—¡Clarisa! ¡Clarisa, alguien viene! —la llamó Anhidra desde su jaula.
Clarisa se despertó bruscamente, se refregó los ojos y se incorporó, tomándose de uno de los barrotes de madera:
—¿Quién? —gruñó con voz soñolienta.
—Shshsh —la calló Anhidra—. Guardad silencio y permaneced atenta.
Clarisa asintió, sentándose en el suelo de su jaula y apoyando la espalda contra la reja de balmoral. Vio que dos mitríades se acercaban volando bajo.
—¡Oh! —exclamó Anhidra—. ¡Benditos mis ojos por darme el enorme placer de volver a veros, mi señora! —se arrodilló, haciendo una profunda reverencia.
—¡Anhidra! —voló Merianis hasta ella, arrodillándose del lado de afuera de la jaula y extendiendo sus brazos por entre los barrotes para abrazar a su vieja amiga.
Anhidra se echó a sus brazos, llorando de alegría:
—¡No sabéis cuánto he esperado vuestro regreso!
—¿Estáis bien, querida Anhidra? —preguntó Merianis.
—Muy bien, mi señora. Lobela ha sido nuestro ángel de la guarda estos últimos tres días, asegurándose de mantenernos en perfecta salud durante nuestro cautiverio.
—¿Y vos, Clarisa? —se volvió Merianis hacia la otra jaula.
—Estoy bien, Merianis, furiosa y preocupada, pero bien —declaró Clarisa—. ¿Cómo estás tú? ¿Y cómo está Lug? ¿Qué pasó con Lorcaster?
—Todo salió bien con Lorcaster —dijo Merianis—. Lug y Dana están en las Marismas, en la escuela, y me alegra decir que el Señor de la Luz ha vuelto al mundo de los vivos.
—Eso es excelente —suspiró Clarisa, aliviada.
—Y en cuanto a mí —siguió Merianis—, bueno, también estoy furiosa y preocupada, especialmente al verlas a vosotras en esta penosa situación.
—Lamento no haber podido detener a Morgana —dijo Clarisa—. La comunidad de Medionemeton la aceptó como legítima reina y no pude hacer nada al respecto.
—Lobela dice que escupisteis a Morgana en la cara —sonrió Merianis—. Me hubiera gustado ver su rostro, que digo, me hubiera gustado tener el coraje de hacerlo yo misma.
—Con todo lo satisfactorio que fue —dijo Clarisa—, no logré nada más que terminar en una jaula de madera. Anhidra se puso de mi lado, defendiéndote a ti como legítima reina, rogando a la comunidad que esperara a tu regreso en vez de coronar a Morgana sin más, pero ya ves que sus ruegos fueron en vano y terminó como yo.
—Ambas habéis sido muy valientes, mis queridas —las felicitó Merianis—. Ahora que estoy aquí, intercederé por vosotras con Morgana y la forzaré a liberarlas si es necesario —prometió.
—Nuestra liberación es lo de menos —dijo Anhidra—, lo que realmente tenemos que hacer es encontrar la forma de destituir a esa usurpadora y devolveros el trono, Merianis.
—Eso no será sencillo —respondió Merianis—, porque en realidad, Morgana no está usurpando el trono, sino que es suyo de forma legítima.
—Pero si exponemos sus crímenes, si la sometemos a juicio, la comunidad de Medionemeton podría condenarla al Tanafree, como lo hizo la de Avalon —expuso Clarisa.
—No —fue la rotunda respuesta de Merianis—. No habrá Tanafree en el Círculo. ¡Nunca!
La vehemencia de Merianis calló a las demás por un largo momento.
—Si no podemos encontrar una forma pacífica de hacer esto, somos tan asesinas como Morgana —siguió Merianis.
—Nunca creí que la reina que fue anfitriona de un concilio de guerra para aniquilar a los Antiguos tendría estos miramientos para con una traidora como Morgana —dijo Anhidra.
—Cuidado, Anhidra —le advirtió Merianis—. La situación aquí es muy diferente. Primero, se trata de una de las de nuestra raza, y no sancionaré la ejecución de una hermana. Segundo, tomar el trono de Medionemeton es su derecho, así que no podemos acusarla de traición. Tercero, los crímenes que cometió en el otro mundo no están probados.
—¡Masacró a todo Avalon! —gritó Clarisa, golpeando con los puños cerrados los barrotes de balmoral con frustración—. ¡Es una asesina de sus propias hermanas! ¿Por qué le tienes consideración cuando ella no la tuvo para su gente?
—Sabéis bien que las cosas fueron más complicadas que eso —protestó Merianis.
—¿Qué? ¿Porque ella asegura que estaba poseída por Nemain o Lorcaster o quien sea cuando lo hizo? Esa es otra de sus mentiras —gruñó Clarisa.
—No olvidéis que cuando la confrontasteis con el contenido del Libro Verde, ella se entregó a ti y a Lug para revertir los resultados de sus inadvertidas acciones —la cuestionó Merianis—. Estaba dispuesta a morir para ayudar a Lug con Lorcaster. Si eso no os convence de su inocencia, al menos demuestra cierta capacidad de arrepentimiento.
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Editado: 11.12.2019