Los 365 días de amor

•❈• Capítulo 3 •❈•

 

Estaba más contenta, pero la ilusión que tenía en estos momentos al pasear por la tienda y ver tantas cosas que no podía comprar por el poco recurso, viendo como las demás chicas estaban ilusionadas por ese día que tanto esperaban. Muchos decían que estas fecha era comercial, otros que era pagano, en fin, diferentes historias para el día de San Valentín. Quería trabajar pero Abiel no quería que dejara los estudios de la universidad el cual pagaba. Nuestra historia era algo larga pero al final logramos estar junto ante las dificultades. El amor no es como lo pintan, donde todo tiene que ser bello, y en este tiempo las personas confundían el amor con la lujuria.

El amor es sufrido, es benigno, el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 

Solté un suspiro, porque no quería que esta fecha me afectará. Nunca había pasado y no dejaría que esto se convirtiera en un problema. Por mucho que deseara haber nacido con otro estilo de vida para disfrutar de lo que nunca podré tener, era sólo un deseo que no iba hacerse realidad. Tenía que aceptar donde estaba y pensar en que a lo mejor no siempre será así, aunque sólo fuese un deseo. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. 

Estaba esperando a Abiel quien propuso ir a comer en unos de los Pica Pollo que solíamos frecuentar antes de casarnos. Teníamos mucho tiempo sin venir a este local. No era una salida a unos de los restaurantes lujosos que había en esta isla, pero no me quejaba. Los dueños del local eran casi siempre chinos, no tenían la mejor higiene pero gracias a Dios que existía un Pica Pollo un poco decente. 
 

Estaba impaciente al ver que no llegaba. Traía puesto un vestido sencillo de color azul, unas bailarinas negras y un bolso a juego. Al sentir unos labios en mi cuello me sobresalté e inmediatamente me giré dispuesta a patear al dicho responsable, pero al ver quien era sonreí.  

—Me asustaste —dije dándole en el hombro. 

Abiel se rio por lo bajo. Me tomó de la mano y entramos en el interior del famoso Pica Pollo. Me senté en unas de las mesas mientras Abiel pedía lo que íbamos a comer. Había mucha gente, mejor dicho, ¿cuándo en estos lugares no había gente? Al dominicano siempre le gusta el pollo. Había otros platos que comprar, pero la comida más solicitado era el famoso "pica pollo" que consistía en pollo frito y tostones o patatas fritas.

Después de esperar su turno Abiel apareció con un pica pollo grande y refrescos. 
Al sentarse él sonrió dejando ver sus hermosos hoyuelos en sus mejillas. Se veía sexy cada vez que sonreía. La piel de Abiel era más clara que la mía, él era un café con leche, cabello color avellana y ojos de color miel. 

—Dime, ¿te he vuelto a flechar? —bromeó al ver que no dejaba de mirarle. 

—Egocéntrico. ¿Por qué crees que te miraba a ti? Podría estar pensando y no mirar a nadie en concreto.

Cogió un frito con sus dedos largos, lo untó de Ketchup y lo comió. 

—Esa expresión en tu rostro de adolescente enamorada te delata —dijo con gran seguridad.

Yo imité el sonido de una risa.

Comí un frito y después empecé a devorar aquel delicioso pollo. Este pedido se comía con las manos, aunque si querías tomar un tenedor podrías hacerlo pero la gente te miraría raro. Es más, te mostrarían como se come tras un momento de burla. 

Cuando terminamos de comer me levanté para ir al baño a lavarme las manos, sin embargo después de salir no sabía que me iba a encontrar con una chica de pelo negro y  mechas rojas llamada Melinda sentada en la mesa con mi querido Abiel.  

Te contare quien es esa tal Melinda. Ella es la hija de papi y mami, con una buena posición económica que estuvo enamorada de Abiel, de hecho llegaron a salir. En los días que mis padres y los de Abiel nos mandaban a trabajar limpiando zapatos para poder alimentar su vicio de alcohol, apenas nos sobraba para poder comer algo, y ahí era cuando aparecía Melinda quien me restregaba lo mucho que tenía. Por supuesto, que con Abiel tenía otro trato diferente. 

No quería recordar nuestra trágica infancia y adolescencia, pero formaba parte de lo que éramos. Tomé aire y caminé con seguridad. Apoyé mis manos sobre el hombro de Abiel dando a entender que ya tenía dueño. Me sorprendí ante ese gesto pero no iba hacer la niña tonta de aquel tiempo. 

Melinda me miró y esbozó una de esas sonrisas que detestaba. 

—Oh, cuanto tiempo Fior —dijo con esa voz fingida de inocencia.

—Sí, mucho tiempo —dije con un tono aburrido. Miré a Abiel — ¿Nos vamos? 

Él asintió. Lo cierto es que no quería quedarme a hablar.

—Melinda nos veremos otro día, se nos hace algo tarde —se excusó Abiel.

—Está bien. No se preocupen sólo pase a saludar. 

Dicho esto cada quien tomo su camino. Aún faltaba algo que hacer. Abiel me tenía una sorpresa y no quería que se arruinara. Me mordí el labio inferior y Abiel soltó un suspiro. Él me conocía a la perfección, a veces decía que hasta podía leerme la mente.




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