Capítulo 21

El silencio era absoluto.
Nada se movía.
Ni el aire, ni el tiempo, ni los ecos del miedo.

Durante un instante eterno, todo lo que existía era la oscuridad.
Y dentro de ella… una chispa.
Una luz diminuta, roja, parpadeando en la distancia.

Clara ya no sentía su cuerpo.
No había dolor, ni voz, ni reflejo.
Solo una sensación de calma profunda, desconocida.

Hasta que escuchó el sonido.
Bip... bip... bip...
Rítmico.
Preciso.
Como un corazón mecánico latiendo.

Una pantalla apareció frente a ella, suspendida en la nada.
En ella, un contador descendía:

> 666.

El número que siempre había estado allí.
El principio y el final del juego.

Pero esta vez, algo cambió.
El número no bajaba.
Subía.
667. 668. 669…

Clara comprendió.
El ciclo no había terminado.
El sistema no se había destruido.
Solo se había reiniciado sin ella.

Y entonces, una nueva voz habló.
Joven, temerosa, como la suya alguna vez.

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

El tono era humano, confundido.
Una respiración entrecortada.
Y luego, el sonido de un teléfono al encenderse.

> “Bienvenida, jugadora 004.
Para salir… debes sobrevivir.”

Clara observó en silencio.
Quiso advertirle.
Quiso gritar que no jugara, que todo era una trampa.
Pero ya no tenía voz.

Solo podía mirar cómo la nueva figura —una mujer desconocida— se levantaba en la misma habitación blanca, rodeada por las mismas luces rojas.

El contador se detuvo.
700.
Un número redondo.
Perfecto.
Final.

La pantalla mostró un último mensaje antes de apagarse:

> “El miedo no muere.
Solo cambia de nombre.”

Y en ese instante, una última chispa cruzó la oscuridad:
una sombra con forma de mujer, sonriendo, observando desde el reflejo roto del suelo.

Era Clara.
O lo que quedaba de ella.

El juego había terminado…
pero el número final ya estaba marcado.