El silencio que envolvía las ruinas del templo era tan denso que parecía como si la misma naturaleza hubiera contenido el aliento. Polumna y Neville estaban sentados junto a un arco de piedra, del cual acababan de desaparecer los últimos rastros de la sombra. Polumna miraba a lo lejos, sus ojos azules llenos no de ansiedad, sino de una extraña reflexión. Mientras tanto, Neville trataba de ocultar su nerviosismo, pero su mirada constantemente se deslizaba hacia Polumna.
— Polumna, ¿de verdad no tenías miedo? — preguntó él después de una larga pausa.
Ella apartó la vista del horizonte, sus labios esbozaron una ligera sonrisa.
— Claro que tenía miedo — respondió, retirando con cuidado el polvo del amuleto en su cuello. — Pero el miedo no es motivo para detenerse. Es solo una prueba que hay que aceptar.
Sus palabras hicieron que Neville reflexionara. Recordó cómo la sombra había susurrado sus propias dudas: sobre su capacidad de ser líder, sobre su lugar en el mundo. Pero cuando estaba con Polumna, esos miedos se sentían menos intensos.
— Siempre sabes cómo explicarlo todo — murmuró él, mirándola con una sonrisa apenas visible.
— Tal vez solo intento convencerme a mí misma — confesó Polumna, bajando ligeramente la mirada. — En el fondo, a veces aún tengo dudas.
Su voz se volvió más suave, y Neville sintió que en ese momento ella se estaba abriendo más que nunca con él.
Nueva amenaza: La entidad oscura
De un agujero en el suelo de piedra, emergió una sustancia negra, casi aceitosa. Se deslizaba lentamente, como un humo espeso, pero a la vez se movía con conciencia, como un depredador que se acerca a su presa. La entidad se extendió, tomando la forma de una serpiente gigante con ojos rojos que ardían con un fuego frío.
Esa criatura no era un enemigo común. No se lanzaba sobre ellos en una furia ciega, sino que parecía estar observando, evaluando. Su presencia era tan fuerte que incluso las paredes del templo, que hasta ese momento habían guardado el eco de los siglos, parecían estremecerse ante su poder.
— ¿Qué es eso? — susurró Neville, sin apartar la vista del monstruo.
Polumna respondió de inmediato, su voz sonaba tranquila, pero con un toque de preocupación:
— Es un vestigio de magia que ha permanecido aquí durante siglos. No sabe quiénes somos. Para ella, somos una amenaza.
La entidad comenzó a dar vueltas a su alrededor, creando una sensación de trampa. Su susurro resonaba en sus cabezas:
— ¿Por qué están aquí? ¿Qué buscan? Sus corazones están vacíos, sus intenciones son débiles…
Ataque mágico
De repente, la serpiente se lanzó hacia adelante, abriendo su boca. Neville, instintivamente, levantó su varita mágica hacia adelante.
— ¡Protego!
El escudo mágico estalló frente a ellos, pero la sombra no desapareció. Se enrolló alrededor del hechizo, deslizándose como agua.
— Esto no es solo magia — dijo Polumna con voz ahogada, retrocediendo un paso. — Es una entidad viva, creada de los miedos y dudas ajenas. Se alimenta de nuestras debilidades.
Neville miró a Polumna. Vio su calma, pero también notó que sus dedos temblaban. Sentía cómo la oscuridad penetraba en su mente, trayendo recuerdos que había intentado enterrar.
— Neville Longbottom — susurró la voz de la entidad, dirigiéndose a él. — ¿Realmente eres un héroe? ¿O solo un niño que se esconde detrás de la gloria ajena?
Las palabras golpeaban como cuchillos, atravesando su confianza. Sus manos temblaron, y la varita casi se le cayó de los dedos.
Polumna contra la oscuridad
Polumna lanzó una mirada hacia Neville. Sintió cómo la entidad intentaba quebrarlo, y comprendió que debía actuar de inmediato.
— ¡Basta! — la voz de Polumna sonó inesperadamente firme. Dio un paso hacia adelante, sus ojos azules brillando con determinación.
La entidad se volvió hacia ella, como si se interesara por una nueva víctima.
— ¿Y tú, Polumna Lovegood? Una rara que se esconde detrás de fantasías. ¿Crees en tu propio poder o es solo otra máscara?
Polumna no se detuvo. Miraba directamente a los ojos rojos de la serpiente, como si viera algo más allá de ellos.
— Siempre he sido quien soy — dijo con calma, pero con fuerza en su voz. — Y no te dejaré destruirnos.
Levantó la mano, pero no para lanzar un hechizo. Su gesto era un desafío, una aceptación.
— Si eres lo que temo, entonces te enfrentaré con el corazón abierto.
La oscuridad se detuvo por un momento. Los ojos rojos de la entidad se estrecharon, y el aire a su alrededor se volvió más pesado. Pero en lugar de atacar, la serpiente comenzó a parecer menos real, como si su forma se desvaneciera.
— ¿Qué estás haciendo? — preguntó Neville, su voz tensa.
— Magia de confianza — susurró Polumna. — Debemos aceptarla. Existe mientras tengamos miedo.
El momento de la verdad
Polumna extendió la mano hacia Neville, y él sintió su calor, contrastando con el frío de la oscuridad. Tomó su mano, y su conexión pareció crear una barrera entre ellos y la entidad.
— Aceptamos lo que somos — dijo Polumna, su voz ya no solo sonaba para Neville, sino también para la entidad.
— Nuestros miedos, nuestras imperfecciones, nuestras dudas. Pero eso no nos hace débiles. Nos hace humanos.
La serpiente aulló, y su forma comenzó a desmoronarse por completo. La oscuridad desapareció, dejando atrás solo una ligera neblina dorada que se asentaba en las paredes del templo.
— Han probado su verdad — resonó una voz, ya no fría, sino tranquila y casi suave. — Continúen su camino. Pero recuerden: su fuerza está en su unidad.
Una nueva conexión
Cuando todo se calmó, Polumna dejó caer su mano, pero sus dedos seguían entrelazados con los de Neville. Sus miradas se encontraron, y en ese momento ya no había barreras entre ellos.
Editado: 20.03.2025