Era Max amarrado a una silla, él al vernos esbozó una gran sonrisa, pude observar algunas lágrimas rodar por sus mejillas, su cabello castaño estaba pegado a su frente por el sudor.
Me acerqué corriendo hacia él y comencé a desatar el amarre, fue un poco difícil pero no imposible. De repente sentí las lágrimas pasar por mis mejillas, ya al terminar de desatarlo lo abracé como nunca.
-Perdóname, fui una estúpida al salir, perdón todo fue mi culpa-chille mientras seguía abrazándolo.
Él sobo con suavidad mi espalda y se separó un poco de mí para después esbozar una sonrisa.
-Tranquila, ya pasó, hay que salir de aquí-me tranquilizó.
Me limpié las lágrimas de las mejillas con el dorso de mi mano. Max se acercó a Tyler y lo abrazó.
-Gracias a todos-agradeció Max intercalando la vista en cada uno de nosotros.
Me di el tiempo de observar con detenimiento la habitación, todas las paredes estaban pintadas de gris y no había nada más que la silla y una puerta.
-Ahora salgan de ahí, ya tienen a Max con eso es suficiente, ya nos daremos la tarea de acabar con ZONA después-hablo Edmond a través del radio de Dan.
Todas las expresiones eran serias excepto la mía, me encontraba muy, pero muy feliz.
Francesco se acercó de nuevo a la puerta por donde entramos, tomó la manija y le dio vuelta. No abrió, otra vez lo intento y no abrió.
Sentí en corazón en los pies, la puerta ya no habría y un pitido suave interrumpió el horrible silencio.
-Buenos tardes, veo que encontraron fácilmente ZONA, pero ¿De verdad creían que sería tan fácil?-hablo una voz femenina desde un altavoz en una esquina de la habitación, enseguida todos dirigimos nuestras miradas hacia ahí-lamentó informarles que esto no es nada fácil y muy difícilmente podrán salir, solo recalcó qué hay alguna posibilidad.
Silencio y miradas confusas, llenas de terror y tensión. En ese momento en la otra puerta se encendió un letrero que decía "Bienvenidos". En mi se seguía repitiendo una y otra vez esa ínfima posibilidad de salir con vida pero ¿Qué quiere a cambio?
-Edmond, no hay salida, solo queda seguir por la puerta-informó Carlo por el radio.
Ya estaba más que cagada del miedo, tenía un mal presentimiento.
-Si no hay más que hacer entren por la puerta, cuiden con su vida a los tres inmunes-hablo el pelirrojo por el radio un poco indeciso.
Dan se acercó a la puerta y la abrió con facilidad, otro pasillo estrecho con una luz sumamente blanca.
Uno a uno pasamos por el y había otra sorpresa, un cuarto muy blanco que parecía de manicomio y se encontraba una pared de cristal con una puerta.
Para poner peor la situación ahí estaba parada detrás del cristal una mujer ya un poco vieja, el pelo rubio canoso, unos ojos verdes esmeralda y llevaba una bata puesta.
La puerta detrás de nosotros no se cerró, pero la puerta de cristal en cambio se abrió dejándonos escuchar un pitido.
-Por favor pasen, solo los tres inmunes-pidió la mujer con una voz tranquila y suave.
Si la viera en otra situación pesaría que es la típica señora que ama a los gatos, pero ahora sabía que era alguien muy poderoso.
-Salgan de ahí ya, necesito que se retiren en este momento-susurro por el radio Edmond con insistencia.
-No tienen otra salida así que vengan aquí, no pasará nada, soy inofensiva, anda ven Callie-me animo la mujer mientras esbozaba una gran sonrisa.
Todo extrañamente me resultó muy familiar, como en el momento en que reconocí a Edmond.
A si que sin más comencé a caminar hacia ella, pase la pared de cristal y los chicos me siguieron, los demás se quedaron detrás de la pared como lo había ordenado la mujer.
-¿Te conozco?-pregunté muy confundida y abrumada.
Formó una línea con sus labios y esbozó una pequeña sonrisa de boca cerrada. Volteé a ver a todos y tenían sus ceños fruncidos, muy confundidos, pero dudo que más que yo.
-Querida claro que me conoces-respondió pausadamente con una voz suave y ciertamente agradable al oído, como si quisieras que te cantara una canción para dormir.
Todos los recuerdos llegaron y recayeron en mi abrumando mi mente, estaba a nada de que explotara mi cabeza.
Yo conocía a la mujer que se encontraba frente a mi, yo la había visto y escuchado.
Callie, 12 años de edad.
Ada preparaba la jeringa con un líquido verde y yo solo chupaba la paleta en forma de corazón que me había regalado.
-Te dolerá un poco, solo será un piquetito, pequeña, después podrás jugar con Edmond-dijo Ada intentando tranquilizarme.
La verdad es que no me encontraba nada alterada, me había acostumbrado y era de lo más normal hasta cierto punto y lo mejor es que después iría a jugar con el hijo de Ada que es mucho mayor que yo pero igual nos llevamos de maravilla.
Inserta la aguja de la jeringa en mi brazo derecho y el líquido entra en mi, se sintió como un leve piquete pero nada de otro mundo.
-¿Papá puedo ir a jugar con Edmond?-pregunte ansiosa bajándome de la silla.
Mi padre asintió.
Otro recuerdo.
Callie, 11 años de edad.
-Anda Edmond ven-anime al pelirrojo a subirse al sube y baja.
Era tan amargado que intentaba hacer un trato cada que quería que hiciera algo muy simple. Siempre estaba interesado en otros temas pero lo entendía porque era 4 años mayor que yo.
-Estás loca si crees que subiré ahí, además mamá dijo que no debes agitarte mucho, acaban de sacarte sangre tontita-hablo Edmond desde una banca en el parque mientras estaba inmerso en su celular.
Todo encajó a la perfección, todo fue un rompecabezas siempre, todo era un fino hilo que no se rompía.
-Tú eres Ada-solté sorprendida apuntándola con un dedo.