Los asesinos de la felicidad

7 - Noche 4: Fanatismo.

Noche 4: Fanatismo.

He leído todo lo anterior y no puedo estar de acuerdo en su totalidad. Admito que al momento de escribir cada palabra si estuve de acuerdo, hasta lo creí irrefutable. De una noche a otra los pensamientos cambian. No tuve más remedio que aceptarlo, sentirme en una posición de tibieza, y cualquier posición es mejor que ser un fanático.

Ya lo decía Lafinur:

¿Cuál, el que a la libertad

la mira siempre con ceño,

y en destruirla hizo empeño

con una falsa piedad?

¿Quién hizo que iniquidad

sustituyese al civismo?

El fanatismo.

Debo ser breve al respecto, si no se está dispuesto a aceptar el proceso cambiante de los pensamientos e ideas, inducidos por la razón y el sentido común, no se puede siquiera mirar al cielo con ningún tipo de anhelo. Obvio hemos de tener nuestros ideales que han echado raíz en nuestra existencia, que lo colocamos en una posición de no discusión y/o debate. Nuestra esencia en forma de ideal. Es imprescindible tener ideales, no obstante, el asunto es cuando no son propios y nacen lejos de la individualidad. No por nada los personajes considerados fanáticos son como paredes que nada escuchan, solo dejaron de pensar por ellos mismos, de razonar y abandonaron el sentido común. Se aferraron a lo más sencillo, a seguir sin juzgar una idea popular, siendo esta un salvavidas para los inválidos de espíritu, para los perezosos de corazón. Naciones y culturas han sido corroídas por una horda de fanáticos gritones sin sentido de humanidad.

Lo que he visto en común entre los fanáticos políticos y religiosos, o de lo que sea, es que ya no piensan ni razonan. No ven, no escuchan, no sienten, no aman. Han perdido la individualidad sin antes buscarla. Es como un drogadicto que se justifica diciendo: “de algo hay que morir”. La degradación y la falta de dignidad conlleva un abandono total del sentido común, del amor propio y colectivo. Ese drogadicto sabe que va a morir como todo lo que vive, asique abandona toda idea de llevar una vida mejor, de conocerse y de amarse, deja de esforzarse y se cierra en su idea atroz de que “de algo hay que morir”. Es análogo a un fanático religioso que vive sometido a ideas asfixiante sin siquiera permitirse el lujo de razonar al respecto, de debatir si vale la pena dicho sometimiento. Lo sencillo es cerrarse a las ideas impuestas o aceptadas y esperar la muerte sin atreverse a escuchar lo que el sentido común tiene para decir.

Dije que iba a ser breve, y así será. El fanatismo en si mismo es un demonio que busca carcomer lo que se encuentra más allá de la carne. Solo es cuestión de pensar en un fanático aceptando un discurso con ideas que no entiende y aun así defenderlas como si fueran propias, puras y sanas. Del fanatismo nacen los verdaderos asesinos de la felicidad y no necesito dar ejemplos.

Aprender a escuchar implica aceptar que podemos estar equivocados y nos invita a abrirnos a nuevas ideas, ideas que no supimos ver, que no fuimos capaces de razonar. En resumen, impide el crecimiento.



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En el texto hay: amor, crecimiento personal, psicologia

Editado: 16.08.2025

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