Abiel
Recibí una llamada de Melinda ante de que el celular se me apagara. Sin pensarlo dos veces salí hasta su apartamento. Cuando llegué, ella se encontraba con los nervios de punta, y su apartamento estaba destrozado. Corrió hasta mí para abrazarme sollozando. Su rostro estaba hecho un desastre, rímel corrido, ojos rojos, labios embarrados de carmín.
—¿Te ha hecho algo? —pregunté lleno de rabia. Me había llamado porque había dicho que mi padre entró desesperado por saber mi paradero.
—Tuve que decirle donde fuiste a vivir —dijo entre lágrimas —. Lo siento mucho. No te llamé antes porque no quería destrozar tu sorpresa con Fior —expresó con la voz quebrada.
—No te preocupes —dije apretando mi mandíbula con rabia. Si veía a mi padre le rompería los dientes que aún le faltan por caérsele —. Pero dime, ¿te ha tocado? —pregunté con la ira filtrándose a través de mi tono. Levanté su mentón para que me mirara, pero en vez de darme una respuesta se aferró a mi cuello llorando sin control.
Primero quería violar a Fior y ahora esto. Estaba hecho una furia que en cuanto Melinda se liberó de mí, me levanté del sofá lanzando un puño contra el cristal de unas de las paredes. Tenía que desahogarme. Melinda ahogó un grito y se levantó sosteniendo mi hombro.
—Te lo pagaré —expresé con más calma, pero no sabía cuál era el dolor más grande que sentía en estos momentos, si mi piel quebrada o la furia que quemaba en mi interior.
—No me importa el cristal —reprochó.
Cuando me tranquilicé un poco, Melinda se arregló e inmediatamente atendió mi mano derecha. Cuando recordé que tenía el celular apagado le pedí a Melinda que le diera carga. Tenía más de cinco llamadas perdidas de Fior. La llamé y le dije que estaba bien, pero que llegaría tarde. Por supuesto, no le dije donde estaba porque sabía lo mal que se llevaban, y Fior se pondría toda una furia.
—Gracias por venir, Abiel —dijo encogiéndose de hombros. Me acerqué hasta ella para darle un beso en la frente—. No quiero ocasionarte problemas, pero, ¿te quedarías hasta que me duerma?
Dude unos segundos. Me dije a mí mismo que solo sería un rato más y ella necesitaba alguien de apoyo, así que asentí con la cabeza.
Al poco rato se quedó dormida apoyando su cabeza en mis piernas. Estábamos en el sofá y no iba a dejarla en ese incómodo mueble. La cogí en brazos para llevarla a su dormitorio.
Melinda vivía desde hace mucho tiempo en este apartamento que compraron sus padres para ella, y aunque no se llevara bien con Fior, ella muchas veces me había ayudado, algo que se lo agradecía.
Nuestra relación terminó porque cada vez que podía humillaba a Fior. No podía permitir que lo hiciera, además que había cometido el error de salir con ella por simple atracción.
Antes de poder dejarla en la cama, ella acarició mis mejillas y sin darme cuenta sus labios estaban pegados con los míos.
La bajé suavemente al suelo, tomé sus manos y aparté sus labios carnosos de los míos.
—Basta, Melinda.
Sus ojos se nublaron ante el rechazo.
—Lo siento... Es que no he podido olvidarte. Abiel, aún te quiero.
Solté su mano y di varios pasos hacia atrás. No podía hacerle esto a Fior, no se lo merecía.
—Estoy casado, Melinda. Mi esposa es Fior —le recordé.
Ella se tapó los oídos porque escuchar esas palabras le rasgaban el corazón.
—No me importa —respondió tirándome hacia ella por el cuello de mi camisa—. Sólo esta noche. Déjame sentir una última vez tus labios —dijo haciendo un recorrido de besos por mi cuello.
—No puedo —susurré intentando detenerla.
—Claro que puedes. Sólo un último beso de San Valentín como despedida.
Faltaba poco para ese día y no había pensado nada para Fior, pero que Melinda saliera de nuestra vida sería lo mejor. Por otro lado, me sentía culpable por lo que mi padre pudo haberle hecho.
—¿Y saldrás de mi vida? —pregunté mirando sus ojos azules.
—Saldré de tu vida.
Sin pensarlo dos veces, simplemente confiando en sus palabras, lo hice. La besé.
Espero que disfruten del capítulo, y ¿qué opinan sobre lo que Abiel hizo? D:
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Editado: 28.08.2021