Lorcaster - Libro 7 de la Saga de Lug

PARTE X: EL DESTINO DE LORCASTER - CAPÍTULO 50

—¡Lara! —volvió a gritar Llewelyn a todo pulmón a la empinada pared de roca blanca que tenía enfrente.

—Llevas más de una hora gritando —le dijo Augusto, sentado sobre una saliente de piedra en la pared opuesta del Paso Blanco—. Es obvio que no vas a poder contactarla.

Llewelyn solo lanzó un tozudo gruñido como respuesta.

Después de que Augusto exigiera a Llewelyn que le revelara el paradero de Lyanna, zarandeándolo por el cuello en los túneles bajo la escuela, el hijo de Lug había reaccionado con una respuesta rápida y práctica:

—Toma mi brazo —le había urgido a su amigo.

Después de eso, Augusto solo había percibido las náuseas y el mareo del teletransporte. Cuando abrió los ojos, se encontró vomitando de rodillas en un estrecho paso entre las sierras, flanqueado por paredes rocosas. Llewelyn lo sostenía con paciencia de los hombros.

—¿Qué es este lugar? —dijo Augusto, limpiándose la boca con el puño de su camisa.

—El Paso Blanco —contestó el otro—. Lyanna vino aquí para contactar a Lara, una tetra. No sé si lo logró o no.

—Lo logró —asintió Augusto—. Lug recibió el mensaje en el otro mundo.

—Entonces, tal vez está con ella todavía, tal vez…

—¿Dónde? —lo cuestionó Augusto.

—En las entrañas de la tierra —contestó Llewelyn.

—Llew… —comenzó Augusto, apoyándose en la saliente de roca donde luego estuvo sentado reponiéndose por la siguiente hora—, si Lyanna sufrió la crisis mientras…

Llewelyn no le prestó la más mínima atención. Solo se colocó frente a la pared de roca y comenzó a gritar alternativamente los nombres de Lyanna y Lara. Después de una hora, Augusto, finalmente repuesto del brusco salto de la inesperada teletransportación, logró por fin hacerlo entrar en razón:

—Ya basta, Llew —lo tomó abruptamente de un brazo—. Lug recibió el mensaje hace muchas horas, tal vez más de un día ya. Lyanna no está con Lara.

—No —meneó la cabeza Llewelyn—, la barrera que Lyanna puso en la cúpula del otro lado del mundo desfasó el tiempo. Un día del otro lado son solo minutos del lado del Círculo.

—Te recuerdo que yo disolví la barrera hace más de tres horas, Llew —insistió Augusto—. Lyanna ya no está aquí.

—Entonces, ¿dónde? —inquirió Llewelyn con angustia.

—¿Cómo se supone que hizo el contacto con Lara? —preguntó Augusto.

—No estoy seguro —dudó su amigo—. Creo que se teletransportó aquí y luego… no sé, supongo que habrá invocado a Lara y habrá entrado en otra dimensión para hablar con ella.

—¿Y después? Una vez terminada la comunicación, ¿piensas que volvió a este sendero? —cuestionó Augusto.

—Seguramente —asintió el otro.

—¿Cuál era su plan? ¿Volver a la escuela después de su contacto con Lara?

—Sí —confirmó Llewelyn.

—Ya que no alcanzó a volver a la escuela —razonó Augusto—. La crisis debe haberla alcanzado en este sendero.

—O en las entrañas de la tierra —murmuró Llewelyn.

—Si Lyanna estaba enterrada en estas sierras cuando ocurrió, no podemos hacer mucho, así que, ¿por qué no exploramos mi teoría? —propuso Augusto.

—Porque si ya estaba afuera, en el Paso, se hubiese transportado —porfió Llewelyn.

—Tú viste el estado en el que estaba Marga —dijo Augusto—. Ni siquiera Lyanna hubiese podido concentrarse lo suficiente para iniciar el transporte durante semejante crisis.

—¿Entonces, qué?

—En la desesperación, una persona en llamas atina a correr, correr en cualquier dirección, tratando de apagar las llamas, que solo se avivan más. Por suerte, en este caso, las llamas no eran verdaderas —explicó Augusto.

—¿Estás diciendo que Lyanna corrió? ¿Corrió hacia dónde?

—Eso es lo que necesitamos investigar —respondió Augusto, emprendiendo la marcha sendero arriba.

—Tal vez sea mejor que nos separemos, así podremos cubrir el Paso en las dos direcciones —propuso Llewelyn.

—No, Llew, no conozco este lugar, y si me pierdo, o encuentro algo, no tengo forma de contactarte. La telepatía no es mi fuerte y tampoco el tuyo —argumentó Augusto.

Llewelyn asintió y siguió a Augusto sin protestar.

El hermano de Lyanna apuró el paso y dejó atrás a Augusto con impaciencia. Augusto no se inmutó ante la ansiedad de su amigo y siguió avanzando por el estrecho camino con más parsimonia, observando con atención el polvoroso sendero y las paredes de blanca roca. Llewelyn buscaba el cuerpo de Lyanna. Augusto buscaba indicios de su presencia en aquel lugar. Hasta el momento, ninguno de los dos había tenido suerte.




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