Los 3 dígitos

Capítulo 19

El sonido del metal al cerrarse la puerta resonó como un disparo.
Clara sabía que había vuelto al núcleo del juego: una sala blanca, vacía, sin ventanas.
Solo un espejo frente a ella.
Uno tan pulido que parecía un pozo de agua.

El teléfono permanecía en su mano, mudo.
Por primera vez desde que despertó en ese infierno, no vibraba, no hablaba.
El silencio era absoluto.

Clara se acercó al espejo.
Su reflejo la observaba.
Pero había algo extraño: el reflejo no imitaba sus movimientos.
Cuando ella levantaba la mano, la otra permanecía quieta.
Y cuando retrocedía, el reflejo sonreía.

—¿Quién eres? —susurró Clara.

La voz del reflejo fue idéntica a la suya, pero más grave, más cansada.
—Soy el resultado.
El castigo que fabricaste cuando jugaste a ser Dios.

—Yo no sabía lo que iba a pasar…

—Sabías lo suficiente.
Sabías que el miedo destruye, que manipula, y aun así quisiste controlarlo.
Ahora, mírame.
Yo soy el miedo que no pudiste domar.

El espejo comenzó a vibrar, las grietas formándose desde los bordes como venas negras.
El reflejo extendió una mano hacia el otro lado del cristal.
Su piel parecía hecha de humo, de sombras vivas.

Clara retrocedió, pero la superficie líquida del espejo se deformó y una mano emergió, sujetándola del brazo.
El contacto era helado.
El reflejo tiró de ella con fuerza, acercándola hasta que sus frentes casi se tocaron.

—¿Sabes qué es el castigo, Clara? —susurró la voz—.
No es morir.
Es recordarlo todo y no poder cambiar nada.

Las luces parpadearon.
De pronto, el espejo se iluminó, proyectando imágenes de todos sus errores:
El laboratorio.
Las pruebas.
Los sujetos que gritaban pidiendo que detuvieran la máquina.
Y ella… observando sin intervenir.

Clara cayó de rodillas.
Las lágrimas se mezclaron con el reflejo líquido bajo ella.
—Basta —dijo, temblando—.
Ya lo pagué.

La otra sonrió.
—Aún no.
Cada versión de ti cree que lo hace, pero ninguna aprende.
Por eso el juego no termina.

El reflejo levantó su mano otra vez.
El cristal tembló, y Clara vio su rostro multiplicado en mil fragmentos, cada uno mostrando una versión distinta:
Una riendo, otra gritando, otra sangrando, otra mirando con odio.

—El miedo no desaparece —dijo la voz—.
Solo cambia de rostro.

El espejo estalló.
Miles de pedazos volaron por el aire, y en cada uno de ellos Clara vio una parte de su historia, de su castigo, de su culpa.

Cuando el silencio volvió, el teléfono encendió su pantalla.
Un solo mensaje:

> “Castigo reflejado.
Ciclo incompleto.
¿Reiniciar?”

Clara lo miró, con la respiración entrecortada.
Sus labios se curvaron en una sonrisa rota.
—No esta vez.

Y con un golpe seco, lanzó el teléfono contra el suelo.
La pantalla se quebró.
El sonido del cristal al romperse resonó igual que su propio reflejo destruido.

Pero desde los fragmentos, una voz débil volvió a susurrar:
—Puedes romper los espejos, Clara…
Pero no la imagen.



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En el texto hay: terror, miedo y suspenso

Editado: 09.10.2025

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