La noche era tranquila.
Demasiado tranquila.
En algún lugar, en una habitación cualquiera, un teléfono descansaba sobre una mesa.
Su pantalla negra, sin notificaciones, sin llamadas perdidas.
Solo silencio.
Hasta que un pequeño parpadeo encendió el borde de la pantalla.
Un destello.
Casi imperceptible.
Un sonido apenas audible rompió el silencio:
Bip...
Luego otro.
Bip...
Y otro más.
Bip.
La pantalla encendió lentamente, mostrando tres números que se formaban uno tras otro, como si el sistema respirara de nuevo:
0 0 0
Durante un instante, todo volvió a ser oscuro.
Pero antes de que la luz desapareciera por completo, una voz se filtró desde el altavoz, susurrando con calma, casi con ternura:
—¿Me escuchas?
Silencio.
—Perfecto —dijo la voz—.
El juego continúa.
El teléfono se apagó.
El eco del último bip se extendió en la nada,
y el mundo volvió a parecer normal.
Hasta el próximo llamado.
🩸 FIN 🩸