Después de la guerra, el mundo no volvió a la normalidad de inmediato. Hogwarts, restaurado con magia y arduo trabajo, brillaba con nuevas torres y pasillos limpios, pero las sombras de la batalla aún acechaban a sus habitantes.
Neville Longbottom solía evitar los lugares concurridos. Después de la guerra, lo consideraban un héroe, pero él no se sentía así. En lugar de eso, recordaba a los que murieron por la victoria, y la espada de Gryffindor en sus manos le recordaba cada vez más su deber.
Luna Lovegood llegó a Hogwarts con una actitud diferente. Su extraña sonrisa y su calma parecían fuera de lugar en un lugar que había vivido tanto sufrimiento, pero la gente la veía más allá de eso: ella no huía de las sombras del pasado, las usaba como fuente de fuerza.
— ¿De nuevo en el bosque? — Luna se detuvo al borde del Bosque Prohibido, donde Neville parecía intentar volverse invisible.
— ¿Y qué te importa? — su tono fue más brusco de lo que quería.
Luna no prestó atención. Lo miró detenidamente, luego miró la espada en su cinturón.
— ¿Tienes miedo de que vuelva a traer muerte?
Sus palabras golpearon fuerte. Neville intentó responder algo, pero se quedó en silencio. Ella, como siempre, había dado en el clavo.
— Yo también quiero ir — añadió ella, sin esperar permiso. — Esa espada no es solo tu historia.
El bosque los recibió con silencio, pero era inquietante. Cada rama, cada hoja tenía su propia voz. Al principio parecía solo el viento, pero el susurro se volvió cada vez más claro.
— ¿Lo oyes? — preguntó Neville, mirando las sombras oscuras de los árboles.
Luna asintió, pero no se detuvo.
— No es peligroso. Por ahora.
El sendero se volvía cada vez más sinuoso. Los árboles crecían más juntos, sus ramas entrelazadas de tal manera que apenas entraba luz. Pero lo más extraño estaba en el aire mismo: parecía presionar sobre ellos, forzándolos a caminar más lento.
Neville miraba constantemente atrás, apretando la empuñadura de la espada. Luna iba adelante, como si una fuerza invisible los guiara.
— ¿Siempre has sido tan segura de ti misma? — preguntó finalmente, cuando ya no pudo contener sus dudas.
Ella se dio vuelta por encima del hombro. Su mirada era suave, pero de alguna manera provocadora.
— No — respondió. — Simplemente sé que el miedo es parte del camino.
La niebla apareció de repente, como si hubiera surgido de la tierra. Al principio era ligera, casi imperceptible, pero con cada paso se volvía más espesa.
— Es un hechizo — dijo Neville, mirando a su alrededor. — Está tratando de detenernos.
Luna se detuvo, escuchando. La niebla comenzó a susurrar sus nombres.
— No es solo un hechizo — susurró ella. — Son nuestros propios miedos.
Las voces se hicieron más fuertes.
— Nunca fuiste un héroe — sonó la voz de Harry en los oídos de Neville. — Solo estuviste en el lugar correcto en el momento adecuado.
Esas palabras lo atravesaron como un cuchillo. Se detuvo, sintiendo cómo sus pies se volvían más pesados.
Luna escuchó algo completamente diferente. La voz de su madre, suave y reprochadora.
— ¿Por qué no me encontraste? Podías haberlo hecho.
Sus manos temblaban. Trataba de decirse a sí misma que no era cierto, pero su corazón comenzó a ceder.
Neville de repente sintió cómo una mano le apretaba. Luna estaba a su lado, sus ojos brillaban con determinación.
— Esto no es real — dijo ella. — Están intentando hacernos rendir.
— ¿Y si tienen razón? — susurró Neville.
Ella sonrió, aunque su voz temblaba.
— Incluso si tienen razón, eso no significa que no debamos seguir adelante.
La niebla comenzó a disiparse, pero el bosque mostró una nueva amenaza. En su camino aparecieron enormes acromántulas, sus cuerpos negros brillaban bajo la luz de la luna.
Neville sacó la espada, su mano temblaba.
— No nos dejarán pasar.
Luna levantó su varita, pero en lugar de un hechizo ofensivo, pronunció uno tranquilizante:
— Lumos pacem.
Su varita comenzó a brillar con una suave luz dorada. Las acromántulas se detuvieron, sus ojos se entrecerraron.
— ¿Crees que nos entenderán? — Neville la miraba, sin comprender su confianza.
— Tal vez piensan lo mismo de nosotros — respondió ella, acercándose lentamente a las criaturas.
Las acromántulas se apartaron a un lado, dejándolos pasar.
— A veces, Neville, el mayor enemigo es el que aún no hemos llegado a entender — dijo ella, mirándose hacia él.
Después de que las acromántulas desaparecieron en lo profundo del bosque, su camino los condujo a un altar de piedra.
Este antiguo monumento estaba oculto entre la densa vegetación, su superficie cubierta de musgo, y las inscripciones brillaban con una luz mágica.
Luna se detuvo frente a él, sus ojos se iluminaron de interés.
— Esto… es increíble. ¡Runas conservadas de una antigua orden mágica!
— ¿Y qué significa eso? — Neville no pudo ocultar su irritación. Sentía cómo el bosque lo presionaba más y más, como si una magia siniestra estuviera drenando sus fuerzas.
Ella se inclinó para examinar mejor los símbolos.
— Habla de un sacrificio — dijo, sin levantar la cabeza. — “El que busca debe estar dispuesto a entregar lo más valioso.”
Neville frunció el ceño y la miró.
— ¿Sacrificio? Luna, no podemos darnos el lujo de jugar con esas cosas.
Ella levantó la mirada, y en sus ojos brillaba la misma chispa de siempre, pero ahora se mezclaba con una sombra de duda.
— A veces, el sacrificio no es algo material — respondió suavemente. — Puede ser el miedo, la duda… o incluso el orgullo.
Él se acercó al altar, observándolo con atención. En la piedra se podían ver rastros de sangre, ya seca, pero aún conservando la huella de un poder antiguo.
— ¿Crees que es una trampa? — preguntó él.
— Claro — sonrió ella. — Todo lo que tiene que ver con lugares como este son trampas. La cuestión es, ¿estamos dispuestos a arriesgarnos?
Editado: 20.03.2025