Lorcaster - Libro 7 de la Saga de Lug

PARTE XII: JUICIO Y CONDENA - CAPÍTULO 62

—Levántate, abuelo —dijo Lyanna suavemente.

Nuada se secó las lágrimas con el puño de su sucia camisa y se puso de pie lentamente. La dura mirada de su nieta le hizo querer encogerse y desaparecer, pero se mantuvo erguido, aunque con la cabeza gacha y los ojos clavados en el piso.

—Mírame, abuelo —le pidió ella.

Él levantó la cabeza y tuvo que hacer un esfuerzo para mirarla a los ojos:

—¿Qué quieres de mí? —preguntó con la voz ronca.

—¿Qué crees tú que quiero?

—¿Una confesión? ¿Qué explique lo que hice? ¿Qué justifique mis acciones? —enumeró Nuada.

—Si quieres —respondió ella, impávida.

—Nemain siempre fue infeliz —comenzó Nuada despacio—. Con toda su violencia, con todo su odio, solo era una persona que sufría. A pesar de todo el daño que hizo, nunca me atreví a detenerla de una forma tan definitiva como en ese túnel, siempre pensé que debía darle otra oportunidad. Lo mismo me pasó con tu tía Murna. Dejé que ambas lastimaran a otros, que los torturaran de formas indecibles. Y luego, luego supe que te había absorbido en su oscuridad, y pensé, ¿cuánto más? ¿Hasta cuándo dejaré que se multipliquen los ríos de sangre y muerte que provoca? ¿Hasta cuándo dejaré que siga corrompiendo todo lo que toca, transformando la pureza y la belleza en una fruta podrida y detestable?

—Ella nunca tuvo dominio real sobre mí —dijo Lyanna.

—Llewelyn me lo explicó —asintió Nuada—, pero eso no significa que no hubiera ejercido el dominio sobre otros de tener la oportunidad.

—Entonces, ¿la mataste por una posibilidad no realizada aún?

—Por una posibilidad certera —retrucó él.

—¿Cómo sabes que era certera?

—Porque cuando bajé a los túneles a verla, me di cuenta de que no había cambiado en nada. Seguía siendo la voraz asesina de siempre, con sus planes de aniquilación y devastación intactos. Con odio puro corriendo por sus venas.

—Estaba en una celda, sola, aislada, indefensa, su reacción agresiva fue normal —expresó Lyanna.

 —No —negó con la cabeza Nuada—. Toda su vida se sintió separada, fragmentada, pero cuando pudo por fin formar parte otra vez de su ansiada Tríada, eso no le dio la satisfacción y la felicidad para darse cuenta de que no necesitaba destruir todo a su paso para realizarse como persona. Ella no había cambiado. ¿O acaso niegas que siendo libre y parte de la Tríada su idea no era conquistar todo el Círculo, sometiéndolo a su dominio incontestable y tiránico?

—No lo niego —dijo Lyanna, impertérrita.

—Entonces, ¿entiendes por qué lo hice?

—Entiendo que consideras que tus acciones fueron justificadas.

—Sí, lo fueron —confirmó él.

—Entonces, explícame por qué estás aquí.

—¿Qué?

—¿Por qué estás en esta celda, abuelo?

—Mis hombres y yo fuimos atrapados por los soldados de Kerredas cuando intentábamos cruzar el Primer Paso hacia el norte —explicó Nuada—. Kerredas está obsesionado con la idea de que somos espías. Según su código, ya deberíamos haber sido ahorcados en el patio principal, pero siendo que soy un rey importante del norte que estuvo presente y firmó el pacto de no agresión en Colportor, Kerredas teme que Vianney lo acuse de traición y de iniciar una guerra. Es por eso que me mantienen en una celda cómoda mientras el barón decide cómo convencer a Vianney de que somos una amenaza y que la guerra es inminente y necesaria.

—Así que estás aquí esperando tu ejecución —concluyó Lyanna.

—Eso parece.

—¿Por qué?

—¿Por qué? No entiendo la pregunta —meneó la cabeza Nuada—. Ya te expliqué por qué.

—Estuve estudiando Fort Mount y sus alrededores por varias horas antes de venir a verte —comenzó Lyanna—. Descubrí que el Primer Paso está custodiado por cinco soldados de Kerredas, los cuales alivian su hastío con abundante alcohol. Tú ibas con una escolta de diez Tuatha de Dannan, todos guerreros entrenados y expertos arqueros. Los cinco soldados borrachos no tenían oportunidad, y sin embargo, te dejaste atrapar por ellos y ordenaste a tu escolta que depusiera sus armas y se rindiera.

Nuada no contestó.

—Luego —siguió Lyanna—, te pusieron en una celda con una puerta de madera —señaló hacia atrás—, la cual podrías simplemente prender fuego con tu habilidad y escapar. Sin embargo aquí estás, esperando que Kerredas decida tu destino, destino que sabes que probablemente terminará con tu muerte. Así que reitero mi pregunta: ¿por qué?

Nuada desvió la mirada y se mantuvo en un obstinado silencio.

—Déjame ayudarte —le dijo Lyanna—. Estás buscando un castigo, ¿no es así? Un castigo ejemplar.




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