Ahora, cuando Polumna y Neville se encontraron frente a otra prueba, la atmósfera alrededor se volvió aún más opresiva. El aire en la enorme cueva en la que habían entrado era denso, y la oscuridad era tan espesa que ni siquiera la luz de las varitas podía disiparla por completo. En las paredes, de vez en cuando, aparecían imágenes fantasmas de rostros: antiguos magos destruidos por su propia ansia de poder.
— Este lugar… se siente como si estuviera absorbiendo nuestra energía — dijo Neville, secándose el sudor de la frente.
— Porque esa es su finalidad — respondió Polumna en voz baja, su tono como el susurro del viento. — La Cueva de las Reflexiones Profundas. Aquí no solo se prueba la magia, sino también tu voluntad.
Neville entendió que las palabras de Polumna tenían sentido. Cada paso que daban se volvía más difícil. Sentían como si algo invisible presionara sobre sus pensamientos y corazones.
Espejos del pasado
En el centro de la cueva apareció un extraño objeto: varios espejos grandes que formaban un círculo. Parecían antiguos, pero sus superficies brillaban, como si mundos enteros estuvieran atrapados en ellos.
— Esta es la prueba de la tentación — dijo Polumna, observando los espejos. — Cada uno mostrará lo que más deseas… o lo que más temes.
Neville se estremeció, pero dio un paso adelante. En el primer espejo vio su reflejo, pero no el que era ahora, sino uno más seguro, poderoso, un mago que había vencido a todos sus enemigos y se había convertido en un héroe para todo el mundo mágico.
— Esto… no es verdad — dijo, pero su voz tembló.
Polumna se acercó sin tocar el espejo.
— Sabes que es solo el reflejo de tus deseos. Ya eres fuerte, Neville, no porque puedas vencer a todos, sino porque no tienes miedo de actuar.
Sus manos, que temblaban, poco a poco se calmaron.
— Gracias — dijo, su voz ahora más firme.
Polumna contra sí misma
Cuando su mirada se posó en el espejo, Polumna contuvo la respiración por un momento. En el reflejo vio su más profundo deseo, algo que ni siquiera ella misma había reconocido. Su padre estaba vivo y feliz. Estaba en su taller, lleno de libros y extraños artefactos que siempre habían cautivado su imaginación. Polumna estaba a su lado, sosteniendo una taza de té caliente. Se veía a sí misma como soñaba ser: no una guerrera, ni una exploradora, sino una hija común, que estaba en casa con su padre.
En el reflejo, su padre se rió y la llamó a acercarse. Su voz era cálida, tan familiar y dolorosamente real, que Polumna dio un paso adelante sin darse cuenta.
— Polumna, quédate. Aquí estamos a salvo — dijo él, sus ojos brillando con amor. — Todo esto es solo vanidad. No necesitas arriesgar tu vida. Podemos vivir como siempre quisiste.
Su corazón se apretó. Sentía el calor de sus palabras, su verdad, pero al mismo tiempo, muy en el fondo, entendía que era una ilusión.
— Papá… — susurró, sus dedos temblando mientras extendía la mano hacia el espejo.
El reflejo de su padre inclinó la cabeza, su sonrisa se amplió.
— Recuerda lo bien que lo pasábamos antes — hizo un gesto hacia la mesa llena de libros de los que leían juntos, y las extrañas criaturas que buscaban juntos. — Aquí está tu hogar, Polumna. No necesitas estas aventuras, no necesitas a los que te arrastran al peligro.
Ella se estremeció. Sus últimas palabras atravesaron su alma como una cuchilla. La imagen en el espejo ahora la miraba, pero su rostro empezó a cambiar; la voz seguía siendo suave, pero en sus ojos apareció un brillo frío.
— Ellos te dejarán. Todos los que amas, tarde o temprano se irán. Quédate aquí. Conmigo.
La lucha interna
Polumna dio un paso atrás, mordiendo su labio. Siempre supo que su mayor miedo era perder a las personas que amaba. Su padre era su última verdadera familia, y al perderlo, se quedó sola en el mundo mágico. Pero ahora, cuando se encontraba frente a esa ilusión, entendió algo más: sus miedos no tenían derecho a controlar su vida.
— No — dijo, en voz baja pero con firmeza.
El reflejo inclinó la cabeza, sus rasgos ahora algo distorsionados.
— No puedes dejarme, Polumna. Soy el único que realmente se preocupa por ti.
Polumna levantó la cabeza. Su voz se hizo más fuerte.
— No eres tú, padre.
Vives en mi corazón, en mis recuerdos. Pero eso no es la realidad. La realidad es lo que hago ahora.
Sintió el calor en su mano y se giró. Neville estaba a su lado, sus ojos llenos de preocupación.
— Polumna, eres más fuerte de lo que piensas. Y no estás sola — dijo suavemente, sus palabras resonando en su corazón.
En ese momento, el espejo tembló y luego se hizo pedazos. El eco de la voz del “padre” se desvaneció, y solo quedó silencio en la cueva.
Polumna se entiende a sí misma
Polumna cayó de rodillas, respirando con dificultad. Su rostro estaba mojado de lágrimas, pero sonreía.
— Ya no tengo miedo — susurró.
Neville se agachó junto a ella, abrazándola suavemente por los hombros.
— Acabas de ganar la batalla más importante, Polumna. Te diste permiso para ser libre.
Ella lo miró, sus ojos llenos de gratitud.
— Y me alegra que estés aquí, Neville. Me ayudas a recordar quién soy.
Se quedaron allí unos minutos, mientras sus corazones se calmaban. Polumna sabía que el camino por delante sería difícil, pero ahora sentía algo nuevo: confianza y fe en que juntos podrían superar cualquier cosa.
El enfrentamiento con la sombra
Cuando los espejos comenzaron a temblar y girar, la oscuridad a su alrededor comenzó a arremolinarse. Parecía que la cueva misma cobraba vida, tragándose cada sonido y movimiento. La oscuridad se retorcía como un ser vivo, formando una figura enorme. Sus contornos eran borrosos, pero cada parte de ella irradiaba frío, miedo y tensión. La figura parecía ser una amalgama de todos los peores temores que los héroes alguna vez vivieron.
Editado: 20.03.2025