Capítulo 8: El Espejo del Alma

La oscuridad comenzó a retroceder, dando paso a una majestuosa sala iluminada por un suave resplandor plateado. Parecía que las paredes de esa sala estaban hechas de luz, que brillaba y se deslizaba, como si dentro de ellas se hubieran detenido las estrellas. En el centro de la sala había un enorme espejo, enmarcado por intrincos patrones que parecían raíces de árboles. Polumna y Neville se detuvieron, mirando este milagro.

— El Espejo de la Verdad — susurró Polumna, mirando hipnotizada su reflejo.

— ¿Sabes qué es? — preguntó Neville, manteniendo su varita lista.

Polumna asintió.

— Leí sobre él en uno de los libros de mi padre. No es un espejo común. Muestra la verdad no solo sobre ti, sino sobre tu corazón.

Neville tragó saliva, sintiendo ansiedad.

— ¿Y qué debemos hacer con esto?

Polumna suspiró.

— Para pasar la prueba, debemos ver lo que está oculto.

Reflejo de Neville: dolor y fuerza

Neville estaba a punto de dar un paso al frente, pero sintió como si sus pies estuvieran pegados al suelo. Su corazón latía con fuerza. ¿Qué podría mostrarle este espejo? ¿Qué revelaría sobre sus miedos más profundos?

Cuando se detuvo frente al espejo, su reflejo primero parecía común. Un chico normal con ojos decididos, aunque algo preocupados. Pero la superficie del espejo comenzó a brillar y cambiar, y en sus profundidades vio a sí mismo siendo un niño pequeño.

El pequeño Neville estaba sentado en una silla junto a una cama de hospital. Su madre, débil y cansada, le extendía la mano para darle el envoltorio de un caramelo, el único regalo que podía ofrecerle. Neville, aún un niño, aceptó el regalo con una mezcla de amor y dolor. Sabía que nunca recibiría nada más de ella que ese pequeño gesto, y esa idea rompía su corazón.

El espejo mostró otra escena. Ahora Neville estaba en su habitación, sosteniendo el retrato de sus padres. Sus manos temblaban y las lágrimas caían por sus mejillas.

— ¿Por qué no están aquí? ¿Por qué tengo que hacer esto solo? — susurró al vacío.

El reflejo mostró a su abuela de pie detrás de la puerta, escuchando esas palabras. Su rostro estaba lleno de dolor, pero no se atrevió a entrar. Sabía que esa era una batalla que Neville tenía que ganar por sí mismo.

Dudas y verdad

El espejo siguió cambiando. Ahora Neville se veía en Hogwarts, rodeado de amigos. Pero incluso entre ellos, a menudo se sentía solo. Su inseguridad y el miedo constante de no ser suficiente lo devoraban por dentro.

— Siempre temiste no ser lo suficientemente fuerte — dijo el espejo con una voz que resonó en su mente.

— ¡Pero soy fuerte! — exclamó Neville, mirando su reflejo. Su voz tembló, y sintió como sus dedos se apretaban en puños.

El espejo respondió, cambiando la imagen. Ahora estaba el momento en que levantó la espada de Gryffindor y derrotó a Nagini. Su rostro estaba lleno de determinación, y sus ojos brillaban con fuego.

— Esa fue tu fuerza — dijo el espejo. — Pero no solo surgió de tu corazón. Fue la fe de aquellos que te apoyaron. Su amor te dio alas, incluso cuando no creías en ti mismo.

Una vez más, la imagen cambió. Ahora, detrás de él, estaba Polumna, su figura brillando con una luz suave. La miraba con el mismo calor que siempre veía en sus ojos, pero que nunca había podido comprender por completo.

— Ella cree en ti. Pero, ¿crees tú en ti mismo lo suficiente como para dejarla estar a tu lado? — preguntó el espejo.

Los padres como fuente de fuerza

Neville sintió cómo las lágrimas comenzaban a subir a sus ojos. Recordó cada momento en que había extrañado a sus padres. Su ausencia era la herida más dolorosa para él. Pero ahora, al mirar el espejo, comprendió algo importante.

— Mis padres — susurró. — No están aquí, pero su fuerza siempre ha estado conmigo. Ellos me dieron la vida, y debo vivirla de manera que sea digno del sacrificio que hicieron por mí.

El espejo brilló y mostró la imagen de sus padres, de pie a su lado, sonriendo. Sus ojos estaban llenos de orgullo y amor.

— Siempre están contigo, Neville. Su fuerza está en tu corazón, no solo en los recuerdos.

Neville se apartó del espejo, sintiendo cómo su corazón se llenaba de calor y nueva confianza. Sus manos ya no temblaban, y su mirada estaba clara.

Polumna se acercó en silencio y le puso la mano en el hombro.

— ¿Qué viste?

Neville sonrió.

— Mi verdad. Y ya no me da miedo.

Miró a Polumna, y en sus ojos brilló una nueva luz: la disposición de aceptar no solo sus debilidades, sino también el hecho de que había personas a su lado que veían su fuerza, incluso cuando él no la veía.

Reflejo de Polumna: luz en la sombra

Polumna dio algunos pasos dudosos hacia adelante, su cabello plateado cayendo suavemente sobre sus hombros. Miraba fijamente el espejo, como si ya comenzara a revelar los secretos de su alma. Su mirada era suave, pero al mismo tiempo, se sentía una tensión en ella. Polumna rara vez se detenía a mirar hacia adentro: siempre se preocupaba más por los demás.

La superficie del espejo tembló, y ante ella apareció la imagen de una niña pequeña. Polumna se reconoció a sí misma: delgada, con un vestido sencillo, y con grandes ojos azules que miraban al mundo con ingenuidad infantil.

Soledad y pérdidas

La niña estaba de pie en medio de un aula en Hogwarts. A su alrededor, los niños reían, susurraban y la miraban de reojo. En sus ojos se leía el desprecio y la incomprensión. Polumna sostenía un libro con extrañas anotaciones y dibujos que había hecho para entender el mundo. Sonreía suavemente, pero su sonrisa no tocaba sus ojos.

— No me entendían — susurró Polumna, mirando esa imagen.

El espejo comenzó a cambiar. Ahora se vio a sí misma sola en su habitación. Su padre estaba sentado en el escritorio, inclinado sobre otro artículo para el Bazikal. Polumna dibujaba en una hoja de papel, pero de vez en cuando echaba un vistazo a su padre. Sus ojos estaban llenos de amor, pero también de tristeza.