Noche 2: Saber odiar.
Me encuentro en la oscuridad, pues encender la luz me da fiaca. Es un día tranquilo, aburrido. Un poco de caos vendría bien. Ojalá que la oposición política intente realizar un golpe de estado. Bueno, es una exageración. Aunque, viendo la situación política actual, no sería una sorpresa.
He intentado plasmar lo que pienso de esos comportamientos y sentimientos que son mal visto por una mayoría que fue mal enseñada al respecto. Odiar es difícil, porque por lo general ignoramos a quien es el causante de dicho odio, además de que intentamos no odiar porque eso nos convierte en malas personas, algo de lo que se intenta escapar.
Yo mismo he odiado con creces y hasta hace no mucho he desviado ese odio a lugares incorrectos, a quienes no se lo merecían y no tenían responsabilidad alguno de esa quemazón que incomodaba mi corazón. Soy un fiel testigo de que darse cuenta de que el odio, un arte para sabios, es un paso importante para la paz interior, una caricia suave al amor propio. El odio resultó ser terapéutico. De odiar a todo un pueblo, a una comunidad, pasee a odiar a un par de personas que ennegrecieron un paisaje hermoso. Y se siente bien, la satisfacción de por fin aceptar ese odio, de sacarlo desde el alma, donde estuvo siempre ruidoso y oculto, no tiene precio.
El mirar a esa persona a los ojos y que le quede bien claro que están mirando los ojos de una persona que los detesta y que ya no se preocupa por intentar sostener un lazo frágil y dañino, va más allá del amor propio. Es un paso gigante hacia la paz. Demostrar a ese alguien, y sin insultos o faltas de respeto que ensucian nuestra esencia, que es odiado, lo enmudece, ya sabe que no tiene control contra nosotros, que sus palabras y acciones ya son menos que una gota de agua que cae del cielo. Y lo mejor de todo, es la satisfacción de ver como se rompen por dentro, como la certeza de que no son queridos los deprime. “Es maldad”. Si, puede ser maldad según el punto de vista de un troglodita que desconoce el arte del amor propio. Es crecer, es evolucionar como persona. Es madurar a la idea de que el odio lo podemos tener bajo control. La terapia de saber odiar, de dirigir el odio a quien se lo merece, a aquel que nos turbó la vida con su negatividad, con su inmadurez de no saber dirigir su odio y desquitarse con quien no le hizo nada.
Si, hablamos a nivel personal, podemos tener en cuenta el hecho de que esas personas a la que debemos odiar también odian a algo o alguien, que, tal vez, sin darse cuenta hizo daño porque por dentro está dañado… Digamos que ya no importa, lo odiamos porque debemos hacerlo, para crecer en paz, para no ser iguales a ese cruel ser que no supo odiar a quien debía odiar. El odio es un arte para sabios. Hemos de errar para entender, hemos de perdonarnos por no saber comprenderlo, por sentirnos culpables, por dañarnos de a poco bajo el mal concepto de “mala persona”. Malos sean aquellos que odian a quienes no deben odiar, y bueno aquel que odia en paz al causante de tal sentimiento.
Es una noche tranquila, pues he aprendido a odiar. Ideas, personas, familiares, amistades, gestos, comportamientos y sentimientos. Odiar con inteligencia antes de que nos odiemos a nosotros mismos, antes de ser vencidos e incapacitados. Odiar antes de creernos malvados.