Desperté más tranquila pero con mucho desconcierto, nunca había tenido pesadillas de ese tipo, siempre eran las típicas en donde hay cosas que conoces o has visto, lo más extraño fue que escucha claramente un nombre, le di muchas vueltas y lo analice, intente recordar, pero nunca había escuchado ese nombre y eso dejaba aún más confusión en mi.
A pesar de la pesadilla me encontraba emocionada, no sabía qué sorpresa los chicos me tendrían, ya muy pocas cosas me emocionan, antes de la tragedia me preguntaba por qué los humanos no morían de una vez, lo veía como lo mejor que podría pasar, porque estaban destruyendo todo a su paso, pero ahora que solo he visto dos caras y he convivido con ellos siento que me hace falta algo más y no me imagino que sería de mí si estuviera sola, si no hubiera alguien con quien reír, bromear, hablar o hasta enojarse. Al morir todos algo cambió drásticamente en mi, vi morir a mi madre y a mi padre, fue traumático y completamente horrible.
20 de enero del 2025/Día de la tragedia.
Gritos, muchos gritos, abrumaban mis oídos, el miedo recorría mis venas esparciéndose rápidamente dejándome indefensa y paranoica.
Trague grueso y sin pensar mas deje el libro que estaba leyendo a un lado y salí de mi cama muy rápido, descarte la idea de ponerme zapatos y recorrí el estrecho pero largo pasillo hasta llegar a las escaleras, las cuales comencé a bajar rápidamente y doble mi pie, lo que hizo que me impulsara para adelante y cayera de las escaleras. Recibí el golpe en la cabeza contra un escalón y me quede sentada intentando no cerrar los ojos, los cuales pesaban, el dolor era palpitante y muy fuerte.
Los gritos seguían, así que me levante e intente no caer de nuevo; pase por la sala y mis padres no estaban, en la cocina tampoco, así que salí al patio y ahí estaban en una esquina juntos, mi padre enfrente de mi madre protegiendo su cuerpo, mientras algunos horribles bichos se acercaban a ellos.
Esos ojos cafés de mi padre se percataron de que yo estaba en la puerta, negó con la cabeza, su rostro reflejaba el miedo puro y él sabía lo que pasaría, pero yo no, no sabía qué demonios estaba pasando, no tenía ni la menor idea de que eran esos extraños bichos.
Mi madre estaba llorando, esos ojos verdes y únicos se llenaban de lágrimas, los mire con confusión.
-¡Callie, querida necesito que te vayas, vete lejos y no vuelvas mi niña!-gritó mi padre.
Yo seguía sin entender, mi cerebro intentaba maquinar la situación pero me era imposible, mi confusión era inmensa.
-¡Te amamos hija!-gritó mi madre entre llanto.
Los bichos llegaron y picaron, en ese instante lo entendí. Entendí el miedo en sus rostros. Entendí su despedida. Mire como se desplomaron, como sus ojos se cerraron para ya no volverse abrir nunca más.
Las lágrimas llegaron inundando mis ojos y mejillas, dude en acercarme a ellos, porque los bichos seguían ahí, pero si me preguntaran si quisiera vivir pero ellos ya no estarían conmigo, sin dudarlo respondería que prefiero la muerte.
Corrí descalza y mis pies sintieron el pasto mojado, cuando estuve a escasos centímetros de los bichos no se inmutaron ante mi presencia, eso dejo aun mucha más confusión en mi, pero el dolor que sentía era tan grande que solo me acerque hasta mis padres y me arrodille frente a ellos.
Se me escapó un grito desgarrador, estaba mirando a las dos personas mas importantes en mi vida, ese pelo café canoso de mi padre se veía levemente mojado por la humedad del pasto, el cabello rubio de mi madre también estaba mojado y sus expresiones eran neutras.
Tome de los hombros a mi padre y coloque su cabeza en una de mis piernas, para despues tomar los hombros de mi madre y hacer lo mismo. Ahí en el patio de mi casa con mis padres muertos en mis piernas mientras yo acariciaba sus rostros y les pedía que abrieran sus ojos, que no me dejaran, que los necesitaba, mientras les pedía perdón por todas las veces que me porte mal, por las veces que los hice enojar, algo se rompió dentro de mi, esa ya no era la misma Callie, porque había presenciado algo espantoso y traumático.
Enseguida me dirigí abajo, llegué al comedor inmenso con esa lámpara colgando del techo y ahí estaban Tyler y Max esperándome con el desayuno listo.
Corrí rápido hacia la mesa y me senté frente a los chicos.
-Buenos días cumpleañera-saludo Max alegre, extendiendo los brazos.
Por fin 17 años, recuerdo cuando cumplí 15, los chicos y yo teníamos meses de conocernos, pero aún así me hicieron una mini fiesta, con mesas, mucha comida, luces y música, ese fue el día en que me di cuenta que eran mi familia.
-Buenos días-salude contenta esbozando una gran sonrisa.
Comencé a devorar mi desayuno, ayer no había comido bien y me quede con hambre, además desde hace un año, el arroz con frijol se convirtió en mi comida favorita, simplemente porque no había mucho para escoger.
Todos terminamos nuestro desayuno y llevamos nuestros trastes al lavaplatos.
Después nos sentamos en los cómodos sillones cafés de piel que se encontraban en la sala.
-Es hora de tu sorpresa-anunció Max contento, esos ojos azules se veían entusiasmados.
No tenía ni la menor idea de que sería, pero me emocionaba mucho, siempre terminan sorprendiéndome.
-Yo y Max lo discutimos, llegamos a la conclusión de que queremos que salgas, obviamente nada cerca del lugar que te debilita, ¿a donde quieres ir?-pregunto neutro Tyler fijando su mirada imponente en mi.
No podía creerlo, me dejaran salir, supongo que no sola, pero podría salir, desde que descubrimos mi debilidad,-otra aparte de un cierto lugar de la ciudad-los chicos no me han dejado salir, hasta este día. De alguna manera llegaron para llenar el hueco que la pérdida de mis padres dejo en mi. En definitiva no somos unos chicos normales, hemos pasado por mucho pero aun así disfrutamos todos los momentos, ya sean raros, incómodos o felices, porque solo nos tenemos a nosotros.