El eco de los cristales rotos aún flotaba en el aire.
Clara respiró hondo, sintiendo el sabor metálico en su lengua.
La sangre goteaba desde su mano herida —el corte que el espejo le había dejado era profundo, pero no mortal.
Por primera vez, no quiso detener la sangre.
La observó caer al suelo, una gota tras otra, marcando el ritmo de algo más antiguo que el miedo:
la redención.
El teléfono, roto, seguía titilando débilmente.
Cada chispa formaba palabras fugaces: “Ciclo... incompleto... reinicio...”
Pero el juego ya no tenía control total.
Clara había cambiado las reglas.
—Si todo empezó conmigo —murmuró—, también va a terminar conmigo.
Caminó hacia el centro de la habitación.
El espejo, ahora hecho trizas, reflejaba mil Claras.
Cada una observaba, como testigo o cómplice.
En el suelo, entre los fragmentos, había un símbolo que no había visto antes:
un círculo con tres líneas cruzadas —la marca del Proyecto 666.
A su alrededor, estaban grabadas tres palabras:
SANGRE — MIEDO — VERDAD.
Clara apoyó la palma de su mano sobre el símbolo.
El metal bajo sus dedos se volvió cálido.
Las luces se encendieron de golpe, bañando todo el lugar en un rojo vibrante.
Una voz conocida, pero debilitada, volvió a hablar:
—Clara… ¿qué estás haciendo?
—Pagando.
El suelo comenzó a vibrar.
Columnas de luz se alzaron desde el círculo, como si el propio juego intentara resistirse.
La voz del sistema sonó distorsionada, casi humana:
> “Equilibrio alterado.
Jugadora 003 excede los parámetros.
Detener secuencia.”
—No pueden detener lo que empezó con mi sangre —dijo, cerrando los ojos—.
Ustedes la usaron para crear el miedo.
Ahora servirá para acabarlo.
El círculo brilló con más intensidad.
Clara sintió el calor subir por su brazo, hasta el pecho.
El dolor era insoportable, pero detrás del dolor había algo más: libertad.
Las pantallas alrededor comenzaron a apagarse una por una.
En cada una aparecía una palabra:
Error.
Error.
Error.
El sistema colapsaba.
La voz del reflejo, apenas un susurro, le habló desde los restos del espejo:
—Si haces esto, Clara… no habrá más versiones de ti.
Desaparecerás con el juego.
Ella sonrió débilmente.
—Ese es el punto.
El círculo se encendió por completo.
El suelo tembló.
Y en un estallido de luz roja, todo desapareció.
Cuando el silencio regresó, solo quedaba un rastro de sangre en el suelo…
y un teléfono roto, sin señal, pero con un último mensaje grabado en su pantalla:
> “Redención completada.
Jugadora 003: liberada.”
Y por primera vez desde que todo comenzó, el miedo guardó silencio.