—Sonríe, papá —lo codeó Llewelyn a Lug, sentado su derecha en la mesa principal elevada sobre una tarima—. El coro preparó esta canción especialmente para ti, y los músicos se están esmerando mucho. Y come algo. No has tocado bocado y Nora empieza a impacientarse, lanzándote miradas preocupadas. Cambia ya ese humor de perros.
Lug cargó su tenedor y se llevó el contenido a la boca, masticando de forma mecánica. Lo último que quería era que Nora lo atosigara a preguntas y cuestionara el evidente hecho de que el Señor de la Luz no estaba disfrutando para nada su fiesta de bienvenida.
—Mi humor de perros no tiene nada que ver con esta fiesta y lo sabes, Llew —protestó.
—Yo lo sé, sí, pero los que se han molestado en armar todo esto para agasajarte no lo saben y pueden malinterpretar las cosas —señaló Llewelyn.
—¿De verdad no tienes noticias de tu hermana? ¿Nada? ¿No me estás mintiendo? —lo cuestionó su padre.
—Ya te dije que no te estoy mintiendo —resopló el otro—. Hasta estoy tentado de dejar que hurgues en mi mente para que veas que te digo la verdad.
—Sabes que tu madre me mataría si siquiera lo intento. Acabo de reconciliarme con ella, así que no arruinaré eso —le susurró al oído Lug para que Dana, sentada a su izquierda, no escuchara.
—Entonces, tendrás que confiar en mí —concluyó Llewelyn—. Y en Lyanna también —agregó.
—Nemain no era solo su abuela, era… era parte de ella por medio de la Tríada —arguyó Lug, preocupado—. Es como si Nuada hubiera cercenado una parte de su ser. No quiero pensar la clase de emociones que eso le puede haber provocado. ¿Qué tal si decidió vengar su muerte? ¿Qué tal si…?
Las elucubraciones de Lug se vieron interrumpidas por un estruendoso aplauso para los músicos y el coro, que habían terminado su canción. Llewelyn y Lug aplaudieron también, con sonrisas poco genuinas e inclinaciones de cabeza. Pero el aplauso no era solo para los músicos. El coro rompió filas y abrió paso para recibir a nuevos invitados tardíos.
—¡Por el Gran Círculo! —exclamó Dana, poniéndose de pie casi de un salto.
Una mujer rubia, de unos veinte años, entró en el amplio salón, del brazo de un hombre totalmente vestido de negro. Llevaba un vestido de seda verde con bordados en oro que resaltaban su figura. Su cabello había sido peinado hacia arriba, sostenido con un broche de plata.
—Guau —dijo Augusto con la boca abierta, sentado junto a Liam en la mesa principal, a solo tres lugares de Dana y Lug—. Nunca había visto a mi esposa así.
—El verde le sienta bien —opinó Liam.
—Es Lyanna, cualquier cosa le sienta bien —sonrió Augusto.
Dana tironeó la manga de la túnica de Lug:
—Viene con Calpar. Eso es buena señal, ¿no? —indicó, esperanzada.
—Supongo —respondió Lug—. Aunque sería mejor señal si hubiese aparecido con el propio Nuada —opinó.
Lyanna y Calpar subieron a la tarima elevada de la mesa principal. Nora hizo una seña a dos de sus ayudantes de cocina para que subieran dos sillas extras a la tarima y prepararan dos platos más. Pero los ayudantes no alcanzaron a acatar las órdenes de Nora. Dana tomó a Lyanna del brazo bruscamente y la arrastró fuera del salón. Lug se puso de pie para seguirlos, pero Llewelyn lo tomó de la muñeca y lo tiró para abajo, obligándolo a sentarse nuevamente:
—¿A dónde crees que vas?
—Suéltame, Llew —dijo Lug entre dientes.
—Será mejor que te quedes sentado —le advirtió Llewelyn—. En este momento, eres el centro de atención. No querrás que toda la escuela piense que algo anda mal, ¿o sí?
—¿No crees que lo sospechan, considerando la forma en que Dana sacó a Lyanna del salón? —le retrucó Lug.
—Lo sospechan, sí, no son ciegos, pero si te vas también, confirmarás esa sospecha. Si te quedas y simulas que todo está bien, evitarás un escándalo —le dijo Llewelyn.
—Pero… —intentó Lug.
—Hola, Lug —se sentó Calpar a su lado en la silla vacía dejada por Dana.
—Calpar, ¿qué diablos…? —le murmuró Lug.
—¿Quieres tranquilizarte? Tienes una cara como si tuvieses que salir corriendo al excusado —le dijo Calpar.
—¿Qué pasó con Nuada? —preguntó Lug, tratando de calmarse.
—Lo de Nuada ya está solucionado, no te preocupes —lo apaciguó Calpar.
—¿Pero él está bien? —insistió Lug.
—Un poco sacudido, pero bien —confirmó Calpar—, y estará gratamente sorprendido de que te preocupes tanto por su salud —bromeó.
—Dime lo que pasó —le pidió Lug.
Uno de los ayudantes puso un plato con comida frente a Calpar y una copa de vino.
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Editado: 11.12.2019