Lyanna extendió la mano y sonrió al sentir la caricia del agua fresca de su cascada favorita en Medionemeton.
—Gracias por acudir a mi llamado, Lyanna —dijo Merianis, posándose a su lado.
—Siempre es un placer visitar este lugar —sonrió la hija de Lug—. Me trae muy buenos recuerdos.
—Me alegro de que así sea.
—Te ves preocupada —sacó la mano Lyanna del agua para enfocar toda su atención en Merianis.
—Lo estoy —concedió la otra—. Os llamé aquí para pediros consejo sobre algo.
—¿A mí? —se sorprendió Lyanna.
—Sí, necesito la opinión de alguien que pueda ser objetiva, que no esté emocionalmente involucrada.
—Dime de qué se trata.
—Morgana tomó el trono de Medionemeton —comenzó Merianis—, y… la comunidad la apoya, bueno, un sesenta por ciento la apoya.
—No sabía que las mitríades se manejaran con procesos democráticos —dijo Lyanna—, pero ante la situación de encontrarse con dos reinas, supongo que es lógico que hayan optado por una votación. Lamento que hayas perdido, Merianis, pero si Morgana es una reina legítima y encima tiene apoyo…
—Ganó en buena ley y no me opongo a eso —dijo Merianis—, pero me preocupan sus planes.
Lyanna se sentó en la hierba:
—Siéntate junto mí y cuéntame —pidió.
Merianis se sentó al lado de Lyanna y suspiró:
—Morgana quiere que las mitríades abandonen Medionemeton, que exploren el Círculo, que encuentren nuevas moradas. Lo llama su “plan de expansión”.
—Y tú no estás de acuerdo —dedujo Lyanna.
—No entiendo por qué debemos exponernos al peligro. La vida en Medionemeton es segura, es tranquila, es...
—Pero no es suficiente —la interrumpió Lyanna—. Al menos no para el sesenta por ciento de las mitríades.
—Necesito que me ayudes a hacerles comprender que sí lo es —le pidió Merianis.
Lyanna desvió la mirada hacia el agua de la cascada por un largo momento:
—¿Qué opina Clarisa? —dijo de pronto.
—Contra todo lo que yo esperaba, Clarisa finalmente hizo las paces con Morgana y apoya su plan. Se ha ofrecido incluso a actuar como agente de enlace entre las mitríades y las comunidades humanas del Círculo.
Lyanna asintió y hubo otro largo silencio entre las dos.
—Allá en Baikal —comenzó Lyanna—, cuando supe lo que Clarisa estaba haciendo, lo que pretendía, reaccioné echándola del santuario. Ella quería llevarse a Augusto a una misión peligrosa, quería sacarlo del idílico Baikal, quería separarlo de mi protección. Discutimos y me dijo cosas muy duras, entre ellas, que Augusto no era un cachorrito cuya función era complacerme y mover la cola feliz siguiéndome a todas partes, sino un ser humano independiente con derecho a tomar sus propias decisiones. En ese momento, me enojé mucho, porque pensé que Clarisa estaba equivocada, que era conmigo que Augusto podía llegar a desarrollar todo su potencial y ejercer su libertad. Pero mi respuesta emocional apuntaba exactamente a lo contrario: me enojé porque no quería admitir que ella tenía razón. Solo cuando me reencontré con Augusto en Polaros, cuando volvió a mí más maduro y realizado, me di cuenta de mi error. Me di cuenta también de que el amor de Augusto nunca menguaría por estar lejos de mí y que podía estar perfectamente bien aunque no estuviéramos pegados el uno al otro.
—¿Me estáis diciendo que debo aceptar el plan de Morgana y sacar a las mitríades de Medionemeton?
—No, Merianis, te estoy diciendo que debes dejarlas ir.
—¿Dejarlas ir? —repitió Merianis, sin comprender.
—Según lo que me dices, no todas quieren lanzarse a esta nueva aventura con Morgana. Un cuarenta por ciento prefiere seguir en Medionemeton, tal como tú.
—¿Separar la comunidad? —frunció el ceño Merianis.
—Eso es lo que la comunidad ha decidido.
—No, eso no, ¡nunca! Prefiero ceder a los planes de Morgana —respondió Merianis con vehemencia.
—Entonces, veo que no has entendido nada de lo que te dije —suspiró Lyanna—. La idea de la separación te parece aborrecible porque la ves como conflicto, como si las dos partes debieran ser enemigas por pensar diferente, por querer cosas diferentes, pero no es así. No hay conflicto alguno y la separación es solo aparente, porque no es una separación esencial, solo geográfica. Las mitríades seguirán siendo mitríades donde quiera que vayan.
—Pero entonces… si me quedo en Medionemeton con las que no quieren irse, ¿no estoy forzándolas a una vida estancada, sin desafíos? —planteó Merianis.
—No, no estás forzándolas, porque ellas eligieron esa vida. Quedarse o irse no es bueno ni malo, no es correcto o incorrecto, solo es el ejercicio de la libertad, de decidir sin coerción y de hacerse responsables de la elección realizada.
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Editado: 11.12.2019