Noche 3: Cambiar.
He pensado mucho en las ocasiones que he cerrado ciclos y lo considero un punto importante cuando hablamos de crecimiento personal, siendo, además, el camino necesario para una madurez plena. De la niñez a la adolescencia, y de la ultima a la vida adulta. El sentimiento juvenil puede ser eterno si no sabemos cerrar ciclos, y con ello podemos llegar a cargar con la inmadurez emocional que se nos presentó en la adolescencia, una etapa que nos marca en todo sentido. Soy ya un adulto y me he dado cuenta que ese fuego adolescente me acompañó hasta los 25 años de edad. Me parece algo tarde, pero he conocido a personas de años que aun no han sido capaz de cerrar el ciclo juvenil para dar paso a la madurez que requiere un adulto.
Muchas pueden ser las excusas que uno se ponga para sostener un estilo de vida que al final resulta nocivo para quienes quieran evolucionar como seres humanos. Podríamos ir pensando en una persona que no supo dar el paso a la madurez que tuvo hijos y no supo comportarse como un padre, sino que siempre buscó ser un amigo íntimo de los mismo, un niño y un adolescente más. En vez de ser un guía fue un saboteador de la siguiente generación. No es culpable, solo no se atrevió a cuestionar sus dolencias y mucho menos en enfrentarlas. Estoy en la edad en la que ya es normal escuchar decir a gente del porvenir que quiere ser padre o madre. Ni siquiera pueden con ellos mismos y es terrible. He leído sobre la idea de que las personas depresivas, que ya han perdido el sentido de sus vidas, que se han rendido ante el doloroso proceso del crecimiento personal, que solo tienen dos opciones: el suicidio o engrandar una vida para por fin tener un sentido y una obligación para evitar la opción primera.
Si, es controversial y se puede conjeturar de mil maneras. Pero es general y lo creo razonable. Estoy seguro que muchos nos sentiremos identificados con el caso de tener un padre inmaduro que en vez de educarnos solo quiso ser nuestro amigo o hermano. Y al crecer ya nos comportamos como padres ante nuestros padres, que siguen estancados en el mismo lugar de siempre. No hay que culparlos ni odiarlos, también son victimas de las circunstancias. En otros tiempos hablar de los sentimientos era motivo de burla. Ir al psicólogo o buscar el crecimiento personal era solo para locos. Ahora ya no es así, por suerte. Los jóvenes han optado por abrirse y no cargar con la pesadumbre de sus tristezas, por ende, se les coloca el título de “la generación de cristal”. Lo mismo de siempre, hay que generalizar. Los casos son un millón y de cada uno se puede concluir algo diferente. ¿Es sano? Y si vamos al caso, es una generación más sana, más tranquila y menos violenta. Por supuesto tiene sus puntos negativos, como el ser vulnerables y muy manipulables. A su manera, es una evolución. Yo estoy seguro que de haber vivido hace 100 años, siendo la persona que soy, no hubiese llegado tan lejos.
Hay cosas que parecen no cambiar, y una de esas cosas es ese temor muy humano a cerrar ciclos. A abandonar lo que ya no somos o no queremos. En la desesperación cedemos y no continuamos el doloroso camino que se presenta cuando crecemos como persona. Al principio cuesta y bastante. Pero una vez que se hizo, no hay vuelta atrás. Abandonamos fácil, y tal vez sea una debilidad a largo plazo.
He mezclado un poco los temas, pero de a poco. La idea de cerrar ciclos no es solo terminar una relación amorosa, cerrar, como decimos, el ciclo y de inmediato tener otra pareja. O, en el peor de los casos, cerrar un ciclo cuando ya tenemos a otra pareja. Un clavo reemplaza a otro, como dicen los sabios. No, lo que pretendo decir es más profundo y delicado. Es una transformación completa de ser humano. No solo cambiar la piel, como los reptiles, sino cambiar de esencia, que el espíritu se adapte o busque la forma que necesita y no la que queremos. Debemos abandonarnos por completo, hasta lo que creemos esencial: patria, familia, ideales, etc. El tiempo y ese nuevo ser que seremos nos llevaran a lo que en realidad somos, lo que en realidad creemos, sentimos y pensamos. Descubriremos, además, cuáles son las ideas y/o costumbres que defendemos porque es lo que se supone, porque el ambiente en el que crecimos no los impuso y las creímos personales. Una verdad que no es nuestra, un peso innecesario.
Es seguir tu esencia, aceptar tus gustos por mas que se consideren excéntricos. Por ejemplo, si sos de Argentina no necesariamente te debe gustar el Folklore, aunque sea una costumbre obligada, tal vez te gusta el Flamenco pese a las criticas o reacciones de tus compatriotas. Es mi caso. He recibido criticas o gestos de incredulidad cuando escucho Flamenco o lo toco en la guitarra. “Estamos en Argentina, tenés que tocar Folklore”. Es un ejemplo simple para ver que identidad elegimos: la que se supone o la que sentimos. Hasta en temas simples, la decisión es difícil, puesto que estamos sometidos a un ambiente donde debemos o creemos que debemos adaptarnos. No es rebeldía, es solo elegir lo que te gusta y abandonar lo que se supone que te debe gustar.
Requiere valentía y bastante rebeldía preparar un asado mientras se escucha ópera italiana en una zona rural de Argentina. Pero gustos son gustos. Uno descubre su esencia abandonándose por completo, caso contrario solo queda seguir costumbres solo por seguirlas, por mero capricho ajeno y no porque el corazón lo dicta. Podemos ver el mismo ejemplo, pero de una persona de Asia escuchando Tango y/o alabando a otro dios. El ser humano si quiere ser libre, no debe verse sometidos a las fronteras y sus costumbres. Puede gustarte o no, claro está. Quizás me dirijo a aquellos rebeldes de corazón, a esos seres inquietos que buscan ese algo más que la tierra no les puede proveer.