Lorcaster - Libro 7 de la Saga de Lug

PARTE IX: EL FUEGO DE LA JUSTICIA - CAPÍTULO 45

Con gran esfuerzo, Cormac trataba de sostener el cuerpo de Marga, que convulsionaba sin control, dentro de una bañera con agua fría. Marga gritaba y se sacudía con tal violencia que Cormac no había podido evitar quedar totalmente empapado con el agua salpicada de la bañera.

—¡Julián! ¡Ayúdame a sostenerla! —pidió Cormac al verlo entrar.

Julián se arrodilló del otro lado de la bañera y tomó a Marga con fuerza de los hombros.

—¿Qué le pasa? —preguntó Llewelyn.

Cormac levantó la vista hacia él, sorprendido:

—¿Llew? ¿Qué haces aquí? ¿No se supone que…?

—Yo lo mandé a llamar por otro asunto —explicó Julián, tratando de hacerse oír entre los gritos de Marga.

Rory se acercó sin demora y apoyó la palma de su mano sobre la frente de la gimiente Marga:

—Está hirviendo —dijo con el rostro serio.

Cormac se sorprendió gratamente al reconocer a Rory. Ante la ausencia de Alaris, su ayuda sería invaluable.

—Sí —le confirmó Cormac a Rory—, por eso la metí al agua. No sabía qué más hacer.

—¿Cuánto tiempo hace que entró en esta crisis? —preguntó Rory.

—Los guardias escucharon los gritos y fueron a buscarme y a alertar a Julián. Cuando llegué, la encontré convulsionando en el suelo. Su cuerpo estaba tan caliente que no tuve mejor idea que meterla aquí.

—¿Cuánto tiempo? —reiteró Rory.

—No estoy seguro —meneó la cabeza Cormac—. Tal vez unos veinte minutos, tal vez más.

—El agua no la ayuda, no tiene ningún efecto —dijo Rory—. Será mejor que la saquen de ahí.

—¿Estás seguro? —lo cuestionó Cormac.

—Sáquenla de ahí y sequen su cuerpo —repitió Rory—. Necesita estar en un lugar cómodo y cálido.

—¿Cálido? —frunció el ceño Cormac.

—Vamos —dijo Julián—. Tómala de las axilas. Yo me encargaré de las piernas.

Cormac asintió sin protestar más y sacó a la desesperada Marga de la bañera.

—¡Toallas! —ordenó Llewelyn.

Los guardias que habían estado observando la escena desde la puerta, entraron a la habitación y comenzaron a revolver los armarios hasta encontrar las toallas. Se necesitaron cuatro personas para sostener y secar el chorreante cuerpo de Marga, que seguía sacudiéndose sin control. Cormac la alzó en brazos y la apretó con angustia contra su cuerpo. Le partía el corazón verla sufrir así. La llevó hasta la mullida cama y la acostó con suavidad. Rory tomó unas mantas y la cubrió.

—Quédate con ella, háblale —le indicó Rory.

Cormac se quitó la chaqueta mojada y se sentó junto a Marga en la cama.

—¿Marga? ¿Marga, puedes escucharme? —le habló Cormac.

Pero Marga no reaccionó a sus palabras.

Un mensajero llegó hasta la puerta de la habitación y llamó discretamente la atención de Julián, quien se acercó al muchacho:

—¿Qué pasa? —preguntó en voz baja en la galería, mientras los demás seguían absortos con la crisis de Marga.

—Un informante. Hubo un avistamiento —dijo el mensajero.

—¿Por qué no lo trajiste aquí? —le reprochó Julián.

—No es uno de los nuestros, es un aldeano de uno de los poblados de las tierras de Vianney. Lo tenemos bajo custodia en la puerta norte. No sabía si…

—Está bien, está bien —Julián se volvió hacia los demás, que conversaban con tonos preocupados. Decidió que la situación ya no requería su presencia—. No quiero interrumpirlos ni tener que dar explicaciones ahora. Si preguntan por mí, diles que me fui a la puerta norte —le ordenó a uno de los guardias que custodiaban la habitación.

—Sí, señor —asintió el guardia.

Julián siguió al mensajero sin demora.

—Rory, ¿puedes ayudarla? —suplicó Cormac.

—Lo siento —meneó la cabeza Rory—. Lo que tiene no es físico.

—¡No es físico! —casi gritó Cormac—. ¡Pero su piel está ardiendo!

—Eso lo está provocando su mente —explicó Rory—. Su mente le está haciendo creer que está en llamas.

—¿Cómo?

—Tal vez sea una de sus visiones —sugirió Llewelyn.

—No, sus visiones nunca provocan tal desestabilización, y menos después de tantos años de práctica —negó Cormac con la cabeza—. Esto es otra cosa, algo que viene de afuera.

—¿Un ataque? —inquirió Augusto.

—Oh, no… —murmuró Llewelyn—. Nuada…

Cormac levantó la vista hacia Llewelyn y abrió la boca para preguntar qué tenía que ver Nuada en el asunto, pero el hijo de Lug no le dio tiempo:




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