La sala en la que estaban con el Escudo de la Armonía comenzó a desvanecerse en la luz, como si el mundo reconociera su victoria. Polumna y Neville se encontraron en un claro abierto en medio de un denso bosque. El escudo que sostenían juntos parecía emitir un calor pulsante, sincronizándose con su respiración.
— ¿Y ahora qué? — preguntó Neville, observando atentamente el bosque, como si esperara que surgiera una nueva prueba desde allí.
Polumna, que aún sostenía el escudo, lo soltó lentamente y miró a Neville. En sus ojos reflejaba una suavidad que él nunca había notado antes.
— Ahora necesitamos entender cómo usar este escudo. Y cómo va a afectar todo lo que conocemos. — Ella guardó silencio, su voz se volvió más suave. — Pero quiero que sepas… Sin ti, no lo habría logrado.
Sus palabras sorprendieron a Neville. Estaba acostumbrado a pensar que Polumna siempre era tan fuerte e inquebrantable.
— Yo… — Neville se detuvo un momento, tratando de encontrar las palabras adecuadas. — Fuiste tú quien me mostró cómo ver más allá. Cómo confiar no solo en la fuerza, sino en mí mismo.
Ella sonrió, y esa sonrisa fue cálida, sincera.
— Somos un gran equipo, ¿verdad?
— El mejor, — respondió él, sintiendo cómo su corazón aceleraba un poco.
La primera noche en el bosque
Decidieron quedarse en el claro, al menos por una noche. El escudo comenzó a emitir una luz tenue que los protegía de cualquier amenaza externa. Polumna encendió un fuego mágico, y se sentaron juntos, mirando cómo las llamas danzaban en el silencio.
— Polumna, — comenzó Neville, repasando sus pensamientos. — Siempre sabes tan bien qué está pasando. ¿De dónde sabes qué hacer?
Ella lo miró pensativamente, sus dedos deslizándose sobre la hierba cerca del fuego.
— No siempre lo sé. A menudo simplemente confío en mi intuición. Pero ahora… contigo a mi lado, me siento más segura.
Neville sintió cómo su rostro se sonrojaba, pero reunió sus pensamientos.
— Yo también me siento diferente. Siempre ves algo más en el mundo de lo que yo puedo entender. Pero ahora veo lo importante que es.
Ella inclinó la cabeza, mirándolo como si lo viera por primera vez.
— Siempre has sido fuerte, Neville. Pero tu verdadera fuerza está en tu corazón. En tu capacidad de dar a los demás.
Él bajó la mirada, sintiendo de repente cómo su mirada se volvía demasiado intensa.
— Yo… solo quiero hacer lo correcto. Para todos.
Polumna se acercó un poco más. Su voz era casi un susurro.
— Y eso es lo que te hace especial.
La mañana trajo algo inesperado. El bosque comenzó a cambiar, como si el mismo espacio a su alrededor se ajustara a las nuevas circunstancias. Polumna y Neville comprendieron que su viaje continuaba.
Los árboles a su alrededor se transformaron en columnas de cristal, y el sendero bajo sus pies brillaba, señalando el camino. El escudo, que ahora brillaba aún más intensamente, parecía guiarlos hacia adelante.
— Siento que esto es algo más que solo otra tarea, — dijo Polumna, mirando el camino.
— Tal vez sea una prueba de cuán listos estamos para el siguiente paso, — sugirió Neville.
Su confianza era evidente, pero al mismo tiempo, entre ellos surgía algo nuevo. No era solo una asociación o amistad. Neville se encontraba a menudo atrapado en sus pensamientos cuando Polumna lo miraba con su mirada penetrante.
Su camino los llevó a una nueva sala, que parecía increíblemente espaciosa. En el centro, colgaba un cristal mágico, del cual salían hilos mágicos que formaban una telaraña por toda la habitación.
— ¿Qué es esto? — preguntó Neville, acercándose con cautela.
— Es una prueba de confianza, — respondió Polumna, y su voz sonaba segura.
Riesgo por el otro
La telaraña mágica reaccionó a su presencia. Cada hilo comenzó a brillar, y el espacio bajo sus pies se volvió inestable.
— Tenemos que atravesar esto juntos, — dijo Polumna, tomando la mano de Neville.
Cuando dieron su primer paso, la telaraña reaccionó, como si estuviera comprobando su disposición a actuar al unísono. Sus movimientos debían ser sincronizados, y cualquier acción incorrecta provocaba una ola de energía mágica que los empujaba ligeramente hacia atrás.
— Debemos sentirnos el uno al otro, — dijo Polumna, mirando a Neville.
Sus palabras sonaron más profundas que solo sobre el desafío. Ella apretó su mano, y en ese momento, Neville sintió cómo su corazón aceleraba de nuevo.
— Confío en ti, Polumna, — dijo él, mirando directamente a sus ojos.
— Yo también confío en ti, — respondió ella.
Su siguiente paso fue perfecto. Avanzaron juntos, como si sus corazones y mentes trabajaran en un ritmo único. La telaraña comenzó a desvanecerse, reconociendo su conexión.
Cuando salieron de la sala, Neville se detuvo. Sentía que ahora había algo más entre ellos.
— Polumna, — comenzó, pero ella tocó su mano.
— No tienes que decir nada, Neville. Lo sé.
Ella sonrió, y esa sonrisa estaba llena de calidez y algo nuevo, algo que ambos temían, pero al mismo tiempo deseaban descubrir más.
Su viaje continuó, pero ahora sus corazones latían al mismo ritmo.
La primera noche en el bosque
Después de salir de la sala, parecía que el bosque alrededor se había iluminado, y la atmósfera se había vuelto más cálida. El sol se filtraba a través de las copas de los árboles, y sus rayos caían en sombras suaves sobre sus rostros. Polumna caminaba al lado de Neville, sosteniendo su artefacto, mientras él tenía el Escudo de la Armonía.
— ¿Qué sigue? — preguntó Neville, deteniéndose un momento para mirar a su alrededor. — ¿Realmente este viaje terminará cuando devolvamos el escudo?
Polumna no respondió de inmediato. Se detuvo, levantando la cabeza como si estuviera captando alguna señal invisible en el aire.
— A veces parece que no es la meta lo importante, sino el camino hacia ella. Cuanto más avanzamos, más entendemos de nosotros mismos.
Editado: 20.03.2025