Los 3 dígitos

Capítulo 18

El reloj volvió a marcar las 00:00:00.
El ciclo había comenzado otra vez.
Pero esta vez, Clara recordaba.

Sabía lo que venía:
la voz, las luces rojas, el teléfono vibrando con las mismas palabras.
Pero algo había cambiado.
En lugar de miedo, sentía una calma inquietante, casi fría.

Se levantó despacio.
La sala parecía idéntica, pero no lo era.
Había símbolos grabados en las paredes.
Números, fórmulas, iniciales.
Entre ellas, uno resaltaba en rojo: C. S. 003.

Sus iniciales.
Clara Sanz.
Y el número 003.

—Tercer sujeto —murmuró.
—El tercer error…

El teléfono sonó.
Esta vez, no con una voz mecánica, sino con una grabación vieja, distorsionada.
Era su propia voz.

> “Registro del experimento 3.
Paciente: Clara Sanz.
Estado: inestable.
Reacción al miedo: extrema.”

El corazón se le congeló.
Esa grabación… la había hecho ella misma.

Una puerta se abrió al fondo de la sala.
Al cruzarla, encontró un pasillo con espejos en ambos lados.
En cada reflejo, una versión diferente de sí misma: más joven, más vieja, herida, sonriente, muerta.

Todas murmuraban algo, al unísono:
—Fuiste tú quien inició el juego.

Clara se tapó los oídos, pero las voces se colaron igual, susurrando dentro de su mente.

—Tú lo creaste.
—Tú lo probaste.
—Y ahora lo estás pagando.

Las luces parpadearon.
Una pantalla al final del pasillo se encendió.
En ella, un archivo titulado: “Proyecto S-003 — Origen.”

Con un solo toque, las imágenes aparecieron.
Laboratorios.
Sujetos de prueba conectados a máquinas.
Y ella —Clara— observando desde el otro lado del vidrio, con una bata blanca y una expresión de satisfacción.

—No… —susurró—. Eso no soy yo.

Pero sí lo era.
Era antes del miedo, antes de la culpa.
Era cuando aún creía que podía controlar el pánico humano, convertirlo en energía, en obediencia.
Ella había creado el programa.
El juego.

Un mensaje apareció en la pantalla:

> “Proyecto 666 — Propósito: eliminar el miedo.
Resultado: el miedo se adaptó.”

Clara cayó de rodillas.
Las imágenes se borraron, pero la frase quedó flotando en su mente:
El miedo se adaptó.

Y entonces lo entendió.
El juego no era una máquina.
Era un organismo.
Una mente creada del miedo mismo, alimentada por sus decisiones.

El teléfono vibró una última vez.
La voz familiar susurró, ahora dentro de su cabeza:

—No puedes destruirme, Clara.
Soy lo que ocultas.
Soy lo que fuiste.
Y cada vez que mueras… yo aprenderé un poco más de ti.

Ella levantó la mirada, con lágrimas y una sonrisa rota.
—Entonces tendrás que matarme muchas veces.

El pasillo se disolvió.
Las luces se apagaron.
Y la pantalla mostró una nueva frase:

> “Fase 4: Autoevaluación.
Jugadora 003: activa.”

Clara respiró hondo.
El juego seguía.
Pero ahora, sabía quién lo había comenzado.



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En el texto hay: terror, miedo y suspenso

Editado: 09.10.2025

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