Los Bastardos

ESCAPAR

Nos llaman los bastardos por una simple razón; estamos locos.

Somos personas que escaparon de sus casas, abandonamos nuestras vidas para crear una nueva, junto a otras que no conocemos. Vivimos en una montaña, construimos un alambrado que no separa de la sociedad común. Si quisiéramos podríamos irnos cuando nadie nos mira, correr y vivir como lo hacíamos en el pasado. Pero es imposible.

De este lado del alambrado somos una sociedad, una hermandad, juramos al momento de unirnos la lealtad eterna, juramos antes todos los miembros que jamás escaparemos. Pues aquel que se quiera marchar deberá ser castigado, los ancianos les pegaran, los hombres abusarán del traidor sin importar si es hombre o mujer y al final una mujer los matara. Su tumba no será más que un hoyo que cavan los niños y jóvenes.

Se podría decir que los amigos que tenemos aquí son para siempre, a menos que cometieron el error de marcharse. Nos llamamos hermanos cuando tenemos relaciones sexuales, a todo aquel que no haya estado con la persona que tiene enfrente se le debe llamar  por un número. Yo soy 38.

Hace 7 años llego número 173, mi mejor amiga. Teníamos la misma edad, ambas éramos morenas, de ojos marrones como el barro. Cuando la vi, supe que seriamos amigas, por que vi en su mirada una llama, como si me llamara, estábamos destinadas a encontrarnos.

La vi al otro lado del alambrado, estaba llorando, yo me acerque para acariciar su rostro. Le sonreí y le dije:

-          De este lado del alambrado no hay dolor. – le dije mientras lloraba-.

-          ¿segura?

-          ¿por qué lloras bella mujer?

-          Mis padres son unos drogadictos, hoy iban a venderme por un poco de droga, mi hermana es una zorra que se acostó con mi novio. ¿y tú por qué lloras?

-          Porque soy muy feliz.

-          ¿crees que si yo paso el alambrado también sea feliz?

-          Sí, yo te haré muy feliz.

Le ayude a escarbar para que cruzará por debajo del alambrado, ambas estábamos cubiertas de barro, pero eso no nos importó, cuando cruzó, le tomé la mano y la guie hacia la casa. Algunos amigos estaban platicando, mis hermanos estaban jugando. Cuando entre me miraron sorprendidos y se levantaron de forma protectora.

Les había explicado que ella quería unirse a nosotros, así que la reunión con las personas fue rápida. Yo te dije que tenía que sentarse en medio de todos, escuchar con atención y decidir si quería quedarse con nosotros. Las mujeres estábamos vestidas con un vestido gris de lana, los hombres con unos pantalones negros y blusa blanca, todos estábamos descalzos, sin importarnos el frío que azotaba la montaña.  Después de que los ancianos le explicaran las reglas, pude notar como aquella chica se sorprendió, me miró por unos instantes, yo solo asentí con la cabeza y le dedique una sonrisa tranquilizadora. Vi como dirigía su atención al frente, sus hombros un poco más relajados.

-          Para darte la bienvenida oficialmente es necesario que te desnudes- dijo un anciano-. Tenemos que conocerte.

Aquella chica morena asintió nerviosa, mostró su cuerpo de 17 años, una figura delgada, tenía frío que sus pezones se levantaron, se le erizo la piel de solo ver que personas la veían.

-          No debes sentir pena querida – le explicó el anciano -. Aquí nadie te juzgará. Eres de los nuestros. -. Levantó una copa y bebió el contenido -. Oficialmente eres número 173. Dime cariño, ¿Quién quieres que se concierta en tu hermano esta noche?

Ella miró a todos, suspiro deseando no cometer un error.

-          Ella.

-          Número 38 ven.

Recuerdo haberme acercado a ella, toque sus hombros temblorosos y la bese. Podían sentir como se tensaba por mi beso, sus labios estaban un poco duros, sin embargo tenían un delicioso sabor. Me separe y le susurre: diles que quieres hacerlo en privado. Vi como alzo la ceja, sin embargo hizo lo que le dije. Todos se retiraron en silencio, estábamos solas, sentíamos frío y calor al mismo tiempo. Vi sus expresiones, me fascinaba conocerla, sin embargo en ese momento no quiera sobrepasarme, tome su vestido, lo sacudí  y se lo entregue. Platicamos durante una hora sobre nuestras vidas. No fue hasta dentro de dos días que realmente nos convertimos en hermanas. Después de tiempo ella tuvo hermanos, muchos hermanos. Pudimos ser buenas hermanas, compartiendo cuerpo y alma en las noches, siguiendo con lo nuestro, conociéndonos, seguir siendo mejores amigas.

 

No obstante con los años dijo que los demás eran unos bastardos. Que no quería continuar en este lugar, con esa vida, que quería conocer más allá del alambrado.

Ella decidió que teníamos que escapar.




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