Los 3 dígitos

Capítulo 5

El agua subía rápido.
Primero cubrió sus zapatos. Luego sus tobillos. En segundos, ya le llegaba a las rodillas.
El olor era nauseabundo: cloro mezclado con sangre vieja.

Clara corrió hacia la pared buscando una salida, un panel, una rendija.
Nada. Todo sellado.

El teléfono vibró.
Un nuevo mensaje apareció:

> “La llave está donde tu traición comenzó.”

—¿Qué significa eso? —murmuró, girando desesperada.

En la pared, una luz roja comenzó a parpadear.
Debajo, una pequeña compuerta metálica, sellada con tornillos.
Tomó un pedazo de tubo oxidado del suelo y comenzó a golpear.

El agua subió hasta su cintura.

Del otro lado del muro, la voz del hombre gritó:
—¡Clara! ¡Mi habitación también se está llenando! ¿Qué pasa ahí?

—Hay una compuerta, necesito abrirla... —jadeó, sin detenerse.

El metal cedió con un chirrido.
Detrás, un pequeño compartimiento.
Dentro, una caja de cristal… y algo más.

Una fotografía.
Ella y Elena.
Sonriendo.
Y debajo, una nota:

> “Ella te pidió ayuda. Tú elegiste tu silencio.”

El agua ya le llegaba al pecho.
El teléfono vibró de nuevo.

> “Para redimirte, debes sacrificar lo que más temes perder.”

Clara observó la caja de cristal.
En su interior, flotaba una llave plateada… pero también un cuchillo de bisturí.
El recipiente estaba cerrado con un candado.

Se dio cuenta de que había un pequeño agujero en el costado de la caja, apenas lo suficiente para meter una mano.
Una mano desnuda.

El agua alcanzó sus hombros.
El teléfono mostró un cronómetro:
02:00.

—¡Dios mío...! —gimió, lanzando el tubo al suelo.

Sabía lo que debía hacer.
Metió la mano en el agua, temblando.
La introdujo en el agujero.
El borde del metal le cortó la piel.

—Vamos, Clara... vamos... —susurró entre dientes.

El bisturí la esperaba dentro.
Tuvo que usarlo.
La hoja fría, cruel, se hundió en su palma mientras intentaba sacar la llave.
La sangre tiñó el agua.

01:00.

—¡Clara! ¡Apúrate! ¡El agua ya me llega al cuello! —gritó el hombre al otro lado.

Ella tiró con fuerza.
El metal cedió.
La llave cayó al suelo.

Con la mano ensangrentada, la tomó, se lanzó hacia la puerta digital y la insertó.
El sistema emitió un pitido largo.
Desbloqueado.

El agua comenzó a drenar lentamente.
Clara se derrumbó de rodillas, jadeando.

El teléfono sonó una última vez.
La voz habló, suave, casi complacida:

—Has sobrevivido al primer error.
Pero todavía no has aprendido.

En la pantalla apareció un nuevo número.
662.

Clara lo observó, temblando.
Y en la distancia, escuchó el grito del hombre.
Un grito que no sonaba como el de alguien que estaba salvado…
sino como el de alguien que acababa de perder algo mucho peor.



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En el texto hay: terror, miedo y suspenso

Editado: 07.10.2025

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