Lorcaster - Libro 7 de la Saga de Lug

PARTE XIII: NUEVOS COMIENZOS - CAPÍTULO 68

—Calpar me explicó lo que pasó con Nuada —dijo Lug, mientras caminaba del brazo de Lyanna por uno de los senderos que llevaba al retirado estanque con peces.

—Entonces, entiendes por qué mamá quiso ir a verlo de inmediato —dijo Lyanna.

Lug asintió.

—¿Todo está bien, Ly? Dime la verdad.

—Todo está bien —lo confortó ella—, pero debido a las circunstancias, mamá decidió que quería pasar unos días con el abuelo. Tienen muchas cosas de qué hablar y ambas juzgamos que era mejor que tú no intervinieras. Necesitan un tiempo de padre e hija, a solas.

—Comprendo eso —aceptó Lug.

—Ella se comunicará contigo cuando esté lista para volver —explicó Lyanna.

—Dejaré que se tome todo el tiempo que necesite. No la molestaré —prometió él—. Gracias, Ly, no solo por contarme esto sino por manejar la cuestión de Nemain y Nuada. Estaba muy preocupado por lo que pasaría entre tú y tu abuelo después de lo que hizo, pero ahora me doy cuenta de que dejar el tema en tus manos debió haber sido la prioridad desde el principio. Si no te hubieses encargado del asunto, habría recaído en mí la responsabilidad de juzgar sus acciones y no tenía idea de cómo proceder. Todavía me cuesta un poco, pero estoy aprendiendo a confiar en ti.

—Lo sé —dijo ella, dándole un cariñoso beso en la mejilla.

Ambos se sentaron en un banco al lado del estanque y observaron los peces en silencio por un rato. Había un tema del que los dos tenían que hablar, pero ninguno sabía cómo empezar. Finalmente, fue Lyanna la que dio el primer paso:

—Cuéntame de Lorcaster —habló suavemente.

—Tu plan funcionó —dijo Lug—. Aceptó su integración, su expansión.

—¿Cómo te afectó eso a ti?

—Quedé conectado a él de alguna manera, me dio acceso a los mundos de los que ahora es parte.

Lyanna asintió:

—Mamá me dijo que quieres explorarlos.

—Me gustaría, sí —admitió Lug.

—¿Puedo darte un consejo al respecto?

—Claro, Ly, tus consejos siempre me vienen bien.

—No explores solo.

—No pensaba hacerlo —respondió Lug—. De hecho, le prometí a tu madre que lo haríamos juntos.

—Bien —aprobó ella.

—Incluso le di el Tiamerin como garantía.

—¿Garantía?

—Garantía de que no me iré a ningún lado sin ella.

—Pero… no necesitas el Tiamerin para cruzar a otros mundos —objetó ella.

—Claro que sí —la contradijo él—. El Tiamerin es la Llave de los Mundos. Fue con él que pude cruzar desde el otro mundo al Círculo, trayendo a Dana y a Merianis desde Avalon sin usar la cúpula.

—No, papá, eres la Llave de los Mundos.

—¿Cómo?

—Ven —se puso de pie ella, invitándolo a levantarse del asiento también.

Lug se paró junto a ella.

—Dame tu mano, no, tu mano izquierda —le pidió ella.

Él obedeció. Ella le tomó el dedo índice y observó la roja cicatriz de la herida que Lug se había hecho con la daga en el Ojo Verde para atraer a Lorcaster con su sangre.

—No sé por qué no puedo hacer desaparecer esa cicatriz —comentó Lug.

—No va a desaparecer —le dijo Lyanna—, porque es la marca de tu conexión con otros mundos. ¿Quieres que te enseñe cómo funciona?

Lug asintió, intrigado.

—Cierra los ojos —le indicó ella—. ¿Recuerdas lo que pasó cuando Lorcaster logró su transformación?

—Sí —dijo Lug con los ojos cerrados—. Me encontré en una esfera que contenía miles de mundos. Podía elegirlos y verlos como a través de una ventana.

—Bien. Evoca ese recuerdo, concéntrate —lo instruyó ella, tomándolo del brazo.

Lug lo hizo.

—Oh —suspiró, fascinado al descubrir que la esfera se hacía real a su alrededor.

—Usa el dedo de la cicatriz. Toca un mundo —le dijo Lyanna.

Lug lo hizo, y de repente, una de las pequeñas esferas se agrandó y Lug pudo ver una ventana que mostraba una playa de arenas blancas, lamidas por las incesantes olas de un mar azul oscuro.

—Agranda la ventana —le dijo Lyanna.

—¿Tú puedes verlo? ¿Puedes ver la playa? —preguntó Lug.

—Mientras esté sosteniendo tu brazo, comparto tu experiencia, sí —respondió ella.

—¿Cómo la agrando?

—Haz un gesto con tu mano, da la orden, usa tu instinto.

Lug hizo un gesto de barrido con su mano y la ventana se agrandó para convertirse en una amplia puerta.

—Muy bien —aprobó Lyanna—. Ahora solo tienes que dar un paso hacia adelante y atravesar el portal, entrar en la playa.




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