—¿Cómo estuvo la fiesta anoche? —preguntó Marga a Cormac.
Cormac se volvió hacia los guardias que custodiaban la puerta de la habitación:
—Necesito un momento en privado con ella —les pidió.
Los guardias asintieron y cerraron la puerta, dejando a Marga y a Cormac solos.
—No fui a la fiesta —le respondió Cormac a Marga.
—¿Por qué?
—¿Realmente necesitas preguntarme eso? Sabes bien que no me gustan las fiestas.
—¿Tenías miedo de que la gente te preguntara por mí? —inquirió ella.
—¿Preparaste tus cosas para el viaje? —cambió de tema Cormac—. Partirás en una hora para Tiresias.
—Partiremos, querrás decir —lo corrigió ella.
Cormac bajó la vista al piso y se mordió el labio inferior, tratando de buscar las palabras correctas para explicar las cosas.
—¿Cormac? —inquirió Marga, entrecerrando los ojos—. ¿Qué pasa?
—No iré contigo a Tiresias —dijo él, incapaz de encontrar una forma más sutil de anunciarlo.
—¿Qué?
—Lo que oíste —dijo él, sin atreverse a mirarla a los ojos.
—Cory, si Lug ha decidido finalmente que no necesito un guardián, no me importa. Igualmente quiero que me acompañes, que vivas conmigo en Tiresias —lo tomó ella del brazo.
—Por favor… —se soltó él de las manos de ella—. Por favor… ya te he dicho que no me llames Cory.
—No entiendo… —meneó ella la cabeza, desconcertada.
—Lug te ha asignado otro guardián.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque yo se lo pedí —respondió Cormac.
—Cory… Cormac —se corrigió Marga—. Me salvaste la vida, me trajiste de vuelta del fuego… pensé que… pensé que todo estaba bien entre nosotros. Te amo, Cormac.
—Por favor, no me digas eso —le rogó él.
—Y tú me amas también, lo sé —siguió ella—. Sé que te he usado, que te he lastimado más de lo que cualquier persona podría soportar. Por favor, perdóname. Te juro que…
—No, no me jures nada —la cortó él—. Nunca has podido mantener ninguno de tus juramentos, así que por favor, no me jures nada.
—Cormac… ¿Por qué? ¿Por qué me dejas? —inquirió ella con voz angustiada.
—¿No es obvio? —le retrucó Cormac—. He vivido una larga, larga vida bajo tu sombra. Anhelando tu atención, primero, cuando era claro que tus intereses se inclinaban hacia Alric. Me convencí de que podía ser solo tu amigo. Te aprovechaste de mi amor no correspondido y me usaste para borrar la memoria de medio Círculo. ¡Pacté con el mismísimo Wonur para aliviar tu angustia por la pérdida de Alric! Y todo había sido solo un acto, pura ficción, pues tu verdadero amor fue siempre Avannon. Luego vino tu muerte… ¿Tienes idea de cómo me afectó perderte de esa manera? Te lloré por mucho tiempo, solo para descubrir que había sido engañado otra vez y que tu triunfal regreso a la vida física fue propiciado por Avannon, a quien te entregaste por completo, ignorándome otra vez. A pesar de todo, acepté ser tu guardián cuando te convertiste en Madeleine. Fue un poco para pagar la culpa por haberte borrado la memoria, pero más que nada fue para poder estar a tu lado, aunque más no fuera como un guía, un amigo sin posibilidades de aspirar a ser tu amante. Sé bien que me odiaste con todo tu ser cuando recuperaste la memoria y descubriste que Avannon estaba muerto. Y ahora, después de todo lo que ha pasado, quieres jurar que me amas, que quieres una vida conmigo, pero ahora ya es tarde. Estoy demasiado lastimado y ya no puedo soportarlo más. ¿Qué va a pasar dentro de un par de meses cuando encuentres a otro a quien te conviene más seducir? No, no puedo aguantar más desaires ni manipulaciones de tu parte, no puedo seguir al lado de una persona tóxica como tú, y aunque separarme de ti me destroza el corazón, arriesgarme a otra herida a tu lado es algo que no estoy dispuesto a tolerar. Siempre te amaré, Marga, porque no puedo cambiar eso, pero sé que por mi propio bien, tengo que aprender a vivir sin ti, a olvidarte y comenzar una vida nueva, una vida donde tú no seas más el centro.
Marga bajó la mirada y no contestó. No tenía palabras, no tenía argumentos. Entendía lo difícil que había sido para Cormac tomar esta decisión, y entendía también que para demostrarle que realmente lo quería, debía dejarlo ir, debía dejarlo sanar, lejos de ella.
—Gracias, Cormac —dijo ella con una sonrisa triste.
—¿Por qué?
—Por tu honestidad, y por ser el único que siempre me ha querido bien. Lamento haber estado tan ciega como para no verlo hasta ahora. Me has salvado en muchos sentidos, muchas veces, aun cuando yo no lo sabía, y nunca pediste nada a cambio, nunca exigiste nada. Por eso, aunque lo que pides ahora me quiebra el alma, sé que tienes derecho a demandarlo. Te prometo que no te molestaré nunca más, que no trataré de convencerte para que vuelvas conmigo, que me mantendré alejada si eso es lo que quieres, si eso es lo que necesitas —Marga hizo un visible esfuerzo para contener las lágrimas.
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Editado: 11.12.2019