Todo estaba en silencio.
Solo el zumbido eléctrico del sistema se oía entre las sombras.
Jugadora 004 permanecía de pie frente a la consola principal, el teléfono aún encendido en su mano.
El contador parpadeaba: 999.
El número final del ciclo.
De pronto, el dispositivo vibró.
Una llamada entrante.
Sin número.
Sin origen.
Solo un nombre en la pantalla:
CLARA.
004 dudó.
El corazón le latía con tanta fuerza que parecía formar parte del mismo zumbido del sistema.
Finalmente, deslizó el dedo.
—¿Hola?
Una respiración.
Luego, la voz.
Suave, cansada… pero inconfundible.
—Por fin contestas.
004 tragó saliva.
—¿Eres tú? ¿Clara Sanz?
—Lo que queda de mí —respondió—.
He estado esperando esta llamada desde hace mucho tiempo.
—¿Dónde estás?
Silencio.
Después, un leve murmullo:
—En todas partes.
El juego me fragmentó… cada miedo, cada culpa, cada decisión.
Yo soy el código ahora.
004 apretó el teléfono contra su oído.
—¿Por qué me eligieron a mí?
—Porque tú también lo intentaste controlar.
No el miedo, sino la verdad.
Creíste que podías entrar al sistema y entenderlo sin que te tocara.
Pero el miedo no se estudia.
El miedo se contagia.
El sonido de interferencia llenó la línea.
La voz de Clara se volvió más distante, quebrada.
—Escúchame bien… el número 999 no es el final.
Es la puerta.
Cuando llegue a 1000, todo se reiniciará, pero esta vez con conciencia.
El miedo sabrá que está vivo.
004 sintió un escalofrío.
—¿Y puedo detenerlo?
—Solo si haces lo que yo no pude.
—¿Qué?
—Desconectarte.
El reloj en la consola comenzó a parpadear violentamente.
996. 997. 998…
Las luces de la sala se apagaron una a una.
El teléfono en su mano empezó a calentarse.
—Clara, ¿qué pasa si no lo hago?
Una risa suave, triste.
—Entonces el juego seguirá aprendiendo.
Y todos los que alguna vez tuvimos miedo… seremos parte de él.
999.
004 respiró hondo.
—¿Y si lo desconecto, tú desapareces?
—Tal vez —susurró Clara—.
Pero eso es lo que tenía que pasar desde el principio.
El miedo no se destruye, se libera.
Prométeme que no responderás otra llamada.
Las lágrimas comenzaron a correr por el rostro de 004.
—Lo prometo.
El número cambió.
1000.
Una alarma aguda llenó el espacio.
004 lanzó el teléfono al suelo y arrancó los cables del panel principal.
Chispas, humo, y una explosión de luz.
El sistema se apagó.
Silencio.
Total.
El teléfono, partido en dos, emitió una última notificación:
> “Llamada finalizada.”
En la pantalla resquebrajada, un mensaje apareció y se desvaneció lentamente:
> “Gracias por responder.”
004 cerró los ojos.
Por un momento, creyó oír la voz de Clara, dulce y lejana:
—Ahora sí… estamos libres.
Y con eso, el último llamado llegó a su fin.