Lorcaster - Libro 7 de la Saga de Lug

PARTE XI: BIENVENIDA - CAPÍTULO 56

—¿Qué pasa Toby? ¿A dónde vas? —siguió Mateo a su perro por entre los árboles que se extendían más allá de los límites del fondo de su casa.

El niño se detuvo en seco de pronto, con la boca abierta de asombro al verla.

—Hola, Maty —dijo la mitríade con una sonrisa.

—¡Merianis! —exclamó Mateo, corriendo hacia ella y abrazándola tan fuerte que casi la voltea al suelo—. ¡Lyanna me dijo que volvería a verte y cumplió con su palabra!

Toby se acercó a ellos también y frotó su hocico contra las piernas de ambos, moviendo la cola contento.

—¿Quién es vuestro amigo? —acarició Merianis la cabeza del perro.

—Su nombre ahora es Toby —explicó Mateo—, porque lo prefiere a su antiguo nombre. Apareció hace unos días en el jardín del frente de casa. Mamá hizo todo lo posible para echarlo de aquí, pero él no se movía.

—¿Por qué quería echarlo vuestra madre?

—Porque es un perro de ataque, un perro peligroso —explicó Mateo.

—No lo parece —opinó Merianis al ver con qué cariño Toby lamía la mano de Mateo.

—Sí, fue un malentendido —asintió Mateo—. Todo se aclaró cuando hablé con él.

—¿Hablasteis con él? ¿Podéis comunicaros con los animales? —inquirió la mitríade, sorprendida.

—¿No me crees?

—Por supuesto que os creo, Maty. Desde que os conocí, siempre he sabido que erais un niño especial, un niño sabio. Contadme de vuestra conversación con Toby —se interesó Merianis.

—Bueno, resulta ser que Toby tenía un trabajo que detestaba. Lo obligaban a vigilar una enorme mansión en las afueras de la ciudad donde había muchos hombres con armas, hombres violentos. Lo obligaban a lastimar personas inocentes. Toby no quería hacer eso, pero lo azotaban si desobedecía. Un día, llegó a esa mansión una chica que era diferente a los demás. Toby lo supo de inmediato, supo que ella podría ayudarlo. Así que se soltó de su amo y corrió hacia ella para hablarle. Uno de los hombres malos quiso matarlo, pero la chica lo impidió. Ella lo contuvo y lo escuchó, entendió sus ruegos y le prometió liberarlo. Y no vas a creer esto, Merianis, la chica era Lyanna.

—Lo creo, querido Maty, lo creo —asintió ella.

—Lyanna lo envió a mí, le dijo que su nuevo trabajo era ser mi amigo y protegerme, si es que él lo aceptaba. Le indicó cómo llegar a mi casa y lo envolvió en una de sus protecciones, esas que te vuelven invisible. Así fue como Toby pudo escapar.

—Y supongo que Toby decidió aceptar su nuevo trabajo —comentó Merianis.

—Toby dice que esto no es un trabajo, que cuidarme y jugar conmigo es lo único que quiere hacer por el resto de su vida, sin pedir nada a cambio. Dice que por fin es feliz y que ha encontrado su verdadero hogar.

—Me alegro mucho, Maty, por vos y por Toby, pues se nota que los dos sois felices juntos.

—Eso es cierto —abrazó Mateo a su perro, besándole la cabeza.

—Maty, es un placer para mí veros tan bien.

—Yo también me alegro de que tú estés bien y libre, Merianis.

—Gracias, querido. Esta visita no es solo para veros. Necesito pediros un gran favor.

—Por supuesto, lo que sea —se ofreció Mateo enseguida—. ¿Qué necesitas?

—Necesito que me contactéis con las hadas de vuestro jardín. ¿Es eso posible?

Mateo comenzó a reír con una risa pura y cristalina:

—¡Oh, Merianis! Ellas están aquí. Han estado observándote con gran curiosidad, pero son muy tímidas y precavidas y no se han atrevido a interrumpirnos.

Acto seguido, Mateo dirigió su mirada hacia los árboles detrás de Merianis y las llamó:

—Pueden salir ya, la reina Merianis quiere hablar con ustedes.

Hojas que no eran hojas temblaron. Ramas que no eran ramas se movieron. Arbustos que no eran arbustos avanzaron. Las hadas, perfectamente camufladas en la vegetación, se dejaron ver y rodearon a Merianis, hincando una rodilla en tierra con la cabeza gacha en reverencia. Eran más de veinte.

—Gracias por permitir este contacto —les habló Merianis.

—El honor es nuestro, reina Merianis —dijo una de las hadas.

—¿Puedo inquirir vuestro nombre?

—Marygold, su excelencia —respondió el hada.

—¿Sois la líder de este grupo?

—Sí, señora.

—Mandadles entonces que se pongan de pie, pues debemos hablar de igual a igual.

Marygold hizo una seña y todas las hadas se levantaron, junto con ella.

—Os traigo noticias de Avalon —dijo Merianis—, y una historia que os concierne.

—Os escuchamos —dijo Marygold.

—Vamos, Toby, dejemos a las hadas hablar en privado —le dijo Mateo a su perro.

—No, querido Maty —dijo Marygold—. Sois parte de nuestra comunidad y confiamos en vos. Tenéis derecho a escuchar.




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