte de la Tríada. Cuando me di cuenta de que la violencia de la Tríada no era la solución a nuestros problemas, pacté con Lorcaster para separarme.

—Pero Nemain contaminó vuestra sangre y os mantuvo bajo su poder —completó Merianis.

—No exactamente —Morgana apartó la vista, avergonzada.

—¿Qué hicisteis, Morgana? ¿Cuáles fueron los términos del pacto de separación que firmaste con Lorcaster?

Morgana suspiró, y después de un largo momento, levantó su mirada hacia Merianis y decidió confesar:

—En aquellos días, los días en que Lorcaster me contactó por primera vez, me contó una historia de sí mismo que, en mi inocencia, creí sin cuestionamientos. Me dijo que quería subvertir los objetivos de los de su raza, que buscaba rebelarse contra la esclavitud humana que los suyos habían diseñado, que quería liberar a la humanidad. Me convenció de que en eso, nos parecíamos, que ambos teníamos metas nobles y compatibles. Me explicó que más allá de las razas, había afinidades álmicas que, al reconocerse y unirse, podrían cambiar para siempre la relación entre los mundos y las especies que en ellos habitaban.

—Estaba buscando una hibridación —comprendió Merianis.

—Sí, pero no una hibridación física, sino una espiritual, por llamarlo de alguna manera. Me explicó que para hacerlo posible, se necesitaban tres almas compatibles, tres esencias combinadas, cuya unión sería tan potente, que nada podría detenerlas. Fue con esa idea que me persuadió de formar la Tríada. Pero como ya sabéis, ese plan no funcionó según lo esperado. Entonces, invoqué la ayuda de Lorcaster nuevamente. Como era de esperarse, Lorcaster no mostró la misma noble y loable disposición con la que me había seducido antes. La idea de separar la Tríada no le atraía, aún cuando era claro que el plan de unir a las razas y lograr paz y armonía entre ellas había fracasado. Para lograr su ayuda, tuve que aceptar sus términos, Merianis, no tuve opción.

—¿Qué términos? —repreguntó Merianis, que se daba cuenta de que Morgana no hacía más que dilatar la crucial respuesta.

—Mi exilio permanente del Círculo —respondió Morgana—. Lorcaster me dio a entender que si yo volvía al Círculo, iniciaría una cadena de sucesos que provocaría la aniquilación de nuestro precioso mundo, Merianis. Y no se refería al hecho de que al cruzar al Círculo me encontraría con Nemain y Macha y me expondría a ser engullida otra vez por la Tríada. Independientemente de las acciones de Nemain y Macha, mi regreso se traduce en aniquilación total para el Círculo.




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